A 80 años de la bomba atómica

A 80 años de la bomba atómica
06 Agosto 2025

Carlos Duguech

Analista internacional

Nunca antes del 6 de agosto de 1945 cobró tanta relevancia estratégico-militar el adjetivo no. En la Conferencia de Potsdam, el presidente de EE.UU. Harry Truman - sucesor en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial (IIGM) del fallecido Franklin D. Roosevelt (12/04/1945)- recibió una información en clave: “La operación Titán ha sido un éxito”. Ya informado del “Plan secreto Manhatan”, para la bomba atómica apenas asumió el cargo presidencial el 12 de abril de 1945, esta vez tenía el logro en un momento crucial. La Alemania nazi ya se había rendido (dos veces) ante las fuerzas aliadas (7 y 8 de mayo de 1945). Quedaba sólo Japón.

Ultimátum a Japón

Pregunta necesaria cada vez que volvemos al análisis de la IIGM. Desde el 25 de abril hasta el 26 de junio de ese año se reunieron en San Francisco (EE.UU) representantes de 50 naciones en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional. Los inicios propicios para la conformación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Téngase presente que durante el tiempo de la “Conferencia” se produjo la rendición de la Alemania nazi y que, pese a la conformación del proyecto se dio el 24 de octubre de ese año, en el preámbulo de la Carta se expresa: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles…”. Ninguna mención a ese acontecimiento de inusual gravitación como el del arma atómica utilizada contra Japón ya sentadas las bases para la constitución de las Naciones Unidas. Y ello con las ratificaciones de las principales potencias (EE.UU, URSS, China, Reino Unido y Francia) y los demás integrantes de la Conferencia de San Francisco.

A 80 años de la bomba atómica

Bien pudo, entonces, introducirse en la Carta por vía de comunicación y ratificación de todos los fundadores, una referencia “top” esencial, ineludible, ligada indisolublemente al texto y contexto de la flamante Carta. Colige este columnista que tal mención hubiera significado, ya en su tiempo, una condena a la utilización del recurso atómico por sus iniciadores únicos hasta entonces: los EE.UU. Y que por ello mismo, se obvió la referencia al suceso histórico más grave relevante de todas las guerras de la Historia. De haberse incorporado a la Carta, talvez fuera de esperar que no hubiera hoy con club nuclear de nueve países (EE.UU., Reino Unido, Rusia, Francia, China, Israel, Pakistán, Corea del Norte e India) dueños del fuego horroroso de las armas nucleares. Sorprende ahora que semejante acontecimiento universal ¡ni siquiera rozara el texto de la Carta! Estrategias del poder, dirían los sospechosos de siempre. Incluso quien escribe.

El “no” por respuesta

Claro que cuando Truman junto a sus socios (Joseph Stalin y Winston Churchill, en la victoria contra la Alemania nazi) desde Potsdam lanzan un ultimátum al imperio japonés para que se rinda incondicionalmente, no espera una aceptación. Aguarda un ansiado “NO”. ¿Dónde, sino, probar esos engendros, que en la prueba de laboratorio (de Álamo Gordo, Desierto de Nevada en EE.UU. del 16/07/45) resultó exitosa? Pues, en una “prueba de campo”. Necesidad imperiosa, ese logro por el “no”. Exactamente eso fueron los bombardeos atómicos. Antes del lanzamiento el comando militar en la zona dispuso que cuatro ciudades (Niigata, Kokura, Hiroshima y Nagasaki) se mantuvieran sin los acostumbrados bombardeos incendiarios. ¿Para qué? Para que pudieran servir, a la hora de las pruebas, sobre los efectos esperados del nuevo engendro. Esencial para el belicismo.

¿Por qué 2 bombas?

La destinada a Hiroshima, de uranio, el 6 de agosto. Tres días después se probaba la segunda. Si con la primera era suficiente para demostrar el poderío del arma nueva, ¿por qué la segunda, a los tres días? ¿Acaso los japoneses no se daban cuenta de ese infierno atómico? Claro que sí, pero era necesaria una prueba con otro ingrediente: el plutonio. Si no se probaban las dos bombas en Japón, los EE.UU. hubieran tenido que realizar, probablemente, esas “pruebas de campo” en otros frentes: ¿Corea?, ¿Vietnam?

Zozobra

Menos de una decena de países tiene en cabeza de sus dirigentes la maliciosa percepción de su poder nuclear para atacar o defenderse. Ello significa, a la luz y a la sombra de Hiroshima y Nagasaki, la expresión de una perversa concepción del poder, el derecho y la justicia respecto de la Humanidad. Conforman los países nucleares la “Banda universal del terrorismo contra una población de más de 8.200 millones de seres humanos”. No es una definición antojadiza toda vez que hasta esos integrantes, todos ellos, basan su poderío de muerte nuclear en la doctrina absurda y de rango infame de la MDA (mutua destrucción asegurada).Cuasi enfermizo, por perturbadas mentes.

Por todo ello el Tratado Internacional de Prohibición de Armas Nucleares es el único “catecismo” que debe tener obligada vigencia en resguardo de la vida universal. Una necesidad impostergable, ante tanta sangre humillada que se juega en este tiempo de guerras, terrorismo y catástrofes. (Argentina, país “no nuclear” todavía no lo firmó). Alberto Calliera, de recordada memoria, nos diría “vayuno a saber”.

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