

Respeto y educación son los pilares que marca Boris López como fundamentales cuando habla de su restó. Desde un principio supo que quería orientar el lugar hacia lo cultural y lo amistoso, pero en sus inicios no imaginó que llegaría a tener tanta repercusión. En septiembre de 2020, en medio de uno de los confinamientos más duros del mundo a raíz de la pandemia de Covid, Boris –que hoy tiene 32 años– dio rienda suelta a su sueño.
El primer local, ubicado sobre la calle Alberdi al 200, no tenía ni de cerca la presencia que tiene hoy. “Era una casa antigua y no había timbre. Tenías que meter la mano, abrías el picaporte, llegabas al final y recién veías que era un bar”, recuerda Boris con el orgullo propio de quien recorre con la mente los últimos pasos que lo condujeron hasta donde está. Sin embargo, ese espacio estuvo lleno de amigos siempre: afectos que poco a poco fueron creciendo y corriendo la voz y se convirtieron en desconocidos que querían vivir la experiencia Boris.
Casa cultural
El objetivo del restó hoy es convertirse en una casa cultural y por ello todas sus actividades están pensadas como una oferta educativa, de esparcimiento e intercambio. Pero, ¿cómo definen a una casa cultural? Elige nombrarlo como un espacio neutral, donde la gente pueda juntarse a compartir. Habla de un lugar sin etiquetas, sin prejuicios, donde el relax sea siempre la bandera levantada. Casa cultural, no como estructura, sino como sentimiento. “Lo que nos enriquece es la cultura, más allá de que en el mundo estén pasando un montón de cosas en este momento”, explica Boris.
Por eso destaca que lo primero es el respeto. “Nadie te va a juzgar o tener un prejuicio o una etiqueta”, promete. En segundo lugar, menciona la educación como forma de apostar al futuro como sociedad, como si se tratara de una herencia y un propósito por el cual merece la pena trabajar. En ese sentido, Boris –el bar– y Boris –la persona–, se mimetizan: son una extensión el uno del otro y su dueño elige que siga siendo así: un reflejo de su forma de ser y vincularse con el otro.
Talleres y encuentros
Durante los cinco años que Boris abrió sus puertas al público, pasaron entre 300 y 400 artistas de diferentes lugares. Esa es también la apuesta continua del restó, que no cobra entrada para ninguno de sus eventos. Por eso, los calendarios de cada mes se diagraman con anticipación, dedicación y cuidado.
La casa que hoy se ubica en San Juan 1131 recibe a sus invitados de miércoles a domingos, cada día con una propuesta única. Los miércoles son días de alianza en que se unen con otros emprendedores para trabajar en conjunto. Además, el objetivo es empezar a ofrecer experiencias gastronómicas con elaboración de comidas en vivo. Los jueves llega la Boris Session con bandas que pueden ir del rock al reggae o al pop. El viernes empieza la fiesta, no sin antes ver pasar por la escena a dos o tres DJs con música electro que, después de la una, pone ritmo a la fiesta. El sábado regresan los DJs y la propuesta se repite pero esta vez el cachengue es la estrella. Los domingos, para cerrar las energías del fin de semana en modo relajado, suenan artistas de jazz y blues.
Para complementar la experiencia cultural, los tragos de autor y la gastronomía ocupan un rol fundamental. La carta de Boris se renueva cada seis meses y el estandarte de la cocina es preparar sabrosos platos, con buena calidad y a precios accesibles.
“Quiero agradecer a todo mi equipo que me acompaña día a día”, expresa el dueño del local. También invita a los tucumanos a vivir la experiencia Boris, un momento sin igual.
Contacto
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