Mateo Bajamich hizo el primer gol para Atlético. DIEGO ARÁOZ/LA GACETA
Así, sí. Hoy si fue una final para Atlético Tucumán. Lamentablemente no para clasificar a los playoffs, como le hubiese gustado a la multitud que se llegó ayer al Monumental para alentar a este renovado “decano”. Y digo renovado porque además de cambios de nombres propios (solamente repitieron González, Brizuela, Ferrari y Sánchez) anoche hubo otra actitud, esa que se le había reclamado al equipo en Mendoza.
El elenco tucumano, anoche, se reencontró con su gente y con su orgullo en una noche cargada de tensión, necesidad y fútbol. Después de la dura caída frente a Godoy Cruz, que no solo dolió por el resultado sino porque selló la eliminación del torneo, el equipo de Lucas Pusineri mostró una inesperada capacidad de reacción. En apenas 48 horas, y con muchos retoques en la formación inicial, el “Decano” le plantó cara a Independiente y se quedó con tres puntos que sirven para limpiar la imagen y lo sacan de la zona roja del descenso en la tabla de promedios.
El partido, que se había suspendido por lluvia hace 12 días, encontró a los equipos en realidades distintas. En aquel momento, Atlético soñaba con la clasificación y el “Rojo” llegaba como líder, apremiado por el calendario que lo obligaba a jugar el viernes en Tucumán y el martes en Paraguay por Copa Sudamericana. Pero el paso del tiempo cambió el contexto. El equipo de Avellaneda, que viene de igualar con Riestra, llegó más apretado que aquel viernes y con la obligación de ganar para seguir peleando el primer lugar de la zona, eso sí, desde hace rato con la mirada puesta en los octavos de final y sabiendo que todo se definirá en la última fecha frente a Rosario Central, en una especie de mano a mano en el “Gigante de Arroyito”.
Lo cierto es que en el José Fierro se jugó como una final. Fue un encuentro disputado, con emociones, ritmo y momentos para ambos. Independiente a contramano de lo que se creía , vino a especular y ofreció resistencia, pero Atlético tuvo el fuego interno de los equipos que se saben en deuda. La gente, que colmó las tribunas con más expectativa que esperanza, respondió con apoyo y terminó celebrando con euforia una actuación convincente, de las mejores en semanas.
Los “11” que plantó Pusineri en cancha supieron cambiar silbidos e insultos, por aliento. Ayer hubo un acuerdo tácito, una tregua entre todos los presentes para empujar la embarcación hacia zona segura. Las elecciones, las agrupaciones, el mercado de pases, todo puede esperar: ayer el equipo debía ganar y eso pasó.
Los cambios propuestos por Pusineri oxigenaron a un plantel golpeado. Se notó otra actitud, mayor compromiso, y sobre todo, hambre de revancha. El líder en ese aspecto fue Guillermo Acosta, el capitán fue el motor de los tucumanos y justamente en sus pies nació el único gol del partido. El “8” pescó una pelota en el círculo central y puso a galopar a Ramiro Ruiz Rodriguez, que como en los viejos tiempos les ganó a todos en velocidad y tiro un centro atrás que encontró a Mateo Bajamich que definió con tranquilidad.
1-0 y tranquilidad. A fin de cuentas, se trató de un triunfo con valor simbólico y práctico: Atlético pudo dejar atrás la decepción del lunes, y además consiguió salir de los puestos de descenso, un objetivo urgente en esta etapa del año y que deja cualquier especulación de lado.
El punto exacto de ebullición llegó a las 22.45, cuando Leandro Díaz pudo marcar el 2-0 que sentenció la historia.
El triunfo trajo alivio en un momento complejo y devolvió cierta paz a un vestuario que parecía haber perdido el rumbo. Ahora el foco estará en Lanús, el sábado, para cerrar el torneo con dignidad y empezar a pensar en la segunda mitad del año con otros ánimos. La noche fue completa: el equipo ganó, la gente acompañó y la ilusión, aunque herida, encontró algo de consuelo al cortar la racha dolorosa de partidos sin ganar.








