El cónclave se iniciará el 7 de mayo.
Tras la muerte del papa Francisco, el mundo católico vuelve su mirada al Vaticano, donde los cardenales se preparan para celebrar un nuevo cónclave, ese antiguo y solemne proceso en el que se elige al nuevo líder de la Iglesia. Mientras crecen las expectativas por saber quién será su sucesor, vale la pena recordar cuáles fueron los cónclaves más veloces y cuáles los que pusieron a prueba la paciencia de toda la cristiandad.
El cónclave más corto: la elección de Pío XII en 1939
El récord del cónclave más breve del que se tenga registro pertenece a la elección de Eugenio Pacelli como Papa Pío XII. Ocurrió en marzo de 1939, en un contexto especialmente delicado: Europa estaba al borde de la Segunda Guerra Mundial y la Iglesia necesitaba un líder con urgencia.
El cónclave duró apenas un día y tres escrutinios. El entonces secretario de Estado del Vaticano y hombre de confianza de Pío XI fue elegido con una amplia mayoría, sin grandes sorpresas ni disputas internas. Su popularidad entre los cardenales, su diplomacia y su rol clave durante el papado anterior lo convirtieron en una opción casi indiscutida.
El cónclave más largo: 1.002 días de encierro
En el extremo opuesto está el cónclave que siguió a la muerte del Papa Clemente IV en 1268. Lo que debía ser un proceso de días o semanas se convirtió en una odisea de casi tres años. Reunidos en la ciudad italiana de Viterbo, los cardenales no lograban ponerse de acuerdo debido a divisiones políticas internas y la presión de reinos europeos.
La situación se volvió tan desesperante que, según la tradición, los habitantes de Viterbo encerraron literalmente a los cardenales bajo llave (de ahí viene la expresión cum clave, “con llave”) y llegaron a reducirles la ración de comida e incluso a quitarles el techo del edificio para acelerar la decisión bajo el sol, la lluvia y el frío. Finalmente, en 1271, eligieron a Gregorio X, quien después reformó el procedimiento para evitar futuros estancamientos tan extremos.
Cónclaves modernos: más breves, más organizados
Desde aquellas épocas medievales, la Iglesia implementó reformas para agilizar el proceso. Hoy en día, los cardenales electores —menores de 80 años— se encierran en la Capilla Sixtina y celebran votaciones dos veces por la mañana y dos por la tarde. El procedimiento es más eficiente, aunque sigue revestido de simbolismo: desde la fumata negra que indica un voto fallido, hasta la fumata blanca que anuncia “Habemus Papam”.
En 2013, por ejemplo, el papa Francisco fue elegido tras solo cinco votaciones en dos días, uno de los procesos más rápidos de la era moderna.
¿Qué pasará ahora?
Con la muerte de Francisco, la atención se centra una vez más en Roma. Los cardenales deberán elegir a un sucesor que no solo encarne la continuidad o renovación de la Iglesia, sino que también esté a la altura de los desafíos globales: guerras, crisis migratorias, escándalos internos, secularización y nuevos modelos de familia.










