Un “espacio de calma” nace en una escuela de Concepción

Alumnos de 6° año transformaron una oficina sin uso en el colegio en un refugio emocional para aquellos que transitan momentos difíciles.

CREATIVIDAD. Los alumnos se encargaron de imprimir su arte en cada espacio de la sala, para llevar alivio y serenidad a todos sus compañeros. CREATIVIDAD. Los alumnos se encargaron de imprimir su arte en cada espacio de la sala, para llevar alivio y serenidad a todos sus compañeros.

En una escuela tan grande y concurrida como la de Comercio República de Panamá, en Concepción, encontrar silencio puede parecer una misión imposible. Pero un grupo de estudiantes logró crear lo impensado: un rincón para respirar, para bajar la ansiedad, para simplemente estar en calma.

La idea surgió como parte de la materia “Proyecto de Investigación e Intervención Sociocomunitaria”, que cursan los 33 chicos de 6° año de la orientación en Ciencias Sociales. La consigna era clara. Se trataba de detectar una necesidad en el entorno cercano y proponer una solución. “Siempre trabajamos desde la escuela y para la escuela”, explicó la profesora Marta Helvecio, quien acompañó a los alumnos en cada paso. “En este caso, la necesidad fue concreta. Ellos querían contar con un espacio más íntimo, de resguardo emocional, dentro de una institución tan ruidosa y abierta”, refirió.

Los propios chicos identificaron el problema. Notaron que cuando un alumno no se sentía bien, por un malestar físico o emocional, no tenía un lugar donde estar cómodo y en privacidad. Las preceptorías eran vidriadas, los pasillos ruidosos, los bancos de galería insuficientes. Así, gestionaron ante la conducción del colegio el uso de una pequeña oficina en desuso y comenzaron a transformar ese rincón en lo que hoy llaman “Espacio de Calma”.

Hecho desde el amor

“La intervención fue integral: artística, sensorial y profundamente humana”, señaló Helvecio. Cada equipo de estudiantes aportó desde sus habilidades. Algunos se enfocaron en la decoración con frases y colores suaves, otros elaboraron juegos sensoriales caseros, y hasta hubo quienes crearon playlists de música relajante. “Fue un proceso de aprendizaje, pero también de empatía y de amor -destacó la docente-. Son chicos de 17 o 18 años que muestran que sí tienen ganas de cambiar su entorno”, afirmó.

El proyecto fue tan sólido que recibió la visita del intendente, quien se interesó por replicarlo. “Y los chicos no solo no se molestaron con la idea, sino que la celebraron. Porque entienden que este tipo de espacios hacen falta”, agregó Helvecio.

Una tendencia que crece

Este tipo de iniciativas no son exclusivas de Tucumán. En países como Estados Unidos, muchas escuelas ya incorporan lo que llaman peace rooms, calm corners o chill-out spaces: ambientes especialmente diseñados para promover la autorregulación emocional, contener el estrés y fomentar la empatía.

En Ohio, por ejemplo, algunas escuelas crearon la “STAR room” (Student Tranquility Amygdala Reset Room), equipada con luces suaves, materiales sensoriales y tecnología de relajación. En Oregón, el South Salem High School convirtió un aula vacía en un refugio con puffs, música ambiental y rompecabezas, disponible todo el día. Y en San Antonio (Texas), el Sam Houston High School ideó una peace room como alternativa a las suspensiones escolares, con un uso promedio de más de 40 estudiantes diarios.

Aunque distintas en escala o recursos, todas estas propuestas comparten como eje darle al estudiante la posibilidad de pausar, respirar y procesar lo que siente sin miedo al juicio ni a la exposición.

PARA TODOS. Puede entrar cualquier alumno que asista a la institución. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll PARA TODOS. Puede entrar cualquier alumno que asista a la institución. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll

Las voces protagonistas

Los estudiantes, verdaderos impulsores de la iniciativa, vivieron el proceso como algo transformador. “Este espacio fue de mucha ayuda para la escuela. A veces, entre tantas actividades y responsabilidades, necesitamos un momento para frenar”, contó Emilia.

Para Priscila participar fue también un acto de cuidado: “Muchas veces pasamos por situaciones difíciles y tener un lugar donde podamos parar un poco, sin sentirnos juzgados, marca una gran diferencia”.

Desde el dibujo, Candela también encontró una vía para conectar consigo misma. “En medio del ruido cotidiano, a veces olvidamos quiénes somos. Este dibujo fue una pausa, un recordatorio de mi esencia”.

Julieta lo resumió con una frase potente: “No es solo un rincón tranquilo: es una forma de decir 'estamos acá para vos'”.

Dejar huella

El “Espacio de Calma” no reemplaza la intervención profesional, pero funciona como contención inmediata ante una crisis emocional o un momento de vulnerabilidad. “Hay estudiantes con neurodivergencias, y otros neurotípicos que también atraviesan situaciones que los desbordan. Este lugar es para todos. Es un acto de humanidad”, comentó Helvecio.

Los alumnos coinciden en que este espacio ya dejó una marca. “Cada rincón decorado, cada frase escrita fue pensada para transmitir serenidad”, dijo Milagros. “Es lindo saber que va a quedar, que otros lo van a usar, que puede hacer bien”, sumó Teresita.

Mientras que Sofía concluyó con un deseo simple pero profundo: “Ojalá todos puedan salir de ahí con un poquito más de tranquilidad en su corazón. Y que sepan que no están solos”.

La fuerza del grupo: construir desde las diferencias

Cuando comenzaron a soñar con un “Espacio de Calma”, no todas sabían bien cómo sería el proceso. Pero lo que sí sabían era que querían hacer algo importante. Aylen recuerda que al principio no le resultaba fácil imaginar cómo trabajarían tantos estudiantes juntos, con ideas tan distintas. “Cada uno tenía una propuesta diferente, pero fuimos aprendiendo a escucharnos, a organizarnos, a respetarnos. Y terminamos sacando lo mejor de todos”.

Xiomara también valora ese trabajo colectivo: “Me encantó que se haya hecho en grupo. Supimos organizarnos a pesar de que cada uno tenía una idea diferente. Lo que hicimos va a quedar para el recuerdo, y eso es lo más lindo”.

En sus carpetas, con letra prolija y lapicera azul, muchas escribieron sobre ese proceso. No como una tarea escolar, sino como una vivencia que les dejó algo más. “Me llevo una linda experiencia y el recuerdo de haber compartido algo importante con otras personas”, escribió Aylen.

MULTIFUNCIÓN. En la sala pueden escribir o permanecer en silencio. MULTIFUNCIÓN. En la sala pueden escribir o permanecer en silencio.

Con las manos: corazón y paciencia

Algunas chicas se involucraron desde lo más concreto: pintar paredes, pensar objetos, diseñar rincones. Ingrid lo vivió como una experiencia artesanal y profundamente emocional.

“Me gustó mucho crear el Espacio de Calma. Pintamos con mucha paciencia y dedicación. Me divertí mucho inventando juegos sensoriales para que el lugar fuera más acogedor y útil”, contó.

También Sheila recuerda lo manual, lo tangible, como algo especial. “No fue solo decorar una sala. Lo que hicimos fue construir entre todos un lugar donde se pueda sentir paz. Los juguetes, los posters, las pinturas… todo fue pensado con amor y compromiso”, dice

Ambas coinciden en que el valor está en los pequeños detalles. En ese rincón cálido, donde cada objeto tiene una intención: calmar, relajar, abrazar.

“Es un espacio hecho con nuestras manos, pero también con el corazón”, dice Ingrid.

Un refugio: en paz y sin juicio

Estefanía lo dice con claridad y madurez: “El Espacio de Calma fue creado con esfuerzo, dedicación, paciencia y valentía. Queríamos ofrecer a nuestros compañeros un lugar donde pudieran ser escuchados sin ser juzgados ni excluidos”.

Ella y sus compañeras sabían que muchas veces los estudiantes atraviesan momentos duros, y que en los preceptorados (a la vista de todos) es difícil encontrar consuelo.

“Pensamos en un espacio más íntimo, seguro y respetuoso. Un lugar donde cada uno pudiera sentirse contenido, acompañado y en calma”, explica.

Sheila refuerza esa idea: “Estamos orgullosos de ver cómo este espacio puede ayudar a las personas a sentirse mejor durante el día. Es un pequeño lugar en la escuela, hecho con amor”.

Y Xiomara, con ternura, dedica un párrafo a la profesora Helvecio. “Siempre piensa en mejorar la escuela y a cada uno de nosotros con sus clases”.

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