La Victoria que incomoda a Milei

Se querían en serio, o eso parecía. Los unía la vocación de poder, la ilusión de una Argentina volcada a la derecha y una verborragia compartida. Javier Milei y Victoria Villarruel vivieron su “primavera” política como compañeros en Diputados, donde sellaron esa sociedad de contrapesos que prometía una fórmula presidencial equilibrada y competitiva. El anarcocapitalista y la conservadora católica se llevaron el premio mayor, pero una vez en la Casa Rosada, las desaveniencias aparecieron con más frecuencia que los besos de recién casados.

“Villarruel llegó a la política para quedarse. Y está buscando dónde cobijarse tras el destierro de La Libertad Avanza que dictaron los Milei. Todavía no lo encontró, pero está tratando de construirlo, aunque le cuesta tomar decisiones. Porque detrás de esa fortaleza aparente, de ese ‘tanque’ que vemos, de esa ‘francotiradora de las palabras’, hay una persona que muestra dificultades para decidir, para armar equipos o para justificar por qué se rodeó durante años de hombres vinculados al terrorismo de Estado, como Alberto ‘Gato’ González. Es, en suma, una mujer con contradicciones: muestra ambición política, pero está aprendiendo a hacer política desde el poder; tiene buena imagen en un sector de la sociedad, pero genera mucho miedo en otros”. La reflexión pertenece a la periodista de investigación Emilia Delfino, quien, entrevistada por Hugo Alconada Mon para LA NACIÓN, describió así las ambiciones de la vicepresidenta.

Delfino, autora de La Generala: Biografía no autorizada de Victoria Villarruel, la vicepresidenta que desafía a los Milei (Planeta), ofrece una investigación necesaria para entender la génesis de la virulencia verbal y el frío polar que hoy enfrenta a las dos máximas autoridades del país. La periodista relata, por ejemplo, que la vicepresidenta nunca logró entenderse con Karina Milei, que los hermanos que dominan la Casa Rosada jamás cumplieron las promesas de permitirle manejar el Ministerio de Defensa y la Inteligencia del Estado, y que la dejaron fuera del armado de listas de candidatos.

Con banca propia

La jefa del Senado está lejos de ser una figura sin apoyo propio. Sectores conservadores de la Iglesia, empresarios y asociaciones civiles identificadas con la extrema derecha nacional impulsaron su figura, ofreciéndole una base de apoyo crucial para acompañar a Milei en la fórmula y, posteriormente, para que pudiera sentar postura con independencia del Presidente. Además, su fundación, el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), que visibiliza y defiende a las víctimas de organizaciones guerrilleras de los ‘70, le asegura un sólido respaldo de este sector y de la “familia militar”.

Tras los cruces y diferencias públicas con el Presidente, algunos sectores que inicialmente apoyaron a La Libertad Avanza, pero que hoy se sienten desilusionados con la dirección del Gobierno, podrían volcar su apoyo hacia Villarruel, viéndola como una opción más “amigable” dentro del espacio. Precisamente, Delfino también cree que los lazos con los Milei están rotos y que, para 2027, la vice buscará otro armado político.

Algunos, para explicar quién es -o puede ser- Villarruel, trazan una comparación por oposición: “no es Gabriela Michetti”, afirman, en relación a la docilidad y dependencia política casi exclusiva que la exvicepresidenta tenía con Mauricio Macri. En el entorno del Presidente, entienden que la mujer que “ellos inventaron” socava el poder del jefe de Estado con armas similares a las del “León”, pero con modos menos groseros, aunque igual de letales. Temen que un sector libertario desencantado se desplace hacia el rostro amable de la líder del Senado, y eso, para los Milei, es imperdonable.

Relaciones peligrosas

La relación entre presidentes y vicepresidentes en Argentina, lejos de ser armónica, ha sido históricamente un foco de tensión y rupturas que impactaron directamente en la gobernabilidad y la estabilidad del país.

Carlos Menem y Eduardo Duhalde marcaron un antecedente temprano de estas fricciones. Aunque asumieron juntos en 1989, las diferencias ideológicas y la ambición presidencial de Duhalde lo llevaron a renunciar a la vicepresidencia para gobernar la provincia de Buenos Aires, gestando una profunda interna peronista. Años después, la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez a la vicepresidencia de Fernando de la Rúa en 2000, en medio de denuncias de corrupción en el Senado, fue un golpe devastador para la credibilidad de la Alianza, debilitando severamente al gobierno y acelerando su colapso en 2001.

La guerra de las retenciones en 2008 evidenció el quiebre entre Cristina Fernández de Kirchner y Julio Cobos. El voto no positivo de Cobos como presidente del Senado contra un proyecto clave para el oficialismo no solo dinamitó su relación, sino que sumió al gobierno en una profunda crisis política, con Cobos transformándose en una figura opositora. Más recientemente, el mandato de Alberto Fernández estuvo marcado por una interna a cielo abierto con su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Las constantes diferencias públicas sobre políticas económicas y judiciales debilitaron la autoridad presidencial, generaron incertidumbre y contribuyeron a la fragmentación de la coalición gobernante, impactando directamente en la capacidad de gestión y en el resultado electoral.

Los enfrentamientos en la cúspide del Ejecutivo son un clásico de la política argentina que, con frecuencia, ha derivado en consecuencias significativas: desde el debilitamiento de la gobernabilidad hasta la renuncia de figuras clave o el quiebre de las coaliciones en el poder. ¿Volverá a suceder?

Contactos con Tucumán

En nuestra provincia también hay desencantos con los Milei. José Macome, por caso, baraja la idea de juntarse con libertarios que quedaron fuera de los afectos del círculo íntimo del Presidente para pugnar por alguna banca en Diputados, por fuera de la estructura de La Libertad Avanza. ¿Habrá algún contacto con la vicepresidenta? Por el momento, Villarruel mantiene diálogo con algunos tucumanos ligados a organizaciones católicas conservadoras y a familiares de ex militares que están siendo juzgados o que están condenados por presuntos crímenes durante la década del 70.

Mientras la centroderecha se difumina como el paisaje tafinisto entre la neblina, el armado de Lisandro Catalán avanza a base de pedidos a Osvaldo Jaldo para que impulse la reforma política y reclamos a la Legislatura para que reduzca su gasto. Con esto, el partido que aquí lidera el vicejefe de Gabinete del Interior de la Nación parece convencido de que su opción es presentar candidatos propios, de rostros nuevos y sin alianzas en Tucumán. Las puertas se cierran para sellar acuerdos con sectores del radicalismo o partidos provinciales afines ideológicamente.

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