En el número correspondiente a noviembre de 1940, en sus páginas 79 a 84, la revista Sur publica un texto, aparentemente ficcional, llamado “La casa vieja”. Firma el relato que versa sobre un ámbito familiar perdido y recordado una joven escritora de 25 años. Su nombre es Estela Canto.
La revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, había nacido en 1931, como expresión ilustrada de la intelectualidad liberal de esa época. El británico John King, autor del estudio más completo sobre la publicación, la había considerado “una de las realizaciones más importantes de la vida cultural de la América Latina”.
Sobre el prestigio social, cultural e intelectual de Victoria Ocampo queda poco por decir. Su apabullante personalidad signó el derrotero de Sur, trayendo a estos lares una multitud de filósofos, escritores, artistas y pensadores europeos que miraron con admiración a nuestro país a través de los ojos de su generosa anfitriona.
Estela Canto, por su parte, había nacido en Buenos Aires en 1915, en una familia de ascendencia uruguaya con prosapia militar. Su hermano, Patricio Canto, se había destacado con un ensayo sobre Ortega y Gasset, y gozaba ya de trato con la intelectualidad porteña.
Fue Patricio Canto quien le abrió las puertas de Sur a su hermana Estela, quien se desempeñó como traductora, y admiraba a George Bernard Shaw, tanto como a Marx y a Stalin. ¿Qué hacía una comunista, afiliada al partido y profesante del marxismo, en el ambiente de la revista Sur?
Obviamente, la atracción que ejercía sobre ella el cenáculo literario más importante de la época superaba en Estela todo prejuicio político.
Los escritores, artistas e intelectuales que publicaban en Sur se frecuentaban. Así fue que durante una reunión en el enorme piso donde habitaban Adolfo Bioy Casares y su esposa Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges y Estela Canto se conocieron.
Al principio fue una larga caminata hacia el sur urbano, que tanto deslumbraba a Borges.
Con el tiempo, besos tímidos y abrazos recatados. Ella admiraba a Borges, pero no estaba enamorada de él. Sin embargo, el noviazgo continuaba, con inútiles pretensiones de Estela Canto de adherir a Borges al partido comunista.
Así describe Estela su relación con Jorge Luis: “La actitud de Borges me conmovía. Me gustaba lo que yo era para él, lo que él veía en mí. Sexualmente me era indiferente, ni siquiera me desagradaba. Sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente. Nunca pretendí sentir lo que no sentía” (Borges a contraluz, de E.C).
De todas maneras, Borges le propone casamiento. La respuesta, según cuenta Estela Canto, fue. “Lo haría con mucho gusto, Georgie, pero no olvides que soy una discípula de Bernard Shaw. No podemos casarnos si antes no nos acostamos” (Borges a contraluz).
Con inmenso alivio de doña Leonor Acevedo, madre de Jorge Luis, el noviazgo se enfrió hasta concluir en una conveniente amistad.
La primera persona que escuchó de Borges el propósito de escribir sobre un lugar que encerraba “todos los lugares del mundo” fue probablemente Estela Canto. Ella precisa que escuchó el rudimento de El Aleph una noche, en una panadería del barrio de Constitución donde solían encontrarse. Al poco tiempo, Borges le regaló un calidoscopio. “Esto es un Aleph”, le dijo.
Un mes después, Borges dejó el manuscrito de El Aleph en el departamento de Estela. Ella lo mecanografió, guardándose para sí el original.
La primera publicación de El Aleph, en la revista Sur, llevaba una dedicatoria a Estela Canto, que se mantuvo en las ediciones posteriores.
Muchos conocedores de la relación entre ambos sostienen que Beatriz Viterbo es un personaje inspirado en Estela.
Los caminos de Jorge Luis Borges y Estela Canto fueron diversos. Ella tuvo problemas de alcoholismo y de privaciones económicas. Borges ya se había convertido en una celebridad.
Un mediodía, en el Hotel Dorá, de la calle Maipú, en Buenos Aires, frente a la casa de Borges, se encontraron para almorzar. Pidieron una botella de vino blanco. El físico tucumano Alberto Rojo cree haber sido testigo de ese encuentro donde Estela Canto le dijo a Borges que iba a vender el manuscrito de El Aleph. Lo hizo en la casa de subastas Sotheby´s , como se sabe, por 25.760 dólares, y fue adquirido por el Ministerio de Cultura de España.
No volvieron a verse.
A la luz de estas historias, que confluyeron en uno de los textos más deslumbrantes de la literatura argentina, me sigo preguntando: ¿Qué hacía una comunista en Sur?
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Eduardo Posse Cuezzo - Presidente de la Alianza Francesa de Tucumán y de la Fundación E. Cartier.







