Pusineri cambia los modos, pero tiene una identidad de juego definida para Atlético Tucumán

El entrenador del "Decano" apuesta por un equipo dinámico y pragmático, pero todavía no encuentra un esquema definitivo.

Pusineri utilizó dos esquemas en lo que va del torneo Clausura: el 4-4-2 y el 5-3-2. Pusineri utilizó dos esquemas en lo que va del torneo Clausura: el 4-4-2 y el 5-3-2. Matías Napoli Escalero / Especial para La Gaceta

La mirada platónica del cuerpo humano es útil para pensar cualquier grupo: el ser humano está dividido en tres partes, y cada una se asocia a una función del alma, o a lo que Platón llamaba su esencia. Es decir, aquello que explica por qué las cosas son como son. Según esta visión, tanto el individuo como cualquier colectivo social se estructuran en torno a tres atributos: el pecho, vinculado a la voluntad; el vientre, a los deseos; y la cabeza, a la razón. Esta fórmula puede trasladarse al fútbol. En ese juego, la defensa sería el pecho -la fuerza para sostener un resultado-; el ataque, el vientre -la urgencia del gol-; y la cabeza, el mediocampo. Porque los volantes son quienes administran el juego, tejen los hilos, marcan el ritmo.

Lucas Pusineri parece adherir, consciente o no, a esta concepción. Atlético tiene un “alma” clara: es dinámico, rústico y veloz. La premisa es concreta: lastimar sin necesidad de tener la pelota. Por eso, el DT trabaja con obsesión en la construcción de un mediocampo funcional. Un “cerebro” pragmático, capaz de adaptarse al contexto: saber cuándo presionar y cuándo tocar; cuándo interrumpir y cuándo construir. Leer al rival y al escenario es clave.

Contra Boca y Riestra eligió un esquema más combativo, pero con un mediocampo activo: Adrián Sánchez, Kevin Ortiz y Lautaro Godoy fueron las neuronas encargadas de generar juego y acelerar las transiciones. Los resultados, sin embargo, fueron dispares. Frente al “Xeneize”, logró anular a Leandro Paredes y controlar el plan de Miguel Ángel Russo: misión cumplida. Pero ante los “Malevos”, el mediocampo lució lento, desbordado por la intensidad rival. Y quizá, lo más llamativo, es que solamente cuenta con Guillermo Acosta y Kevin López como variante natural. A este listado se podría sumar a Ezequiel Godoy, un juvenil que todavía no sumó minutos con la Primera.

Estos vaivenes abren interrogantes: ¿tiene Pusineri un mediocampo consolidado? Si no lo tiene, ¿qué le falta para lograrlo? Y si decide cambiar, ¿con qué herramientas cuenta?

A priori, la idea parece innegociable: Atlético no renunciará a su filosofía, sin importar el rival. Quiere imponer condiciones sin adueñarse del balón. Esa premisa puede ser un arma de doble filo: ante equipos que se exponen, se abren espacios; pero ante conjuntos similares, el desafío es encontrar caminos en medio del encierro.

En ese contexto, el DT alternó dos esquemas en lo que va del Clausura y la Copa Argentina: el clásico 4-4-2 y un 5-3-2. Ambos ofrecieron resultados diversos. El primero, utilizado en el Monumental José Fierro, buscó mayor dinamismo por las bandas con Franco Nicola y Carlos Auzqui, aunque evidenció falencias en el retroceso. Esa fue la razón por la que decidió cambiarlo en los encuentros siguientes.

El 4-4-2, no obstante, es la figura que más variantes le ofrece: puede sumar a Ramiro Ruiz Rodríguez, Nicolás Laméndola o al recién llegado Lucas “Pocho” Román. Incluso Mateo Bajamich podría entrar en esa rotación. El gran problema, sin embargo, sigue siendo el mismo: Atlético no logra sostener un volumen de juego constante, ni fluidez en las transiciones. Y, sobre todo, la defensa continúa como punto débil.

Con el 5-3-2, el equipo mostró dos versiones diferentes, aunque con el mismo espíritu: no tiene demasiado la pelota, pero los pases deben ser progresivos y punzantes. Y, además, fortaleció la última línea con la inclusión de Miguel Brizuela, quien comparte zaga con Clever Ferreira y Marcelo Ortiz. Este cambio también potenció a Ignacio Galván, consolidado como pieza clave por la banda izquierda.

El problema del “Decano”, sin embargo, persiste: su juego carece de continuidad y, cuando no logra imponer su ritmo, su protagonismo se diluye en la fricción. Ese será el gran reto del entrenador: consolidar un “cerebro” funcional y peligroso. Una tarea que Pusineri parece decidido a resolver cuanto antes.

Comentarios