ANTES Y DESPUÉS. Matías en sus inicios con la caja; mientras que ayer tocó con su nuevo bombo y posó junto a Juan Cruz Esquivel y Darío Sand.
El entrenamiento de San Martín, en la previa de una verdadera final anticipada contra Deportivo Madryn, tuvo un sonido distinto. Entre indicaciones, pelotas rodando y gritos de aliento de Mariano Campodónico a sus dirigidos, se coló el repique inconfundible de un bombo murguero. No era uno cualquiera: lo tocaba Matías Nahuel Díaz, un hincha de apenas 11 años que llegó desde Río Seco con un amor tan grande como el instrumento que carga en sus manos. Ese bombo, que hoy es parte de su vida, fue un regalo inesperado de un hincha, que decidió quedarse en el anonimato y que quedó fascinado al verlo tocar con una simple caja de cartón.
En el sur de nuestra provincia, Matías creció respirando los colores rojiblancos gracias a su padrino, Juan Juárez, que desde que era bebé lo vistió con camisetas del club. “Hasta el día de hoy no se las quita. Es una pasión, un sentimiento único para él”, contó su hermana Pamela Díaz.
Ese sentimiento explotó cuando cumplió 10 años. Sus hermanas decidieron regalarle una entrada para conocer por primera vez La Ciudadela. “La emoción que él tenía esa vez fue indescriptible. Imagínate que fue su primera vez en una cancha, junto a la banda en la popular”, recordó Pamela.
Esa experiencia le encendió un sueño: quería tocar el bombo. Como no tenía uno, fabricó la denominada “cajita exitosa” con cartón, un platillo regalado por un primo y un molde de hamburguesa para imitar el sonido.
De esa manera, sin ningún tipo de vergüenza, viajó a los partidos del “Santo” junto a la filial “Los Cirujas del Sur”, mezclándose con la hinchada y tocando su caja en tres partidos. Fue entonces cuando, en medio de la multitud, un fanático se acercó a su papá Rubén y le dijo que le iba a regalar un bombo verdadero.
“Mi papá no lo podía creer, porque sabíamos lo que costaba un bombo. Pensamos que podía ser mentira, pero al otro día nos dieron la dirección para retirarlo”, relató Pamela. El hombre pidió que su nombre no trascendiera: solo quería que el niño tuviera su instrumento.
El destino hizo que el regalo llegara justo a tiempo. Faltaban pocos días para el cumpleaños número 11 de Matías. Su papá viajó a buscarlo, lo guardó en secreto y planificó una sorpresa inolvidable.
El 3 de octubre, mientras la Banda del Camión tocaba en la fiesta, Rubén entró con el bombo. “La impresión de mi hermano fue llorar y llorar mucho. La felicidad de sus amigos de verlo emocionado fue inmensa”, contó Pamela. El bombo no tenía platillo aún, pero ya estaba marcado con su sello personal: el escudo del “Santo”, la frase “Yo amo a San Martín” y una decoración que hizo “Mati” junto a su padre.
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— Club Atlético San MartÃn (@CASMOficial) August 7, 2025
¡Sueño cumplido!
Durante el entrenamiento de esta mañana del plantel profesional, MatÃas DÃaz, un hincha Ciruja de RÃo Seco, de 11 años, visitó el Complejo Mirkin para conocer a los jugadores y tocar su bombo murguero. "Mati" fue el único que logró entrar⦠pic.twitter.com/y1U2uv6UQo
Desde ese día, Matías y su bombo se hicieron inseparables. Aunque no siempre podía ir a todos los partidos por los horarios y los viajes, cada vez que estaba en La Ciudadela su sonido se mezclaba con el de los demás bombos. Pero lo que pasó en Santiago del Estero fue diferente.
Viajó para alentar en el partido contra River, en el Madre de Ciudades. “Yo cuando voy a La Ciudadela dejo de tocar un rato porque hay muchos bombos. Pero ahora estuve solo y no podía descansar, tenía que seguir tocando por el amor que le tengo al club”, explicó Matías.
Fue el único bombo murguero que logró entrar. Pasó los controles temprano y, una vez adentro, tocó los 90 minutos. “Uno, como familia, hasta se impresionaba por el cansancio de sus brazos y la gente que lo alentaba. Para nosotros fue un orgullo”, contó Pamela. La hinchada lo motivaba para que no parara y él asumió la responsabilidad. “Fue mucha responsabilidad y orgullo”, admitió el niño.
Ese video de Santiago se viralizó y llegó a Carlos “Mocho” Sánchez -reconocido hincha del club-, quien lo contactó para invitarlo al complejo Natalio Mirkin. Allí, Matías llegó con su bombo para despedir al plantel antes de su viaje a Puerto Madryn.
“La idea era que mi hermano conozca a los jugadores y que ellos sepan que él fue el único instrumento alentando los 90 minutos”, explicó Pamela.
Cuando terminó el entrenamiento, varios futbolistas se acercaron a saludarlo. “Darío Sand, Juan Cuevas, Gonzalo Rodríguez y Juan Orellana, fueron algunos de los que me saludaron. Me decían: ‘Vos sos el chiquito que ha tocado, qué bien’”, recordó Matías, quien llevó camisetas para que se las firmaran y hasta tocó para ellos, recibiendo aplausos y una foto grupal con todo el plantel.
Para él, la experiencia fue indescriptible. “Siento mucha pasión por San Martín y ver a los jugadores es algo que no puedo explicar. No tengo jugador favorito, pero aliento a todo el plantel”, dijo. “Ellos (los jugadores) me daban las gracias por haberlos alentado todo el partido”, contó.
Su cable a tierra
El bombo que lo acompaña es más que un instrumento: es el símbolo de su amor por el club. Lo personalizó con su padre, inspirándose en un amigo que tocaba para La Banda del Camión y, además, en la escuela, sus compañeros lo felicitan y le dicen que va a llegar lejos. “Me encanta, todos los días, para adelante y con lo que sea”, afirmó.
De cara al partido del fin de semana, sueña con que su aliento sea un impulso para el equipo. “Ojalá que sí, energía positiva”, dijo con una sonrisa. Desde Río Seco hasta cualquier estadio, el bombo de Matías suena como un latido que no se detiene.







