Marty Baron: “Nuestro presidente ha olvidado que tenemos la Primera Enmienda”

Marty Baron: “Nuestro presidente ha olvidado que tenemos la Primera Enmienda”

El ex editor de The Washington Post afirma que el lugar estratégico que ocupa la prensa lo tiene para descubrir lo que realmente está sucediendo en el gobierno y en la sociedad.

Marty Baron, el legendario ex editor del Washington Post.

Referencias a Juan Pablo II aparecen en múltiples esquinas del casco histórico de Cracovia. Placas que señalan el lugar donde vivía cuando era estudiante, la universidad a la que asistió, la cripta en la ofició su primera misa (en la que habló de “Totus tuus”), el banco de la iglesia a la que iba a rezar, el santuario que conserva la sotana con sangre y agujeros de bala del atentado que sufrió en 1981. Camino junto a Marty Baron, el legendario ex editor del Washington Post, y el periodista tucumano Ricardo Kirschbaum, editor general de Clarín, por una calle oscura que nos lleva al Palacio de los arzobispos, donde vivía Karol Wojtyla cuando era obispo de Cracovia. Baron fue, probablemente, el periodista que causó los mayores dolores de cabeza al Papa polaco cuando en 2002 impulsó la investigación que reveló los casos de pederastia, por parte de decenas de sacerdotes, que encubrió el arzobispo de Boston durante casi 20 años. En el final de la calle nos topamos con una enorme puerta con barrotes de hierro y un candado que nos impide el paso. “Estamos perdidos”, reconoce Raquel González, directora para Iberoamérica de Wan-Ifra e improvisada guía con un GPS en su celular que no nos lleva a ninguna parte.

La escena es una buena metáfora para lo que nos pasa a muchos en un mundo tan acelerado y cambiante. Marty Baron, uno de los periodistas más reconocidos del mundo, recibe infinidad de preguntas de los interlocutores que cada día se le acercan como si buscaran un gurú que los oriente. Y una respuesta habitual en él es “no sé”. Una lección de humildad doblemente valiosa en tiempos en los que proliferan quienes creen –o pretenden- saberlo todo. De eso, en buena medida, trata el nuevo libro que Baron tiene en mente. Intentará describir la anatomía de esa ola de ignorancia inconsciente combinada con soberbia y violencia desinhibidas que caracteriza a los nuevos tiempos. Y de la que deriva un rechazo visceral a las instituciones que construyen conocimiento (las universidades, los espacios de debate, la ciencia, la prensa).

“No soy tan taciturno ni tan adusto, y creo que tengo sentido del humor; eso sí, externamente me hace lucir mejor de lo que luzco”, contesta, entre risas, cuando le preguntan cómo se siente al verse reflejado en el personaje interpretado por Liev Schreiber en Spotlight, ganadora del Oscar a mejor película en 2016.

Finalmente encontramos nuestro camino al hotel, y al día siguiente Marty Baron sube al escenario del congreso de Wan-Ifra. Le preguntan qué debe hacerse cuando es el gobierno el que ataca al periodismo, intentando socavar su credibilidad y, finalmente, su existencia. “Lo primero que debes hacer –arranca- es mantener tu misión. No dejes que los ataques te desvíen del motivo por el cual estás allí. En Estados Unidos, nuestro presidente ha olvidado que tenemos la Primera Enmienda, que consagra la libertad de prensa, así como distintos tipos de libertad de expresión. James Madison, al referirse a la Primera Enmienda, habló de la necesidad de examinar libremente las medidas públicas. El lugar estratégico de la prensa libre en Estados Unidos lo tiene para mirar detrás de la cortina y debajo de la superficie, para descubrir lo que realmente está sucediendo en nuestro gobierno  y en nuestra sociedad en su conjunto. Debemos hacer nuestro trabajo independientemente de las presiones. Lo segundo que pienso es que debemos exigirnos los más altos estándares posibles –no podemos dar munición a quienes pretenden destruirnos- porque no sobreviviremos sin la confianza de nuestro público. Por último, creo que debemos cambiar la forma en que nos comunicamos con el público. Encontrar la manera de hacerlo exitosamente para brindar a la gente lo que necesita y merece saber”.

¿Y qué es lo que necesita saber? “Todos los días los periodistas, y quienes dirigen las redacciones, tienen que preguntarse  cuál es el mayor valor que podemos aportar. Qué oportunidad perdimos hoy, cómo lo compensaremos y qué vamos a hacer mañana. A veces se trata de un valor utilitario que ayuda a los lectores en su vida práctica. Otras, es un valor más intangible. Cuando estaba en el Post aumentaban las suscripciones porque fiscalizábamos la gestión de Trump. Los suscriptores compartieron nuestro lema –“la democracia muere en la oscuridad-“. Es una idea que la gente quiso apoyar, no solo un producto que quiso comprar. Debemos enfatizar cuál es nuestra misión, quiénes realmente somos, cuál es nuestra alma. Y luego demostrar que tenemos el coraje para cumplir lo que prometemos”.

La última pregunta que le hacen apunta a los riesgos –y eventualmente las oportunidades- que trae la Inteligencia Artificial. “Hay –y sobre todo habrá- tantos audios, videos y textos falsos, tantas cosas que se fabrican instantáneamente con un enorme potencial de daño, que creo que nuestra industria todavía no se ha movido para estar a la altura del fenómeno. La IA es una herramienta que ayuda a mejorar la eficiencia de procesos pero debemos poner el acento, y en eso estamos mal equipados, en lidiar con la multiplicación de la falsedad”.

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