Carlos Duguech
Analista internacional
En la ONU el Vaticano es un “Estado observador”. Excepto el derecho al voto en la Asamblea General (AG), se le atribuyeron todos los otros derechos a partir de 2004. La singularidad de que este “Jefe de Estado”, el papa Francisco, haya sido el que más países visitara a lo largo de su gestión, comparada con los otros jefres de Estado del mundo, y que por la naturaleza especifica de su gestión de cabeza de una conformación religiosa de 1.400 millones de personas, genera expectativas sobre asuntos mundiales.
En sus 12 años de pontificado alcanzó a realizar un total de 47 viajes de su apostolado allende las fronteras del Vaticano. Fueron 66 los países que lo recibieron: 26 en Europa, 18 en Asia, 10 en África, y 12 de toda América. Ya lo expresamos antes: su no visita a la Argentina fue, en suma, un gran servicio que le brindó al país. Se entenderá, con resignación, seguramente.
Minorías católicas
Francisco recorrió casi medio millón de kilómetros visitando cinco continentes. En sus itinerarios incluyó países donde el catolicismo es una minoría. Claro, además del sentido apostólico de su condición de jefe de la Iglesia Católica, sus viajes despertaban expectativas por esa condición de líder no sólo de los fieles de la Iglesia. En suma, en el panorama internacional Francisco era un líder mundial con un carisma que despertaba, al inicio, curiosidad. ¡Nada menos que un papa latinoamericano, argentino, y hasta hincha de fútbol! Importaba su visión de la muy cambiante situación de las relaciones entre países y sectores internacionales. Incluidas, por supuesto, las guerras y los comportamientos humanos.
El primer viaje
Como los cuatro de Colón al continente americano, los 47 viajes del Papa por el mundo arrancan con uno, el del “descubrimiento”, que extraña a muchos analistas. ¿Qué descubrió un Bergoglio devenido papa, desde el fin del mundo? ¿Por qué Lampedusa, una isla muy pequeña cerca de Sicilia? Y nada menos que su primer viaje fuera del Vaticano, apenas a cuatro meses de haber sido consagrado en el papado ese sorprendente 13 de marzo de 2013. Sin titubeos, el papa Francisco puso atención sobre un tema muy doloroso ligado al Mediterráneo, esa tumba de agua para desesperados y fracasados migrantes africanos. Tal vez esa cercanía con el Mediterráneo, desde su nuevo lugar en el mundo, motivó al papa a uno de los más expresivos gestos, un “urbi et orbi” que ponía el acento en uno de los dramas con más frecuencia en el mundo: las víctimas mortales por las numerosas migraciones desde el continente africano deseosas de alcanzar playas europeas. Y Lampedusa, casi a mitad de camino entre los continentes africano y europeo era la “pausa” obligada en las endebles embarcaciones que desde Túnez o Libia avizoraban las “playas salvadoras” de Europa. Este primer viaje del papa Francisco daba la tónica que impregnaría del sentido de su gestión desde ese sitial del Vaticano: no sólo misión apostólica por los católicos del mundo sino de un encumbramiento político mundial de ese privilegio de ser recibido y aplaudido con devoción por unos y por marcado interés, por otros. Qué sino eso mismo buscaba y hallaba cuando sus viajes lo llevaban a países donde el catolicismo es minoría entre otras confesiones. En una expresión suya se condensa el espíritu que lo animaba a emprender algunos viajes. “Hay que ir a la periferia si se quiere ver el mundo tal cual es”. Y, pese a sus problemas de salud, se dispuso a un viaje “a las periferias”: eligió Indonesia. El país con la mayor cantidad de musulmanes del mundo. El catolicismo apenas algo menos del 3%, y los cristianos del protestantismo, el 7%. Hay una particularidad: el ateísmo y el agnosticismo -sorprende– no se aceptan y solo seis religiones se reconocen: Islam, protestantismo, catolicismo, hinduismo, budismo y confucionismo. Igualmente sus viajes a Nueva Guinea, Papúa, donde la religiosidad en todas sus expresiones incide en la vida de esos pueblos donde el cristianismo es mayoría, aunque el catolicismo es una parte de las confesiones cristianas. Sri Lanka, visitado en 2015, de una población budista en su mayoría y donde los católicos son sólo el 6%. Aun más “riesgosa” su “visita pastoral” a Azerbaiyán y Georgia. ¿Y el catolicismo?: ni siguiera alcanza el 1%. Pero visitó mezquitas, oró con líderes suníes y chiitas musulmanes.
¿Era el Obispo de Roma y el papa de la Iglesia católica? Claro que sí, pero ejerció con la conciencia del vasto poder que tenía. Con el que operaba desde su gestión en favor de necesidades del mundo, independientemente de su condición de pastor de la iglesia, de sumo pontífice En 2019 los Emiratos Árabes recibieron su visita con honores, donde los católicos apenas rozan desde abajo el 1%.
Claro, entre sus lugares preferidos, Tierra Santa. En tres ocasiones (2014, 2016 y 2023). Sus visitas y su gestión centradas en la necesidad de la paz en la región, con apelación a todos los factores intervinientes en la problemática. Esa que arranca desde 1947 con la resolución de la ONU de la “Partición de Palestina” (la del Mandato para Gran Bretaña). Y la resuelta conformación de dos países: Israel y Palestina. Y Jerusalén con un tratamiento especial. Desde hace 78 años, nada menos.
Ningún jefe de Estado
De todos los mandatarios de los distintos países del mundo que tienen algún grado importante de relevancia en el contexto de las relaciones internacionales y la paz del mundo, esa tan reiterada expresión y a la vez tan amenazada por una descomunal, absurda y grotesca escalada militar, el papa Francisco sobresale por su gestión, país por país. Es un líder con una acción pastoral y además política que se vale de su imagen y comportamiento en la vinculación con propios (los católicos del mundo) y extraños. Francisco sobresale. Hasta horas antes de morir cuando en esas pascuas del domingo que antecede a la madrugada en que se cierra definitivamente de su pontificado expresó: “es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la población y, de modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz».
Según informa el Jerusalén Post, el gobierno israelí borró un posteo de X del pésame por el papa Francisco temiendo repercusiones políticas. La decisión plantea interrogantes sobre las relaciones interreligiosas. Aparte de una declaración del presidente Isaac Herzog, quien expresó sus condolencias al mundo católico y la esperanza de que “su recuerdo inspire actos de bondad y esperanza para la humanidad”, el primer ministro Benjamin Netanyahu y el ministro de Relaciones Exteriores, Gideon Sa’ar, guardaron notable silencio, sin emitir ningún comentario ni tuitear sobre el fallecimiento del Papa. Lamentable torpeza.
La “guerra tibia”
Precediendo a la “guerra fría” que enfrentó a los que en la Segunda Guerra Mundial (IIGM) eran “aliados” contra el poderío de la Alemania nazi, sus dos rendiciones incondicionales se dieron en días y lugares diferentes. La primera en Reims (Francia) el 7 de mayo de 1945. Enterado, y enojado, Stalin requirió la otra rendición para lo que Eisenhower fue a Berlín, ciudad en la que se hizo en la medianoche del 8 de mayo el tratado definitivo. En esas idas y vueltas, a fuego lento, se entibiaba el clima que con el tiempo perdió la “esa amable tibieza de los aliados” y devino -luego de unos años- en la muy tensa y riesgosa “guerra fría”. En esta semana se cumplen 80 años del fin de la IIGM. No aprendimos. El mundo, en alto riesgo.









