UNA DÉCADA CAMINANDO JUNTOS. Mauro Sarachian y Ramiro Zárate Gigli regresan esta noche al teatro Alberdi para compartir la evolución lograda con CheChelos.
Hace 10 años, dos músicos que se conocieron en la Orquesta Filarmónica de Río Negro dieron un paso más allá de esa formación y comenzaron a andar juntos un camino como CheChelos.
Cuando Mauro Sarachian y Ramiro Zárate Gigli fueron elegidos Revelación en el Festival de Cosquín de 2017, sintieron que la decisión era la correcta. Al año siguiente ya tenían disco (“Instinto”, al que siguieron otros dos) y vinieron por primera vez a Tucumán a presentarlo. Luego volvieron otras veces y esta noche regresan en el ámbito del Julio Cultural Universitario desde las 20 al teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez), con su repertorio de música folclórica interpretada con dos chelos.
“Esta vez venimos con una propuesta que celebra el camino recorrido, pero que también explora nuevas sonoridades, con un repertorio de nuestra autoría y muchos invitados sorpresa. Además del concierto, traemos una propuesta docente que nos entusiasma mucho: un taller abierto sobre las cuerdas -violín, viola, chelo y contrabajo- en las músicas populares, porque nos interesa compartir no solo lo que hacemos sino cómo lo pensamos, cómo abordamos la tradición desde el presente”, expresa Ramiro para LA GACETA.
Esa capacitación tendrá lugar en el mismo teatro Alberdi, desde las 15, para trabajar “la improvisación, el ritmo, el acompañamiento y, sobre todo, la idea de que se puede habitar el folclore desde el presente sin copiar fórmulas; precisamente, en los alumnos buscamos curiosidad, ganas de probar, de correrse un poco del molde clásico sin perder profundidad”, señala.
- ¿Cómo evalúan esta década como dúo; cuánto y de qué forma crecieron?
- Ha sido un tiempo muy intenso y profundo. Empezamos tocando como teloneros de la orquesta en la que trabajábamos, con una idea muy intuitiva, y hoy nos encontramos con tres discos grabados, giras internacionales, premios y una comunidad que nos sigue y nos inspira. Crecimos como músicos, pero sobre todo como proyecto colectivo: aprendimos a tomar decisiones juntos, a sostener una búsqueda artística común sin perder nuestras voces individuales.
- La pandemia los golpeó justo a la mitad, ¿les hizo replantear algo?
- Sí, fue un momento bisagra. Como a muchos artistas, nos obligó a frenar, a pensar más en profundidad qué queríamos decir con nuestra música, nos mostró la importancia de diversificar el trabajo: además del escenario, empezamos a pensar más en lo pedagógico, en la creación de contenidos, en cómo sostener la identidad del dúo sin conciertos en vivo. Fue duro, pero también fértil.
- ¿Qué les permite la sonoridad de sus instrumentos?
- El chelo tiene una riqueza enorme: puede ser grave, melódico, percusivo, rítmico, hasta cantar como una voz humana. Lo usamos como un instrumento total: lo tocamos con arco, lo percutimos, lo hacemos sonar como un bombo, como una guitarra. Nos permite reinterpretar el folclore desde un lugar distinto, sin perder la raíz pero proponiendo algo nuevo.
- ¿Cuáles son sus referencias musicales?
- Son muchas y muy diversas: del folclore argentino nos inspiran Los Coplanacu, Franco Luciani, Ramiro González, los Hermanos Ábalos, Chango Farías Gómez, Peteco Carabajal, Raúl Carnota, Liliana Herrero... Pero también artistas como Yo-Yo Ma, Kronos Quartet o el dúo 2Cellos. Nos gusta tomar elementos de distintos mundos y combinarlos con nuestra raíz.
- En tiempos de retroceso del apoyo cultural de parte de la Nación, la Universidad Nacional de Tucumán sostiene este evento. ¿Cómo lo evalúan?
- Lo valoramos profundamente. Que una universidad pública siga apostando al arte, a la música y a la formación cultural es un acto de resistencia y de construcción de futuro. La cultura es del pueblo con el pueblo; valoramos el apoyo, más también creemos en nuestra fuerza como emprendedores y las ganas del publico de apoyar con su presencia. Nos sentimos agradecidos y comprometidos con esa visión.







