Los largos plazos de espera para quienes necesitan un trasplante de órganos o los prolongados tiempos de prueba que requieren los psicofármacos constituyen aún hoy graves obstáculos, a pesar de los enormes avances de la medicina. Y cuestan, no pocas veces, las vidas de miles de personas. La pandemia fue una evidencia contundente al respecto.
Ante esta situación, algunos han comenzado a pensar en la posibilidad de crear cuerpos humanos vivos, sin las redes neuronales que les permitan pensar, sentir o sufrir dolor. Se trata de producir “cuerpos de repuesto”. Se plantea que estos cuerpos podrían proveer de los órganos a quienes los necesitan y ser objeto de investigación para la creación de fármacos y de otras necesidades de la medicina.
Suena a ficción y recuerda no pocos relatos y películas, entre las más famosas: “Frankestein”.
¿Es posible? Y si lo es, ¿qué garantías hay para que la propuesta efectivamente signifique la creación de receptáculos humanos “no humanos”? y ¿qué resguardos se prevén para que no traspase todos los límites de la ética y se conforme en un “mercado” de esclavos destinados a ser extirpados?
Charlesworth y Nakauchi, en un reciente artículo de la MIT REview sugieren que podrían cultivarse cuerpos en laboratorios a partir de avances tecnológicos recientes, como el de las células madre pluripotentes, un tipo de células que pueden imitar el desarrollo de embriones humanos reales. En este camino podrían generarse todo tipo de células de un organismo adulto. Ello, unido a las tecnologías de úteros artificiales, haría posible el desarrollo de embriones y fetos fuera del cuerpo humano.
Estas tecnologías deberían articularse con técnicas genéticas para evitar el desarrollo del cerebro en esos cuerpos. Posibilidades éstas que superan ampliamente la imaginación de Mary Shelley (autora de Frankestein) y de cualquiera de sus colegas a la hora de imaginar mundos posibles.
Con ambos recursos serían posibles los llamados “bodyoides”: cuerpos (¿humanos sin cerebro?) para la provisión de insumos médicos.
Otra alternativa – tal vez menos inquietante y cuestionable- sería la de generación de órganos a partir de las propias células del paciente para evitar reacciones inmunológicas. Y en este caso, se podrían probar tratamientos y medicamentos con mayores posibilidades de éxito debido a las coincidencias genéticas.
Vale aclarar que lo que aquí describimos hasta ahora se mueve en el plano de las presunciones porque no se sabe si los embriones podrían llegar a desarrollarse como personas vivas, si podrían hacerlo fuera del útero y ,sobre todo, si podemos hablar de cuerpos humanos sin cerebro, cuando es precisamente el cerebro el que nos hace humanos, comanda nuestros cuerpos y hace posible nuestras vidas humanas.
De todos modos, las previsiones abren una vasta dimensión de interrogantes éticos.
Si el avance de la medicina es incuestionable, tanto en el plano científico como en el ètico: salvar vidas, el problema son los recursos para lograrlo. Se trata de jugar con la vida humana para hacer una suerte de humanoides cuyo estatuto como sujetos e individuos de la especie queda en una nebulosa. Y, más aún, pone en tela de juicio el estatuto central del cerebro humano; disocia cuerpo de psiquis alimentando una milenaria cadena de dilematizaciones entre cuerpo y “alma” o “espíritu”. Recordemos que a lo largo de la historia el argumento de sujetos que carecían de “alma” o con “capacidades cognitivas inferiores” fue uno de los argumentos centrales de los procesos de esclavitud, dominación, colonización y se constituyó en justificación de exterminio, denigración y explotación de millones de seres humanos a quienes se les negaba el estatuto de tales para constituirlos en meras herramientas e instrumentos de producción económica o de servicio de otros humanos.
Sin duda el desarrollo tecnológico que permita salvar vidas y favorezca mejores condiciones de existencia a quienes sufren enfermedades no puede ponerse en cuestión.
Pero lo que no puede dejar de debatirse es el cómo y el hasta dónde. Para crear los “bodyoides” se necesitarán células madres: ¿cómo se regularán esas “donaciones”? ¿ Quién podrá afirmar a ciencia cierta que estos “cuerpoides” (como podríamos traducir el término) serán sólo un órgano que funciona? Y si el órgano funciona, ¿no está vivo? ¿ Qué quiere decir “vida” en este contexto? Si en columnas anteriores hemos señalado la importancia de analizar científica y rigurosamente la definición de capacidades humanas “asignadas” a la IA tales como “pensar”, “interpretar”, ”empatizar”, a las puertas de la creación de esta supuesta especie similar a la nuestra, pero constituida sólo de cuerpos, habrá que definir claramente qué concebimos como vida. No olvidemos que los órganos de nuestro cuerpo están vivos mientras ”funciona” y está “vivo” el cerebro. En la antesala de este nuevo escalón disruptivo: ¿qué significan la vida humana y sus derechos esenciales?
Ahora, el gran “futuro”: ¿qué hacemos con los bodyoides desde la ley? Porque, seamos sinceros, nuestras normas de hoy no tienen ni idea de cómo manejar algo así; ¡fueron escritas pensando en gente, no en cuerpos 'a pedido' sin cerebro!. Legalmente, ¿qué serán?, ¿Objetos?, ¿Algo intermedio?. Ahí está el peligro: en ese limbo legal donde no son nada definido, son el candidato perfecto para convertirse en simples 'repuestos' sin derechos, listos para usar y tirar. Ya nos rompemos la cabeza con qué reglas ponerle a la inteligencia artificial, ¡imaginémonos con esto que parece ser carne y hueso exclusivamente! Hay que apurarse a poner las reglas del juego bien claras, antes de que esto se nos vaya de las manos y terminemos tratando algo que se parece demasiado a nosotros como si fuera una simple herramienta más, olvidándonos de lo que realmente está en juego.
Por Alejandro Urueña. Ética e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Diseño de Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial. Abogado. Magister en Inteligencia Artificial. Insignia de Asignación Ejemplar (Instituto Tecnológico Massachusetts) XPRO Diseño y Desarrollo Productos Servicios de Inteligencia Artificial. Actualmente cursando Maestría en Ciencias de datos Universidad Austral.
María S. Taboada: Lingüista y Mg. en Psicología Social. Prof. de Lingüística General I y Política y Planificación Lingüísticas de la Fac. de Filosofía y Letras de la UNT.






