Dólar. Dólar.

Desde hace unas tres semanas se mira con preocupación al dólar. Pero antes de la ebullición de estos días las críticas eran porque estaba muy barato, ¿ahora porque su cotización crece? Si los quejosos fueran los mismos, puede desconfiarse de sus motivos. Como fuere, aceleró su tasa de suba y conviene ver por qué, cómo se pretende o puede calmar ese ritmo y si es un movimiento para inquietarse en serio.

Como mínimo puede decirse que hubo conjunción de circunstancias y debilidades. Las circunstancias son situaciones que disminuyen la oferta o aumentan la demanda por divisas. Por ejemplo, menor ingreso de dólares por exportaciones porque se lo adelantó para aprovechar la baja de retenciones a productos del agro y la liquidación cesó el 21 de julio; vacaciones de invierno en las que hubo muchos viajes al exterior; el medio aguinaldo, que implica pesos adicionales en busca de dólares; uno de los típicos tanteos del fin del carry trade y por lo tanto salida de colocaciones en pesos para pasar a divisas; compra de dólares por parte del Tesoro nacional, el mayor demandante del mes pasado; y las Letras Fiscales de Liquidez (Lefi), que sustituyeron a las Lebac y parientes en sacar pesos del mercado, cuyo final significó un aumento de liquidez y por lo tanto más dinero para comprar dólares. Por su parte, la debilidad es esencialmente política, aunque también la hay económica pues la reactivación no es generalizada ni hay toma de empleo formal, por lo tanto generación sostenida de ingresos. Además, las alzas interanuales de la actividad surgen por comparar con un piso muy bajo, el de 2024, y algunas variaciones intermensuales, corregidas de estacionalidad, muestran cierto estancamiento.

Así, el dólar sigue siendo un buen refugio y más cuando la política no ayuda. En particular, pretendiendo limar el superávit fiscal. Sí, es atendible que las cuentas no deben “cerrar” de cualquier manera, pero en Argentina no hay espacio para el déficit. El superávit no es condición suficiente aunque sí necesaria. Jubilaciones, subsidios por discapacidad, docencia, salud, lo que sea, se destruye con déficit. Y no se observa responsabilidad en el Congreso para tener eso en cuenta. Ya hubo intentos el año pasado vetados por el presidente de la Nación y el Congreso no logró insistir por ellos porque diputados de otros partidos acompañaron al gobierno. Hoy el panorama parece diferente. De hecho, parlamentarios que apoyaron vetos ahora votaron por iniciativas de números muy flojos. Para peor, ante posibles alianzas para las elecciones de octubre el gobierno parece pedir rendición a otros partidos más que integración. ¿Qué confianza podría haber sobre la continuidad del superávit, freno a la emisión de dinero, libertad cambiaria, reducciones de impuestos y desregulación?

Por ahora, la situación se está enfrentando secando de dinero el mercado. Para ello, el BCRA subió los encajes bancarios, es decir, el porcentaje de depósitos que las entidades deben guardar y no pueden prestar, bajando la multiplicación monetaria del circuito de depósitos a créditos a depósito del préstamo y nuevo crédito. Menos dinero significa tasas de interés más altas para los depósitos lo que es ayudado licitando letras de buen rendimiento. Se pretende que las colocaciones en pesos disminuyan la demanda por dólares.

Otro camino es el dólar a término, que en realidad es una operación dólar-linked. Se entregan al Central pesos que equivalen a una cierta cantidad de dólares a una dada cotización (la que habría en el futuro) y cumplido el plazo el Banco paga según el precio de ese momento. Si está más alto que el original el inversionista gana por la diferencia, si es menor pierde. Es decir, son operaciones en pesos, no en dólares, pero mientras tanto los pesos salieron del mercado. A eso se le llama, erróneamente, dólar futuro, pero no es lo mismo. En los futuros el “comprador” deposita dinero y día a día se le acreditan o debitan pesos según cómo cambia el precio de la divisa, transacción típica entre privados.

Problemas: las tasas altas atraen ahorros pero encarecen créditos, lo que limita la inversión y complica a los deudores. Aunque el crédito caro no impacta de inmediato en la inversión, si las tasas elevadas persisten sí tendrán ese efecto. Otro, se reactiva el carry trade, que mantiene viva una inestabilidad subyacente que aparece cuando se especula con que llega su final y aumenta la demanda por dólares y la cotización sube más de lo habitual. Uno más, que las liquidaciones de dólares a término implican emisión adicional de dinero si para tentar a operar se ofrece un dólar más barato de lo razonable a esperar.

Las medidas de estos días son de corto plazo, para calmar los mercados financieros, y permiten ganar tiempo. ¿Para qué? Para reconstruir confianza. Algunos elementos ayudan. El segundo semestre suele ser de menor entrada de dólares que el primero, pero en julio la disminución fue exagerada por los cambios en las retenciones y algo afectará agosto. Por lo tanto, pronto debería entrarse en ritmo normal. Por su parte, el BCRA tiene reservas suficientes, aunque no todas sean utilizables, para calmar la divisa si su precio supera el techo de la banda de flotación, hoy en poco más de 1.450 pesos. Además, cerca del techo y teniendo el Banco voluntad y capacidad de vender hay una oportunidad para que quienes hayan apostado a la suba del dólar vendan a su vez lo que bajaría la cotización.

¿Y el factor político? A los tumbos, el gobierno reconoce límites. Así consiguió en el Congreso normas importantes con una bancada muy minoritaria y ahora negocia en distintas provincias. En esos tratos debería priorizar las elecciones de octubre olvidando cualquier enfrentamiento local. Esto último tendrá sentido dentro de dos años si la economía se afirma y para ello requiere más bancas nacionales ahora. El llamado “riesgo kuka” también depende del gobierno. Verlo más serio en sus actitudes ayudaría a ganar confianza.

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