

RELATOS
TODO ES AHORA
FABIÁN SOBERÓN (Brumana – Rosario)
“El tiempo pasado es el tiempo futuro (…). Ahora es todo ahora. El presente es una cárcel y una ciudad sitiada”. Fabián Soberón reflexiona así en el cuento que da nombre a su nuevo y palpitante libro de relatos, Todo es ahora.
La división del tiempo, para este singular escritor, es –como suelen afirmar los metafísicos– una convención, ya que pasado, presente y futuro son simultáneos, un conglomerado único, una totalidad concentrada en el AHORA.
De este modo, en la narrativa de Soberón, realidad y fantasía se confunden. Los tiempos se mezclan y el lector queda, al final de cada cuento, con una perplejidad y unos interrogantes provocados por esa dualidad, base de su disruptiva concepción literaria. Como decía Miguel Ángel Asturias: “Soy la mentira de todas las cosas reales, la realidad de todas las ficciones”.
En este libro, las escenas son expresionistas y los personajes, impactantes: hay gays, lesbianas, sadomasoquistas y, por supuesto, extraños heterosexuales. Pero, lo que se agrega también en estos relatos, es una brutalidad por momentos estremecedora, casi insoportable (“Ojos celestes”). La muerte despliega su poder, regodeándose en la sangre de los asesinados, lacerados, mutilados o descuartizados. Hay perversión, violaciones, mujeres abusadas, ultrajadas.
El relato “El telo” sucede en un hotel alojamiento, donde pasa de todo: voyeurismo, promiscuidad, marginalidad, crueldad.
“Todo es ahora” es la obsesionante historia pasional de un acoso, donde asistimos a un ataque sexual que termina en suicidio. Para mí, más allá de su tensión y suspenso, es uno de los relatos más hermosamente escritos.
Ya algunos de los títulos del libro anticipan la intriga y curiosidad que han de despertar en el lector: “El eunuco”, “Una noche de hotel”, “Animal muerto”.
Las historias transcurren en Tucumán, en Buenos Aires, en Córdoba, en Norteamérica. En sitios que Fabián suele transitar o que visita y conoce muy bien. El estilo se sustenta en una característica visual, en frases cortas, directas, punzantes, minimalistas, diría yo.
El narrador, en esa primera persona que utiliza, puede ser hombre o mujer, de manera indistinta. Esa ya es una interesante transgresión. Personalmente, siempre sostuve que los escritores somos andróginos y que la Literatura es hermafrodita.
El primero de los relatos comienza así: “Yo, Matilde Estela Cruzado no he muerto. Como un fantasma insepulto deambulo por el agua oscura de los lagos del norte (…) Soy eso, el pasado que vuelve, el futuro que espera”.
Por lo que sé, varias de las historias aquí contadas se basan en hechos reales. Pero ¿qué es lo real para Soberón? Y, ¿qué es la ficción para este original autor? Una aleación indiscernible, una realidad ficticia, una ficcio-realidad.
Con cierta gracia, Fabián Soberón nos hace, asimismo, ciertos guiños cómplices. Por ejemplo, Olga Orozco es el nombre de una tarotista que aparece en el relato “El fantasma de Matilde”. Pero ¿qué amante de la literatura ignora que la gran poeta argentina Olga Orozco leía realmente el tarot, tenía dotes de vidente y era una maga no sólo con las palabras?
Hace poco, una aseveración de Fernando Pessoa me pareció fascinante: él sostenía que tenemos una vida real y una vida pensada. Soberón hace de la vida real una vida pensada y viceversa. Juega con la idea de “lo real y lo irreal”, con el Tiempo y siempre deja en los finales una incógnita, una ambigüedad indescifrable. En este libro tampoco faltan lo espectral y esotérico, lo cual añade más hechizo a su lectura.
Se trata de una obra muy potente donde, una vez más, la faceta de cineasta del autor y su don por el género están presentes. Cada uno de estos 10 relatos podría convertirse perfectamente en un film “noir”, en un thriller, con mucha acción, violencia, suspenso, pero también de una gran belleza literaria. Detrás de todos estos infiernos humanos, está la voz oculta de un poeta.
© LA GACETA
ALINA DIACONÚ.







