Tranvía rural: del paseo de moda a las torturas de un paseo
En este espacio de “Recuerdos” LA GACETA busca revivir el pasado a través de imágenes que se encuentran guardadas en ese tesoro que es el Archivo de LA GACETA. Esperamos que a ustedes, lectores, los haga reencontrarse con el pasado y que puedan retroalimentar con sus propios recuerdos esta nueva sección.
Llamado “la Chorbita”, o “el Trencito”, el tranvía rural que unía la capital con el pie del cerro tuvo corta vida. Fue inaugurado en 1916, el año del Centenario, en el gobierno de Ernesto Padilla, y su declinación ocurrió en 1929-1930. En la imagen que rescató Gustavo Grupalli se aprecia la maquinita Decauville que tiraba cuatro “jardineras” (vagones) abiertos y que entre 45 minutos y una hora salía de la plaza Alberdi, circulaba por Villa Luján y luego desde la “parada 10” (en Mate de Luna al 3.500) enfilaba derecho hasta donde está la rotonda de El Corte por la calzada norte de Mate de Luna-Aconquija.
El trencito acompañó el crecimiento de Yerba Buena en esos tiempos. Así lo cuenta una crónica de LA GACETA del 10 de enero de 1917, titulada “El paseo de moda” donde el cronista dice que la gente acudía “por millares” al cerro, y lo califica como una de las grandes obras del gobierno de Padilla. También lo relata en 1920 Santiago Fuster Castresoy, un periodista de “Caras y caretas” que da cuenta de un atractivo viaje en el “escarabajo con ruedas” o “ferrocarril de juguete”. Los menciona Matilde Silva en la “Historia del municipio de Yerba Buena”.
Pero mantener el servicio resultaría caro para los gobiernos siguientes, y además el avance arrollador de los ómnibus lo haría obsoleto. La crónica “La agonía del tranvía rural”, de LA GACETA del 5 de enero de 1930, informa que el tren, “de aspecto lamentable y agobiado por su propia inutlidad, se arrastra pesadamente por la estrecha vía que limita su acción -nadie le quiere y pocos le precisan-”. Y en una parte de la nota describe que la locomotora echaba una lluvia de agua y fuego, de agua hirviendo y carbones, en lo que constituían “las torturas de un paseo”.







