La industria del videojuego está rompiendo una barrera psicológica: el precio base pasaron de U$S60 a U$S70. Este cambio, iniciado en 2020 por Take-Two con NBA 2K21, fue adoptado luego por Sony en sus exclusivos y ahora analizado por Microsoft y Nintendo. La inflación, mayores costos de desarrollo y el cambio del modelo de negocios justifican este incremento del 16%, según las empresas.
Electronic Arts (EA) emerge como voz discordante en este panorama. Durante su último reporte financiero, el CEO Andrew Wilson confirmó que mantendrán los precios actuales, argumentando que su modelo diversificado (que va desde free-to-play hasta ediciones Deluxe) les permite absorber costos sin trasladarlos íntegramente al consumidor. Sin embargo, analistas señalan que esta postura podría ser temporal, dependiendo de las presiones del mercado.
El aumento genera divisiones entre los jugadores. Mientras algunos aceptan pagar más por experiencias más pulidas, otros denuncian que muchos juegos a U$S70 siguen incluyendo microtransacciones agresivas y contenido recortado para venderlo después como DLC. Este debate se intensifica en mercados emergentes, donde el alza representa un porcentaje aún mayor del salario promedio.
Alternativas como Game Pass de Xbox o PS Plus Premium ganan atractivo en este escenario, ofreciendo catálogos completos por menos del precio de un juego nuevo. No obstante, la industria insiste en que los títulos "premium" deben mantener su valor, comparándose con otras formas de entretenimiento como el cine o los streaming services.
El verdadero test llegará con los próximos lanzamientos estrella. Si consumidores rechazan masivamente los U$S70, las compañías podrían verse forzadas a reconsiderar su estrategia. Por ahora, EA juega una arriesgada apuesta al resistirse a la tendencia, mientras el resto de la industria observa atentamente cómo reaccionan los jugadores ante esta nueva realidad económica.







