La misa de hoy: el Buen Pastor cuida, no es mero poder

La misa de hoy: el Buen Pastor cuida, no es mero poder

21 Abril 2024

Por Presbítero Marcelo Barrionuevo

Seguimos en tiempo pascual, marcado por el sentido de la muerte y la resurrección de Jesús: una vida entregada hasta el final y rescatada de la muerte por amor. Desde entonces, Jesús mantiene con nosotros una relación singular. Nuestra fe no es una afirmación teórica, sino una experiencia de relación personal con Él.

La liturgia describe esa relación con dos imágenes muy sugerentes: Jesús es la piedra angular, único punto de apoyo firme en la construcción de nuestra vida de creyentes, único soporte fiable de la Iglesia y de su misión en la historia. Por otra parte, Jesús es nuestro Buen Pastor. No nos movemos en la vida por pura iniciativa y arbitrariedad. Nos movemos porque su voz nos congrega, nos acompaña y nos dirige. Es el compañero fiel que no nos abandona.

Las diversas ideologías antropológicas han presentado a lo largo de la historia, también en nuestra época, propuestas de puntos de apoyo que den unidad y sentido a cuanto experimentamos. Ellas tienen que ver con la más radical, que es la búsqueda del sentido de la vida. Nos han orientado hacia el valor de la sabiduría, de la virtud, de la justicia, de la satisfacción de necesidades, del dominio de la naturaleza a través de la técnica… De una u otra manera, la piedra angular en esas ideologías es el propio sujeto humano, que en nuestro tiempo sigue moviéndose entre el utilitarismo y el nihilismo.

Las primeras generaciones cristianas contaron con otra experiencia, que les dio otra perspectiva: Jesús se ha mostrado en su trayectoria como el único que puede salvarnos. Es la piedra angular. Sus convicciones más arraigadas, sus apuestas en la vida, sus compromisos más sinceros, los valores que sostuvieron su personalidad, son un paradigma para nosotros. Él es el único punto de apoyo firme con que contamos para construir nuestra vida de creyentes. Y es también el único soporte fiable de la Iglesia y de su misión en la historia.

En las culturas antiguas de Oriente, “pastor” era sinónimo de “guía”, “jefe”, “rey”: alguien al frente del pueblo para conducirlo a la seguridad y el bienestar. Debería haber sido siempre así, pero el pueblo de Israel, como otros, ha tenido las amargas experiencias de dirigentes que les han gobernado pensando más en sí mismos y en sus intereses que en el bien de quienes les han sido confiados.

El relato de Juan recoge el cumplimiento de esa profecía: contrapone la degeneración de los responsables de su tiempo con el ministerio cercano y auténtico de Jesús, a quien presenta como el Buen Pastor. A los dirigentes corrompidos no les iba la vida en la suerte de las ovejas. Él, en cambio, las cuida amorosamente hasta el extremo de dar su vida por ellas. Ninguna otra cosa explica su predilección por los pequeños, las mujeres, los enfermos, los enfermos, los pecadores. Ninguna situación humana discrimina a los destinatarios de su mensaje ni a los beneficiarios de su entrega. En ellos Jesús se ha mostrado como el Buen Pastor que conoce a sus ovejas, que sabe de sus entusiasmos y fragilidades, que no les falla nunca, cuyo dolor, pecado y esperanza carga sobre sí mismo.

El recuerdo del cuidado de Jesús hacia los suyos, y de muchos buenos pastores que se han dado entre nosotros, nos ayudan a aprender a cuidar de los demás. Se ha dicho que “el cuidado es un arte”. Ojalá no nos falten las actitudes que le hacen posible: “el desvelo, la solicitud, la diligencia, el celo, la atención, el buen trato, la ternura” (Cf. José Carlos Bermejo).

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