Vieron al papa Francisco en Río y recuerdan el “hagan lío” que marcó a una generación

Las tucumanas Luz Villafañe y Alexia Isasmendi estuvieron presentes en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en 2013. Tras el fallecimiento del Papa, reviven aquel momento histórico en Brasil.

VISIÓN DEL PAPAMÓVIL. Francisco se desplaza durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013. / ARCHIVO VISIÓN DEL PAPAMÓVIL. Francisco se desplaza durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013. / ARCHIVO

Estaban en los primeros años de su juventud, y tenían muchas preguntas y pocas respuestas. Crecieron en comunidades católicas, pero ver al primer Papa latinoamericano y argentino las movilizó más allá de lo esperado. A once años de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro de 2013 y en medio de la conmoción por el fallecimiento de Francisco, jóvenes tucumanas que estuvieron ahí reviven aquel momento como una experiencia que les transformó la fe y la mirada sobre el mundo.

EN EL TEMPLO PRINCIPAL DE RÍO. Una escena de la Jornada Mundial de la Juventud en la ciudad carioca. / ARCHIVO EN EL TEMPLO PRINCIPAL DE RÍO. Una escena de la Jornada Mundial de la Juventud en la ciudad carioca. / ARCHIVO

Luz Villafañe tenía 17 años, cursaba el último año del Colegio e Instituto Nuestra Señora de Montserrat, y vivía en un barrio donde todo se compartía: la capilla, la misa y los sueños. El 13 de marzo de 2013, cuando el mundo escuchó por primera vez el nombre del nuevo Papa, ella y sus vecinos no lo dudaron: ese mismo día, después de misa, decidieron que harían todo lo posible para ir a la JMJ de ese año.

“Tuve que hacer el permiso para poder cruzar la frontera como menor de edad y renuncié al viaje de egresados para ir a Brasil”, recuerda hoy Luz, con 29 años. Aquella elección, motivada por la fe y la emoción colectiva, la marcó para siempre. “Era impresionante ver a tantos jóvenes reunidos por la fe. Francisco nos decía ‘hagan lío’ y era justo lo que queríamos escuchar a esa edad. Nos sentíamos acompañados”, expresa.

El recuerdo está intacto en Luz: dormir con otros jóvenes en la playa de Copacabana, soportar el frío de la vigilia y sentirse parte de un evento “muy argentino”, como lo define. “Caminar por Río era como caminar por mi casa: todo era celeste y blanco. Todos querían ver al Papa. Fue hermoso”, describe.

CON EL MAR COMO TELÓN. Las jóvenes en la playa de Río durante JMJ de 2013. / ARCHIVO CON EL MAR COMO TELÓN. Las jóvenes en la playa de Río durante JMJ de 2013. / ARCHIVO

Aunque no pudo estar en primera fila, el destino le dio una sorpresa. “Estábamos resignados por el frío, nos íbamos a casa cuando, de repente, el Papa pasó en el Papamóvil a cinco metros de nosotros y nos saludó. Sentí que fue él el que salió a buscarnos”, manifiesta.

Para ella, Francisco fue un líder valiente y prudente, “que trató de hacer todo políticamente correcto pero sin dejar de darle coraje a los jóvenes”. Hoy forma parte del Movimiento de los Focolares, en Mariápolis, una comunidad católica que busca vivir el amor al prójimo de forma concreta. “Francisco me enseñó que Dios no está arriba, sino al lado nuestro”, dice.

La noticia del fallecimiento la descolocó. Pero Luz elige quedarse con una certeza que la reconforta: “en el movimiento no decimos que alguien falleció, decimos que llegó al paraíso. Francisco terminó su camino. Nos dio su último mensaje: construir la paz. Y ahora está descansando. Lo vamos a recordar así”.

Un lugar para los jóvenes en la Iglesia

Algo similar le pasó a Alexia Isasmendi, que tenía 24 años cuando vivió una de las experiencias más conmovedoras en la Jornada Mundial de la Juventud. Viajó con un grupo de compañeros del movimiento católico Palestra, al que pertenece desde hace más de 15 años, y con jóvenes de la parroquia Cristo Rey.

CONTINGENTE. El grupo de Palestra en la Jornada Mundial de la Juventud de 2013. / ARCHIVO CONTINGENTE. El grupo de Palestra en la Jornada Mundial de la Juventud de 2013. / ARCHIVO

Aunque el grupo venía organizando el viaje desde antes, la elección del papa Francisco en marzo de ese año fue el impulso que los motivó definitivamente. “Nos generó muchísimo entusiasmo. Era la oportunidad de verlo de cerca. Para nosotros, que estábamos en Tucumán, no era lo mismo que para quienes vivían en Buenos Aires y ya lo conocían”, cuenta Alexia.

Una de las experiencias más fuertes fue el encuentro con Francisco en la Catedral de San Sebastián, organizado por la Pastoral de Juventud Argentina. Tuvieron que salir a las cuatro de la mañana para asegurarse un lugar. “No todos pudieron entrar, pero los que sí lo hicimos nos llevamos grabado ese ‘hagan lío’ que nos dijo. Fue como si hablara directamente a cada uno de nosotros, no a una multitud”, recuerda. También lo vio pasar en el papamóvil: “fue lo más cerca que lo tuvimos y fue emocionante”.

“Me impactó fue ver a tantos jóvenes siguiendo a Jesús, con alegría. Me marcó la forma en que el Papa hablaba: con claridad y con sencillez. Sentí que él reflejaba a Jesús con sus gestos concretos y su forma de mirar al otro. Él fue ese pastor con olor a oveja, como él decía”, señala. “Transformó la manera en la que vivo mi fe: entendí que se puede hacerlo con gestos simples y reales, con compromiso con los demás”, dice Alexia, que tiene 36 años.

PLAYA COLMADA. El paisaje de la costa carioca durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013./ ARCHIVO PLAYA COLMADA. El paisaje de la costa carioca durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013./ ARCHIVO

Al enterarse de la noticia del fallecimiento, un mensaje de un amigo que no es creyente fue el primero en llegar. “No entendía nada hasta que entré a Twitter. Ahí lo confirmé. Fue un golpe, una mezcla de tristeza y de recuerdos. Me trajo a la memoria todo lo vivido en Brasil. Sentí una especie de gratitud por haberlo conocido y escuchado”, relata.

“Francisco nos abrió las puertas de la Iglesia. A los jóvenes nos dio un lugar. Para mí, dejó una huella inmensa. No me gusta usar la palabra privilegio, pero sí fue una gracia haber estado ahí. Porque él nos enseñó a mirar al otro con dignidad, y eso me acompaña hasta hoy, como periodista, como docente y como persona”, concluye Alexia. Tanto ella como Luz coinciden por separado en que ese encuentro en Río de Janeiro les cambió la vida y en que si pudieran decir algo hoy al Papa, la palabra que saldría de sus labios sería “Gracias”.

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