UN RECORRIDO POR SU HISTORIA. Ariel Martos habló sobre sus inicios y, también mencionó el desafío de dirigir a San Martín de Tucumán. Captura de video.
Ariel Martos caminó durante años los pasillos del club como quien transita su propia casa. De niño, como vivía cerca, prácticamente estaba todos los días en La Ciudadela. Ahí “mamó” el amor por los colores, vio brillar a un equipo que lo enamoró y fue alimentando un sueño que mucho tiempo estuvo en su inconsciente.
Años más tarde, cuando la ilusión de ser futbolista se desvaneció, eligió otro camino: formar en inferiores, sembrar su semilla en la Reserva y aprender en silencio al lado de varios entrenadores. Sin embargo un día, tras el derrumbe deportivo más duro de los últimos tiempos, le tocó subir al escenario mayor. Hincha desde la cuna, con el corazón atado a la tribuna y los ojos puestos en el banco, Martos pasó de alentar con la garganta a dirigir con el alma. En su primera vez al frente del plantel profesional, el sueño dejó de ser un deseo infantil y se volvió parte de la historia grande de San Martín.
- ¿Cómo llegaste a ser DT? ¿Cómo fue ese proceso sin haber jugado de manera profesional?
- Jugué, jugué, jaja. Jugué en Central Norte hasta los 18 o 19 años. Debuté a los 16 y me agarró una pubalgia, que en ese momento era algo nuevo y no tenía los tratamientos que tiene ahora. Eso me impedía seguir jugando de manera normal, y como tenía un amigo que trabajaba en una escuelita de fútbol, que me veía medio bajón, me invitó a que fuera a darle una mano. Ahí comenzó todo, ayudándolo a él y trabajando con los más chiquitos. Después pasé a UTA con Omar Marchese y más adelante, cuando Emilio Luque asumió en San Martín, presentamos un proyecto y ahí comenzó mi camino en el club.
- ¿Cuándo dijiste esto es lo que yo quiero para mi vida?
- Lo que me despertó la vocación fue ir a colaborar con mi amigo. Me gustaba compartir con los chicos, enseñarles. Tenía alma de docente y sentía que mi pasión por el juego podía canalizarla desde ese lugar. Primero lo vi como un hobby; lo disfrutaba. Eso para mí no era un trabajo. Hice el curso de entrenador, pero no me veía como DT de un equipo de Primera. Una vez, la mamá de un alumno que tenía me dijo que no subestimara la veta del fútbol porque hacía muy bien mi trabajo; y eso fue como un clic para mí. Dejé de verlo como un hobby y empecé a proyectarlo de otra manera. Comencé a ponerme objetivos y a capacitarme. Eso sí, nunca me costó porque como dice el refrán, “el que trabaja de lo que le gusta, no trabaja”.
- ¿Esperabas que esta chance se diera ahora?
-Sí, lo intuía. Son cosas que te nacen de adentro. No tenía un objetivo marcado de cuándo, pero sentía que este era el momento de hacerme cargo del plantel profesional.
- ¿Y no pensaste, después de lo que pasó el año pasado, que tenías más chances de quemarte?
- Y… Era un momento difícil, pero también conozco el club, sé lo que es San Martín y sentía que era mi momento. Sentía que estaba preparado para agarrar ese fierro caliente. Fue algo interno, no lo planifiqué y tampoco lo pensé demasiado. Siempre digo que los tiempos de Dios son exactos, ojalá que el tiempo me dé la razón.
- ¿Qué entrenadores fueron tus referentes?
- No hay uno en particular, aprendí mucho de todas las personas con las que compartí. Nombrar a uno sería injusto, porque siempre alguien te deja algo. Lo importante es estar abierto a seguir aprendiendo, tener la humildad de saber que en esto nunca se termina de crecer ni de aprender, y escuchar. A mí me gustaba mucho el manejo de grupo que tenía “Cacho” Sialle, los códigos que él tenía. Es de la vieja escuela, pero siempre digo que no todo lo viejo es malo ni todo lo nuevo es bueno. Sialle me dejó muchísimo.
- Fuiste ayudante de Sialle, de Frontini, de Tempesta y de Flores, ¿quién tuvo mayor impacto en la forma que tenés de ver el fútbol?
- Y… pasa que a mi idea siempre la tuve clara. Siempre supe lo que me gustaba ver de mi equipo.
- ¿Y cuál es tu idea?
- Soy medio reiterativo, pero soy un enamorado del San Martín del ‘88. Era un equipo que jugaba muy bien al fútbol, con mucha entrega, que era protagonista de local y de visitante. Uno iba a la cancha sabiendo que San Martín ganaba y la expectativa era saber por cuánto. Era un equipazo, y muchas de las cosas que yo veía en ese equipo trato de reflejarlas en los míos. Claro que con el tiempo uno va viendo cosas nuevas y las va incorporando.
- ¿Y con qué DT coincidiste más en la idea?
- Cacho tenía cosas del buen juego; por eso me sentía identificado. De Darío Forestello me gustaba la intensidad de sus equipos y Pablo (Frontini) me parece un gran entrenador. Aprendí mucho de él, sobre todo en la parte humana: muy honesto, frontal con el jugador, muy sincero y justo a la hora de tomar decisiones. También me dejó mucho.
- ¿Qué tan importante es eso a la hora de tomar el mando de un grupo?
- Para mí es fundamental, no comparto persuadir al grupo desde el autoritarismo. El jugador es muy inteligente y se lo convence desde la capacidad y el conocimiento, no desde la imposición. Y yo no le tengo miedo a la relación entrenador-jugador, siempre y cuando se mantenga el respeto. El límite siempre es el respeto.
- ¿Qué significó para vos el tiempo que pasaste en inferiores?
- Prácticamente nací hincha de San Martín. Mi viejo me llevaba desde muy chico a la cancha. San Martín siempre fue pasión pura. Vivía cerca del estadio, iba a ver los entrenamientos, los partidos… Salvo el tiempo en el que iba a la escuela, el resto estaba en el club. Después me tocó llegar a trabajar en club y esa es otra función. Y para ser entrenador tuve que salir del papel de hincha, porque si no, no puedo hacer bien mi trabajo.
- ¿Costó eso?
- Al principio cuesta, después no. Lo sentimental para algunas cosas sirve y para otras no tanto. Muchas veces, cuando uno toma decisiones, tiene que dejar de lado lo sentimental porque hay que ser honesto con el jugador y con el grupo. Además, si pensás como hincha no mirás el partido con objetividad. Y si no lo hacés así; San Martín siempre va a ser el que juega mejor, el que merece ganar.
- ¿Cómo cambió tu vida desde que sos DT de San Martín?
- Y… tal vez me conocen un poco más jaja. Sí hay cosas que ya no puedo hacer, como ir a jugar al fútbol con mis amigos los fines de semana; y los tiempos ya no son los mismos. Esta función, si la tomás de manera profesional, es muy demandante. Y con mi grupo de trabajo lo tomamos así. Incluso el tiempo que antes compartía con mi hijo hoy escasea. A mí me gusta estar con él, pero bueno, es mi trabajo, es lo que tengo hoy en día y también lo que disfruto. Estoy haciendo lo que siempre quise hacer y en el lugar en el que siempre soñé estar. No quiero desaprovechar esta oportunidad.
- ¿Ya te acostumbraste a la presión y al estrés que genera el fútbol?
- No sé si soy del todo consciente de lo que estoy haciendo, pero al principio me costó bastante. Siento que de a poco me voy acomodando y acostumbrando a lo que esto genera.
- ¿Cómo trabajas para lograr que el equipo juegue como vos querés? ¿Qué sentís que le falta?
- Al ser un grupo nuevo buscamos hacernos fuertes desde atrás y creo que lo conseguimos. Nos volvimos un equipo difícil en defensa y cuando los resultados acompañaron, empezamos a trabajar en darle más volumen de juego al equipo. Tenemos jugadores de buen pie, sería contradictorio tener esos intérpretes y buscar otra idea. Aparte coincide con lo que yo siento y quiero ver en la cancha. Trato de volcar mi idea, de explicarla y de convencer al jugador de qué es lo mejor para el equipo. Y creo que cuando las cosas empiezan a salir, el jugador también lo empieza a ver. Tengo la suerte de contar con un grupo muy comprometido, con jugadores experimentados y jóvenes que tienen una entrega absoluta y una honestidad de trabajo tremenda.
- ¿Sos de hablar mucho?
- Lo justo y necesario. Soy muy respetuoso de los momentos del grupo, no me gusta invadir su tiempo; cuando festejan, cuando están tomando mates o compartiendo en las concentraciones. Tengo diálogo con ellos, pero no soy invasivo.
- ¿Intervenís en el tema humano?
- Como formador lo hice mucho. No me considero un modelo a seguir, porque creo que todos en algún momento cometemos errores. Con mi hijo sí intento volcarle valores; con los jugadores trato de manejarme con honestidad, siendo frontal y sincero. Creo que eso también transmite valores. Espero que, si un jugador se cruza conmigo el día de mañana, diga “me dolió lo que me dijiste en ese momento, pero fuiste de frente”, antes que se haya quedado con una mala imagen mía por no haber sido sincero.
- ¿Estás disfrutando tus primeros pasos como DT de la Primera?
- Ahora sí; al principio me costaba mucho.
- ¿Por qué?
- Porque fue un cambio brusco en mi vida. Uno a veces piensa que está preparado para ciertas cosas y no es tan así. Yo estaba preparado para trabajar, pero no sé si para todo lo que genera e implica San Martín. Hago terapia y eso me ayuda mucho. Al principio, todo lo que es ‘el mundo San Martín’ me parecía muy fuerte. Ahora ya lo manejo distinto, me siento más involucrado. No sé si cómodo, porque creo que la comodidad no es buena, pero sí más suelto.
- ¿Qué le dirías si pudieras cruzarte con el Ariel Martos que llegó al club hace años?
- Que vaya atrás de su sueño, que no baje los brazos. Siempre que uno trabaja con un objetivo claro y no baja los brazos, logra el objetivo.







