“Internet es una gigantesca masa de textos, sin una sintaxis jerarquizada”

Hoy en día Beatriz Sarlo está en boca todos por motivos ajenos a su quehacer intelectual, incluida su reciente autobiografía póstuma: No entender. Tal vez por eso mismo sería oportuno recordarla a partir de una vieja entrevista muy actual, lejos de los escándalos y de los espurios intereses de tirios y troyanos.

CONDICIÓN PREVIA. Beatriz Sarlo decía que la capacidad de lectura es necesaria para el acceso a los contenidos culturales y científicos. CONDICIÓN PREVIA. Beatriz Sarlo decía que la capacidad de lectura es necesaria para el acceso a los contenidos culturales y científicos.
20 Julio 2025

En esta charla Sarlo se explaya con agudeza sobre los temas que le interesaban desde siempre, haciendo hincapié en la perspectiva que le aportaban los cambios tecnológicos y científicos que ya amenazaban con transformar la vida cotidiana de manera irreversible años atrás. En el centro de sus preocupaciones, curiosamente, ya estaba Internet, medio gracias al cual, en gran medida, se hizo cuasi famosa, sumando equívoco tras equívoco, para decirlo amablemente.

-En su libro Escenas de la vida posmoderna (1994) usted analizaba los efectos de esa generalización del modo de producción capitalista y del consumo de sus productos al que se da en llamar globalización. ¿Cuáles piensa que son los efectos que ha provocado tal proceso en la cultura?

-Quizás el efecto a más largo plazo sea el que tiene a Internet como un espacio cultural de nuevo tipo: Mercado y red de discursos incontrolables, anárquicos, que el mercado virtual intenta ordenar. Internet es una gigantesca masa de textos, sin una sintaxis jerarquizada, sin una topografía concreta, sin índices ni recorridos preestablecidos. La globalización encuentra en Internet una especie de gigantesca metáfora espacial. Allí está el mercado mundial, que es el rasgo no precisamente cultural que muchas veces pasamos por alto cuando hablamos de cultura. Shopping virtual y espacio académico (donde los académicos cuelgan sus textos buscando una especie de nombradía tan planetaria como improbable), Internet, por ahora, parece responder a todos los deseos, porque a ella se remiten problemas que los Estados no resuelven.

-¿Esos problemas tienen que ver con la crisis cultural de los sistemas educativos?

-En efecto. Me escandalizan los discursos que trasmiten la idea de que Internet es el gran educador, sobre todo porque esos discursos se emiten frente a la crisis de la escuela pública. Sin duda, toda nueva tecnología comunicacional trae cambios muchas veces difíciles de evaluar en el presente. Durante todo el siglo XX los cambios tecnológico-comunicacionales trajeron ampliación del público y emergencia de nuevos públicos. Pero esos públicos deben aprender sus destrezas en alguna parte: la escuela, a comienzos del siglo pasado, produjo el público de los diarios de masas y de las editoriales populares. ¿Quién se hace cargo hoy de una distribución democrática de destrezas? Internet es un campo de posibilidades pero no puede hacer el milagro de inculcar destrezas de lectura y escritura donde no las hay. La capacidad de la lectura a gran velocidad es previa e indispensable para utilizar la red. La gente navega para comprar, mirar películas y escuchar música. En el estado actual Internet refuerza lo que se aprendió en la televisión.

-¿Cuáles serían las reglas, las destrezas y los protocolos cuyo conocimiento son indispensables en Internet?

-A diferencia de un libro, la red no tiene índice ni una tabla de materias, ni un ordenamiento alfabético, ni un standard de disposición de los contenidos. El navegante tiene que hacer su propia hoja de ruta y tener una idea relativamente precisa de lo que va a buscar. Entonces, si bien es reaccionario pensar que con Internet no se expandirá las posibilidades de acceso a contenidos culturales y científicos, de todos modos la capacidad de lectura es una condición previa. En general la red funciona mejor para los hobbies. Navegar por páginas culturales exige más destreza de lo que exige manejar cualquier enciclopedia. Hay muchos obstáculos, trampas, desvíos, ante quienes son pobres desde un punto de vista conceptual y semántico (¡ni quiero pensar en la necesaria destreza ortográfica!). A los avisadores les conviene difundir la idea de que en la red todo es fácil.

-En lo que usted dice se escucha una crítica a las ideologías optimistas respecto de la globalización…

-Frente a la globalización encontramos discursos que establecen las diferencias culturales regionales como la respuesta estratégica de las culturas populares. Siento cierto escepticismo frente a esta especie de equivalencia simple de opuestos: globalizado/regionalizado. Por lo que parece, no habría allí lugar para esa unidad cultural y política que son las naciones modernas, es decir las naciones-estado (no las nacionalidades en un sentido étnico y cultural). Creo, sin embargo que persiste la necesidad de pensar en términos nacionales en un mundo globalizado. Países centrales como algunos europeos, incluso comprometidos profundamente en el impulso unitario de la Unión Europea no han dejado de diseñar políticas culturales específicas, en relación con la lengua, las industrias y el mercado simbólico, etcétera.

-En este contexto, en el que las distancias geográficas se han vuelto irrelevantes, ya que el avance tecnológico tiende a suprimir las coordenadas espacio-temporales y con ello las características de cada región: ¿Qué diferencias encuentra entre las culturas llamadas tradicionalmente populares o nacionales, y la cultura que proponen los medios masivos de comunicación?

-Hoy es difícil decir que existe una cultura popular ajena a las culturas mediáticas. Así como en varios países de América Latina, desde fines del siglo XIX, la cultura popular es, para usar una expresión de Carlo Ginzburg, el encuentro de las prácticas cotidianas con la página escrita que la institución escolar pone en circulación y enseña a manejar, en la actualidad, las culturas populares, en esos mismos países, no existen sino como restos generalizados, retrabajados y devueltos a sus mismos protagonistas por la cultura de los medios audiovisuales. Ellos tienen un pacto de representación de su público, lo repiten en espejo. Más que ensoñación, los medios hoy son una masa informe de realidad, como lo prueban los últimos experimentos con “televisión real”. La oferta de las industrias culturales responde y potencia un deseo de realidad que, en otros escenarios públicos, se muestra como cada vez más evanescente. En efecto, el desvanecimiento del espacio público en las grandes ciudades, la lejanía de las instituciones políticas y la complejidad de los sistemas de representación, parecen buscar una compensación simbólica en la proximidad extrema, en la perspectiva del detalle, la micro-analogía de un real que, de otro modo, parece alejarse precisamente en el juego de abismos posicionales y representativos de los medios. Lo que queda de las culturas populares anteriores a la hegemonía audiovisual, es precisamente esa doble y opuesta tendencia a interesarse en lo más próximo y, al mismo tiempo, fascinarse con lo exótico (geográfico o social).

PERFIL
Beatriz Sarlo nació en Buenos Aires en 1942. Enseñó literatura argentina en la UBA. Dictó cursos en Berkeley, Columbia, Minnesota, Maryland y Chicago, entre otras universidades norteamericanas. Fue miembro del Wilson Center en Washington y “Simón Bolívar Professor of Latin American Studies” en Cambridge. Investigó sobre temas de literatura argentina, nacionalismo cultural y vanguardias, cultura urbana y popular. Desde 1978 hasta 2008 dirigió la revista de cultura y política Punto de Vista. Su obra fue traducida a varios idiomas. Murió en diciembre pasado. El destino de sus bienes es hoy motivo de una disputa judicial.

© LA GACETA

Marcelo Damiani - Novelista, ensayista y docente.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios