El insomnio tiene género: qué dice la medicina sobre las mujeres que no pueden descansar

El insomnio tiene género: qué dice la medicina sobre las mujeres que no pueden descansar

Mientras debatimos sobre paridad y derechos, hay una desigualdad cotidiana que pasa de largo: el sueño. Una de esas diferencias silenciosas, pero igual de impactante, es la calidad y cantidad de descanso entre hombres y mujeres. Sí, las mujeres duermen menos. No por falta de ganas, sino porque la vida –biológica, social y doméstica– no les da tregua. Menos horas de descanso, peor calidad de sueño y un cuerpo que muchas veces no puede apagarse del todo, ni siquiera cuando el día termina.

Las diferencias en el sueño entre hombres y mujeres no son solo culturales. También son fisiológicas. “Hay trabajos científicos que avalan esas diferencias. No se sabe muy bien por qué dormimos distinto, pero lo hormonal influye mucho”, explica la neuróloga Daniela Graci, coordinadora de la Unidad de Epilepsia y Trastornos del Sueño del Hospital Avellaneda. Y en esa frase se abre un mundo.

Durante la vida, el cuerpo de una mujer pasa por fluctuaciones hormonales que no solo modifican estados de ánimo, ciclos y energía, sino también la calidad del descanso. “menstruación, embarazo, postparto y menopausia… todo eso termina afectando el sueño. Si sumás las horas que duerme una mujer a lo largo de su vida y las comparás con las de un hombre, el promedio marca dos horas menos por día”, señala la especialista.

Dos horas menos cada día, durante años. Multiplicas eso por décadas y tenés una epidemia silenciosa de fatiga crónica, niebla mental. Y, en algunos casos, enfermedades.

Además de dormir menos, las mujeres duermen peor. “Hay una fase clave del descanso que se llama sueño REM. Es la etapa que permite consolidar recuerdos, procesar emociones y limpiar el cerebro de toxinas”, explica Graci. Esa etapa, en las mujeres, suele estar más comprometida. ¿La consecuencia? Mayor predisposición a enfermedades neurodegenerativas como demencia o Alzheimer. De hecho, según Graci, “estas patologías son más frecuentes en mujeres que en hombres”.

Durante el embarazo, por ejemplo, el descanso va cambiando según el trimestre. En el primero, gracias a la progesterona, el descanso puede ser más profundo. Pero no se ilusionen: eso dura poco. En el segundo, el cuerpo empieza a incomodar. Y en el tercero, las piernas inquietas, las posturas imposibles y los despertares nocturnos hacen que la cama parezca una cabina de avión en clase turista. “En el posparto, directamente no hay sueño fisiológico. Hay despertares cada tres horas por la lactancia, déficit de hierro que altera aún más el descanso, y un cuerpo que no logra volver a su ritmo normal”, describe la neuróloga.

Cuando duerme el bebé

Dormir “cuando duerme el bebé” suena bien en teoría, pero choca contra la realidad. Desde el punto de vista médico no es tan sencillo: “el sueño adulto tiene una arquitectura distinta al del recién nacido; no podés entrar en fase profunda en tan pocos minutos, ni despertar y volver a dormir como lo hace un bebé”, advierte Graci.

Lo más complejo es que el sueño perdido no se recupera. “No es que si no dormiste anoche, hoy dormís diez horas y estás bien. El cerebro necesita dormir en su momento, porque es durante el sueño cuando se ‘baña a sí mismo’. Es el único momento en que elimina metabolitos tóxicos del pensamiento del día anterior”, dice Graci.

Es decir: si una mujer no durmió bien, no solo está cansada. Está intoxicada. Y si además debe sostener una familia, un trabajo, una casa o cualquier tipo de responsabilidad cotidiana, tiene que tomar decisiones con un cerebro sucio. Literal.

Entonces no es casual que haya más mujeres cansadas, más ansiosas, con fallas cognitivas, más mujeres olvidando las llaves, un cumpleaños o su propia dirección. “El insomnio y la ansiedad se retroalimentan. No sabés qué fue primero, pero terminás atrapada en un ciclo sin salida: dormís mal, estás irritable, no podés concentrarte, eso te da más ansiedad, dormís peor…”, explica la especialista.

Lo que también llama la atención es que hoy, incluso las infancias están durmiendo menos. “Duermen dos horas menos que hace un siglo, por el uso de pantallas. Se cree que ese déficit tiene relación con el aumento de casos de TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad)”, advierte Graci.

Las mujeres, además de tener una predisposición biológica a dormir menos y peor, enfrentan una distribución desigual de las tareas de cuidado en el hogar. ¿Soluciones mágicas? No existen. Menos pantallas, menos carga mental, más licencias posparto, más redistribución de tareas, más conciencia de que dormir no es un lujo, es un derecho. Y quizás también apps que, en lugar de contar pasos y horas, contemplen variables como el ciclo menstrual

Dormir no debería ser un acto de rebeldía. Pero en este mundo, para muchas mujeres, cerrar los ojos ocho horas seguidas sigue siendo un privilegio. O un sueño imposible.

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