23 Abril 2025
“Recen por mí”, pedía siempre Francisco al despedirse. Y este miércoles, las cerca de 20.000 personas que hicieron fila varias horas debajo del sol, tras sortear vallados varios y controles con detectores de metales y soportar el caos que suele haber cuando las mareas humanas son imponentes, no lo defraudaron.
Personas de todas las generaciones y nacionalidades, muchos italianos, claro, pero también mexicanos, rumanos, polacos, hindúes y, por supuesto, argentinos llenos de orgullo por ese Papa del fin del mundo muchas veces no comprendido en su patria, inundaron la zona del Vaticano para despedirlo e ir a rezar por él.
La fila para llegar a rendirles tributo a los restos de Francisco, expuestos bajo la sombra del Baldaquino y muy cerca de la tumba de San Pedro, en la basílica, fue creciendo con el paso de las horas. Tanto es así que extendieron el horario de cierre del templo, el cual estaba previsto para las 24 locales.
Aunque no se vieron las escenas de ríos humanos de hace veinte años, después de la muerte de Juan Pablo II (1978-2005), cuando la gente hacía 17 horas de cola desde Castel Sant’Angelo para darle el último adiós al papa polaco y casi no se podía caminar por la Via della Conciliazione. El fervor de los presentes, sin embargo, era muy similar.
Miles de personas se congregaron en la Plaza de San Pedro para despedir al papa Francisco, entre ellos numerosos argentinos conmovidos por la pérdida. Agustín, un argentino residente en Alemania, viajó más de mil kilómetros para rendir homenaje a quien consideraba un referente espiritual. Vestido con una bandera argentina, relató su viaje desde la Selva Negra y cómo su presencia simbolizaba también la de su familia y su país. En la fila conoció a Josefina, una periodista que, emocionada, recordó haber presenciado la última bendición del Papa en Pascuas.
Los testimonios de quienes asistieron resaltan la transformación que Francisco generó dentro de la Iglesia. Josefina expresó su orgullo por el papel del Papa argentino, destacando su apertura hacia colectivos históricamente excluidos y su compromiso con la justicia social. Norma, una enfermera argentina que vive en Italia, lo describió como un hombre que no ocultó su fragilidad y que, a pesar de no haber visitado Argentina, dio todo de sí como líder espiritual.
El homenaje también reunió a turistas argentinos como Gustavo y Cristal, quienes lo recordaron como el “Papa del pueblo”, valorando su humildad, su cercanía con los más necesitados y su lucha contra abusos dentro de la Iglesia. A su vez, visitantes de otras nacionalidades, como los mexicanos Alonso y Ana Paula, destacaron el impacto global de su pontificado y lo definieron como un líder moderno, valiente y humanista que dejó una huella imborrable.
La emoción fue compartida también por numerosos italianos que acudieron a la basílica para dar el último adiós. Marinella, Rosanna y Pietro, entre otros, coincidieron en subrayar el carisma y la humanidad del Papa, lamentando que no haya logrado su anhelo de alcanzar la paz mundial, pero reconociendo su influencia espiritual. La esperanza de muchos es que su legado inspire al próximo pontífice a seguir por el camino de la inclusión, la humildad y la paz.
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