La elección del nuevo Papa: "León XIV carga una pesada responsabilidad espiritual y también política"

El doctor en Derecho Público, profesor de Derecho Eclesiástico y Canónico en la Unsta, Félix Alberto Montilla Zavalía analiza para LA GACETA el papel espiritual y político del nuevo papa León XIV. Destaca su misión de mantener el mensaje revolucionario de Cristo, su vínculo con América Latina, su formación en Derecho Canónico y el desafío de guiar a la Iglesia frente a críticas humanas y ataques espirituales.

La elección del nuevo Papa: León XIV carga una pesada responsabilidad espiritual y también política
08 Mayo 2025

Por Félix Alberto Montilla Zavalía

Doctor en Derecho Público, profesor de Derecho Eclesiástico y Canónico

La elección de un nuevo Pontífice renueva la promesa de Jesucristo que su Iglesia continuará hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28, 20) y es un motivo de alegría profunda para la universalidad de cristianos. El Papa, encargado de conducirla en la unidad con el resto de los Obispos, carga una pesada responsabilidad espiritual y, también política, pues nó sólo tiene autoridad –y jurisdicción- para influir sobre los fieles cristianos del orbe, sino que también sobre los poderes de los mandatarios del mundo.

Pero así como sus poderes son muy extensos y repercuten en las almas, del mismo modo ello genera una gravísima responsabilidad, espiritual y, lógicamente, política.

El oficio de Pontífice es una pesada carga, y la más pesada de la cristiandad. No sólo ha de ser el centro de imputación y críticas provenientes de los actores políticos/culturales/económicos de la mundanidad, muchas incausadas o insustanciales, sino que además de los propios cristianos que, por nuestra diversidad y la propia libertad que nos reconoce Dios y que la Iglesia acepta, también le proferimos igualmente, con razones o sin ellas. Pero a todas esas conductas humanas, preocupantes para cualquier hombre medianamente cuerdo, está el peligro mayor: las tentaciones y las acechanzas de las fuerzas sobrenaturales del mal –del diablo y sus legiones- que centran con intensidad sus ataques a la figura del Papa por ser el mismísimo Vicario de Cristo.

Es por ello que los Papas, como ha insistido Francisco, necesitan tanto y tan seguido de la oración. El Papa, en cuanto ser humano, termina siendo el más frágil de todos porque los ataques a los que es sometido son muchos más en cantidad y en intensidad.

Esto hace que un Papa siempre sea, por un lado, cuestionado, aún sin razón; y por el otro lado sea idolatrado, también sin razón. Tiene detractores y tiene adeptos que le adulan, y todo ello para confundirle en su ministerio.

Sin embargo también cuentan con elementos espirituales divinos que vienen anexos al oficio de Pontífice, el auxilio colegial de los Obispos, las oraciones de la universalidad de cristianos y sobre todo, con la gracia que imprimen los sacramentos que ha recibido –bautismo, confirmación y orden- y que recibirá –confesión y eucaristía-. De allí saca sus fuerzas para mantener a la Iglesia de Cristo lo más unida que pueda, y logra que mediante su gobierno espiritual la salud de los fieles se acreciente.

Pues bien, eso es lo principal: el Papa es un hombre, pecador, expuesto a múltiples acechanzas que apuestan malograr su gobierno, pero que tiene a su mano elementos espirituales que le permiten sortear esas acechanzas y cumplir con su función de dirigir a la Iglesia según un modelo, revolucionario, ya pautado por Cristo y contenido en los Evangelios.

El Papa en si es un revolucionario siempre. Pero cuando hablamos de revolución no nos referimos a la política. No. Claramente no. Nos referimos al contenido propio del mensaje cristiano que consiste en la concreción del amor filial por sobre el egoísmo en el marco de ciertos mandatos morales objetivados en las Escrituras. Eso es lo revolucionario, pues el reino de Cristo no es de este mundo, es espiritual.

No esperemos entonces, como lo procuraban los israelitas de la época de Cristo, un Papa que haga una revolución política o mundana.

Y en ese sentido todos los papas han sido revolucionarios, en mayor o menor medida. Son veinte siglos en los que se actualiza el mensaje evangélico de la Iglesia gracias a la autoridad del Pontífice y la acción de los Obispos que le guardan obediencia.

En León XIV no esperemos algo distinto. Porque la iglesia es conservadora en cuanto al mandato revolucionario de Cristo. Tiene que mantenerlo, y, sin dudas, ha de mantenerlo, porque el núcleo esencial de aquella doctrina Cristiana es la misma desde siempre y lo será hasta el fin de los tiempos.

Prevost claramente ha de imprimir en su gobierno un sello personal, lo que es lógico. Es un sacerdote vinculado a la América hispana, que ha vivido una realidad eclesial parecida a la de Francisco pero desde una diócesis periférica en el Perú –Chiclayo-, y se diferencia de él en cuanto a su formación académica, pues se ha especializado en el Derecho Canónico, que brinda una impronta más formalista a la vida eclesial, pero no por ello despojada de la Caridad que siempre eleva a la función judicial dentro de la Iglesia. El jurista canónico tiene una vocación a concretar la justicia en la sociedad.

Su paso por la Curia Romana, como Prefecto del Dicasterio para los Obispos, durante el pontificado de Francisco, además, le han permitido tener la experiencia de gobernar desde la urbe a la orbe.

Auguramos a la Iglesia de León XIV la misma felicidad de la que goza desde que Cristo la instituyó en Pedro.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios