“Soy un ejemplo de superación”: el estudiante que pasó de quedar de año a liderar una escuela

Con 18 años, Matías Gallo preside el centro de estudiantes de su escuela en Alderetes y fue uno de los más de 500 jóvenes que participaron del Encuentro Provincial en el Palacio de los Deportes.

DE REPETIR A REPRESENTAR. Matías Gallo, el presidente estudiantil de Alderetes que transformó su camino. / LA GACETA, ANALÍA JARAMILLO DE REPETIR A REPRESENTAR. Matías Gallo, el presidente estudiantil de Alderetes que transformó su camino. / LA GACETA, ANALÍA JARAMILLO

En el Encuentro Provincial de Centros de Estudiantes, realizado en el Palacio de los Deportes, más de 500 jóvenes debatieron con compromiso sobre el futuro de la educación, la salud mental, el deporte y la participación. Entre ellos estuvo Matías Gallo, presidente del centro de estudiantes de la Escuela Media de Los Gutiérrez, en Alderetes. Su historia se destaca no solo por su rol como líder estudiantil, sino también por un camino de superación personal.

Con apenas 18 años, Matías es el referente de sus compañeros; el que escucha y el que organiza. Pero su recorrido hasta ese lugar no fue sencillo. “Siempre fue una lucha”, admite con una sonrisa. En tercer año, incluso, repitió. Pero algo cambió. Y hoy no solo se ganó el respeto de toda la comunidad educativa, sino que además está a punto de cumplir un sueño de infancia: estudiar en Gendarmería Nacional, gracias a una beca que consiguió con el apoyo de un vecino.

EN LA ESCUELA. Matías, con los pies bien en la tierra y una meta clara en el horizonte. / CORTESÍA MATÍAS GALLO EN LA ESCUELA. Matías, con los pies bien en la tierra y una meta clara en el horizonte. / CORTESÍA MATÍAS GALLO

Un punto de quiebre

“En primero y segundo no entendía mucho cómo era todo, me costó adaptarme. Justo empezó la pandemia y me llevé materias, no estudiaba, me la pasaba molestando. En tercero quedé de curso. Fue duro, pero me hizo reflexionar”, recuerda.

El punto de inflexión llegó en cuarto año. “Ahí empecé a mejorar mi conducta y a estudiar de verdad. Me di cuenta de que tenía que hacer algo por mí”, relata. En quinto se sumó al centro de estudiantes como delegado de cultura, lo que significó su primer acercamiento a la participación organizada.

“Muchos no me veían como presidente, algunos incluso me tiraban ‘hate’. Pero los chicos de primero y segundo me hablaban, me pedían cosas, confiaban en mí aunque no era presidente todavía”, dice. Ese respaldo lo impulsó a postularse. Aunque este año no hubo elecciones formales, fue reconocido por sus pares y por su trabajo constante. “Todos empezaron a gritar mi nombre. Siento que me lo gané en la cancha, no con palabras, sino con hechos”, afirma con convicción.

CON SUS COMPAÑEROS. Matías se ganó el cariño de sus compañeros y logró convertirse en presidente del centro de estudiantes. / CORTESÍA MATÍAS GALLO CON SUS COMPAÑEROS. Matías se ganó el cariño de sus compañeros y logró convertirse en presidente del centro de estudiantes. / CORTESÍA MATÍAS GALLO

Voz y acción para transformar

Desde entonces, Matías canaliza los reclamos estudiantiles, como la realización a Semana del Estudiante en su Escuela. “Cuando los chicos confían en vos y te piden algo, no te podés quedar quieto. Solo quiero hacer una linda semana, una buena despedida. Para ellos, nada más”, dice.

Su figura trasciende su curso: estudiantes de primer y segundo año lo reconocen como un referente cercano, alguien que ya vivió sus mismas dificultades y los representa con empatía. “Este es mi último año y quiero dejar algo bueno. Que sepan que alguien los escuchó. Yo no estoy acá por mí: estoy acá por ellos”, expresa.

COMO MODELO. Junto a su compañera, posando con la nueva remera de educación física. / CORTESÍA MATÍAS GALLO COMO MODELO. Junto a su compañera, posando con la nueva remera de educación física. / CORTESÍA MATÍAS GALLO

Un futuro soñado

Su compromiso y constancia no pasaron desapercibidos. Un vecino gendarme, que lo conoce desde chico, le ayudó a conseguir una beca para estudiar en la Escuela de Gendarmería en Córdoba. “Ya me llegó el correo y en enero viajo a Córdoba. Solo tengo que presentar el título”, cuenta con una sonrisa plasmada en su rostro. “Estoy orgulloso porque esa era la meta que yo tenía desde niño y bueno, lo estoy cumpliendo. Poco a poco las cosas se me van dando”, dice.

Además de cursar el sexto año, trabaja como verdulero y vende sánguches de milanesa para colaborar en su casa y ahorrar para el futuro. “Es algo para generar el dinero, una fuente de ingresos que me va a ayudar para el día de mañana. Y ya veremos adelante qué pasará”, explica.

Matías Gallo representa a una generación que no espera que las cosas cambien solas. Él mismo cambió, y con eso, empezó a cambiar también su escuela. Con firmeza y humildad, concluye: “Siento que soy un ejemplo de superación. No sé cómo lo verán los demás, pero aprendí que uno tiene que ser feliz con lo que hace y estar bien con uno mismo, sin depender de lo que piensen los otros. Algo que me define es que no esperé nada de nadie: no necesité de nadie para impulsarme, sino que por mi propia cuenta salí adelante”.

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