La máscara de El Eternauta se convirtió en un símbolo de resistencia La máscara de El Eternauta se convirtió en un símbolo de resistencia El Destape
11 Mayo 2025

El Eternauta no es la primera pieza audiovisual en Argentina que plantea el enfrentamiento entre dos bandos en una atmósfera futurista. En 1969, se estrenó la inigualable película Invasión, dirigida por Hugo Santiago y con argumento de Borges y Bioy Casares. Un grupo de hombres liderados por el anciano Don Porfirio quieren detener una invasión a la ciudad Aquilea. Los invasores introducen una curiosa maquinaria –autos, camiones, aviones y barcos– con el objetivo de dominar de forma masiva a la población. La resistencia se organiza para defender Aquilea. Más que una película fantástica, Invasión explora un argumento metafísico. Hugo Santiago –junto al guionista Jorge Luis Borges– ha logrado una película filosófica. El lento avatar de la invasión despierta la eterna angustia de los hombres en los momentos aciagos. El director condensa el coraje, el miedo y el vértigo intemporal que acecha a los hombres desde siempre. Con osadía, Invasión inicia de manera inusual, en Argentina, la breve tradición de un cine que cruza la atmósfera fantástica, el crimen y la hipótesis metafísica. Acaso estos elementos se integran, de otra manera, en la serie dirigida por Bruno Stagnaro.

 El Eternauta comparte con Invasión la creación de un futuro en el que una diversidad de seres malvados buscan dominar a los habitantes de una gran ciudad. La primera escena muestra a tres chicas que están en un barco en el Río de La Plata y que sufren un misterioso ataque. El cielo está teñido por auroras boreales, manchas verdes que anticipan un tiempo ominoso, el ataque de seres de otros planetas.

El Eternauta narra la odisea de un grupo de amigos que deben sobrevivir a una lluvia tóxica que se parece a la nieve. El grupo está conformado por Juan Salvo, el mítico personaje de la historieta de Héctor Oesterheld y Solano López, el tano Favalli, el ruso, Omar y Lucas. Juntos se enfrentan a la lluvia mortal. El primero que cae muerto es el ruso. Del resto, uno de los que se destaca es Favalli, un ingeniero que descubre que la tecnología vieja –anterior al mundo digital– es la llave para salir del escenario horroroso. Favalli es el que al principio se niega a la solidaridad. Atrapado por la ética individualista, no quiere salir de su casa y sostiene que allí rigen las leyes de su hogar. Muy pronto acepta enfrentar el desafío exterior de forma colectiva y se une a los otros, quienes deambulan por la ciudad en una camioneta vieja, símbolo de un tiempo mejor. Omar, el flaco que viene desde Estados Unidos, se enamora de Inga, una venezolana que se salvó por azar de la lluvia tóxica. Lucas, el bancario que le debe al ruso y que se alivia cuando el otro se muere, será uno de los primeros en modificar su comportamiento por el efecto de una fuerza desconocida. Esta fuerza también afectará a Clara, la hija de Juan Salvo y Elena.

El primer episodio quizás sea el que tiene más problemas a la hora de trabajar el tempo narrativo, pero el resto de los episodios hilvana de manera más articulada el desarrollo de la trama.

Si bien la historieta está asociada a la ciencia ficción, podríamos decir que la serie une elementos propios del género con el terror. No son pocas las escenas que trafican con el estrés del miedo, la amenaza asociada al poder de lo sobrenatural sobre los cuerpos.

Juan Salvo, encarnado por el actor Ricardo Darín, es más grande que el personaje imaginado por los autores de la historieta. Pero las diferencias no solo tienen que ver con la edad. La serie propone un héroe que vive en otro tiempo: el Juan Salvo de la serie ha sido soldado en la guerra de Malvinas, y en la búsqueda de su hija Clara sufre alucinaciones, que funcionan como adelantos o anticipaciones de un futuro dramático.

El mayor acierto audiovisual es la invención de una ciudad sometida por la nieve tóxica y la destrucción masiva. Los planos generales de los espacios urbanos blanqueados por la lluvia infinita merecen atención: las calles inundadas por las montañas blancas, los rotos autos apilados, el subte desolado, los edificios derruidos, el muro de vehículos arrumbados, los grupos humanos en tránsito hacia una salida colectiva. Estos planos configuran el escenario de la desolación. La ciudad distópica de El Eternauta del siglo XXI se podría relacionar con los modos que tenemos de leer las atrocidades del capitalismo: las guerras silenciosas, los virus asesinos, las plagas del hambre, los gases sobrenaturales; en síntesis, la destrucción anómala que se ha vuelto natural en nuestro siglo.

El Eternauta traza un mundo según el modo de la utopía negativa; esta se parece al modo de las distopías mayores del siglo XX y es uno de los hallazgos de la serie.

Aunque trastoca algunos elementos y personajes de la historieta de Oesterheld y López, la serie mantiene el dilema central y ofrece una atmósfera pesadillesca. La historia de la historieta ha sufrido diversas alteraciones: el propio Oesterheld modificó el primer guion, ya que la segunda versión de la historia fue publicada con el arte expresionista y experimental de Alberto Breccia en 1969 y con un guion reformulado por el escritor debido a los aprietos políticos. La prístina historia de El Eternauta ha mutado desde su origen, y la serie difundida por Netflix no hace otra cosa que reescribir la trama, tal como lo había hecho Oesterheld durante su vida.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Escritor, guionista, profesor de Estética del cine en la UNT.

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