San Martín y una noche con todos los condimentos: de la visita de "Chiqui" Tapia al gol de Martín Pino

El "Santo" vivió una jornada intensa y cerró con un triunfo 2-0 contra Colegiales que lo deja en lo más alto de la zona A.

GRITO DE GOL. Martín Pino buscará volver a celebrar esta tarde frente a Ferro. GRITO DE GOL. Martín Pino buscará volver a celebrar esta tarde frente a Ferro. Foto de Diego Aráoz/LA GACETA.

Vivió una jornada eléctrica, de esas que parecen tener todos los condimentos de una película: suspenso, emoción, giros inesperados y un final feliz. Desde la sorpresiva visita matutina de Claudio “Chiqui” Tapia hasta el cabezazo decisivo de Martín Pino, que selló la victoria, fue un día lleno de contrastes y emociones intensas para San Martín de Tucumán. El cierre fue perfecto: un contundente triunfo 2-0 contra Colegiales y la cima de la tabla como premio.

La llegada del presidente de la AFA generó revuelo entre los hinchas. Algunos lo recibieron con entusiasmo, otros con escepticismo. Pero mientras afuera se hablaba, adentro, el equipo de Ariel Martos tenía un objetivo claro: volver a hacerse fuerte en La Ciudadela, contra un rival que llegaba en alza, con tres victorias consecutivas.

Sin embargo, el primer tiempo fue un espejo sin reflejo. Ambos equipos se estudiaban demasiado, la pelota iba de un lado a otro sin profundidad, y las llegadas al área eran tan esporádicas como imprecisas. Un par de cabezazos sin dirección de Pino fueron lo más destacado de una etapa inicial que no ofrecía señales de lo que vendría.

Fue en el complemento cuando todo cambió. Primero, lo insólito: un corte de luz dejó el estadio a oscuras. Pero los hinchas, lejos de impacientarse, encendieron los flashes de sus celulares, tiñendo la tribuna de luces y expectativa. Como si se presintiera que lo mejor estaba por venir. Y así fue.

Martos metió un cambio clave: sacó a Matías García y mandó a la cancha a Jesús Soraire, quien volvió a tener minutos y se transformó en el director de orquesta. El ex Banfield se paró como volante central y, con precisión y visión, comenzó a filtrar pases que rompieron líneas y desacomodaron a la defensa de Munro.

Fue a través de una jugada colectiva iniciada por Soraire que llegó la apertura del marcador. El volante tocó con Hernán Zuliani, que abrió para Gabriel Hachen. El zurdo envió un centro preciso y allí apareció Franco García, el más punzante hasta ese momento, para conectar de cabeza y marcar el primero. “Wachi” venía siendo el gran generador de peligro con su gambeta y desborde por las bandas. Solo le faltaba el gol para completar una noche consagratoria, y lo consiguió.

A partir de ahí, Colegiales se volcó al ataque, y en ese desorden dejó espacios que San Martín no perdonó. Esa misma contundencia que lo acompaña durante todo el torneo volvió a decir presente para sostenerlo en lo más alto.

Un gol de otro partido

Cuando parecía que el libreto ya estaba escrito, llegó una escena final digna del cine. Un despeje largo de Federico Murillo cayó detrás de la defensa. Pino, más atento y rápido que Emilio Di Fulvio, aprovechó el pique, la dejó rebotar y metió un cabezazo quirúrgico, de esos que parecen ir en cámara lenta. La pelota besó el palo y entró con dramatismo, completando una obra de arte inesperada.

Cada rincón del estadio celebró ese segundo gol como una liberación. La tensión acumulada por los minutos sin emociones y la amenaza latente de que Colegiales pudiera complicar la noche se disiparon por completo.

El hincha volvió a cantar con el alma y a abrazarse con desconocidos. No obstante, el triunfo también sirvió para consolidar una idea de juego.

 Así, San Martín volvió a ganar en su casa, recuperó la sonrisa y se afianzó en la cima.

Ahora, le toca esperar no solo el resultado de su escolta, sino también un duelo clave en la próxima fecha, que lo enfrentará con otro protagonista del torneo.

La noche fue perfecta. El equipo cumplió en la cancha y los hinchas se fueron con el corazón lleno. Hubo goles, hubo luces (y sombras), decisiones acertadas y momentos inolvidables. San Martín vivió de todo… y terminó arriba. Literal y emocionalmente.

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