Sexualmente hablando: la sombra

Sexualmente hablando: la sombra

Sexualmente hablando: la sombra

Carl Jung utilizó el término “sombra” para referirse a ciertas disposiciones psíquicas personales y colectivas que no son asumidas por la consciencia por su incompatibilidad con la personalidad que predomina en nuestra psique. En una palabra: la “sombra” refleja aquellos aspectos que consideramos inaceptables y queremos ocultar. Desde luego que estos contenidos rechazados no desaparecen, sino que se vuelven inconscientes y van cobrando autonomía hasta convertirse en un agente antagonista del yo, que con frecuencia atenta contra sus esfuerzos.

Dado que la sexualidad ha sido históricamente un tema tabú, poderoso y soterrado, es de esperar que buena parte de la “sombra” sea de carácter sexual. Así, por ejemplo, cuando calificamos nuestro cuerpo, nuestros deseos o fantasías como malos e inadmisibles y, sobre todo, diferentes a nosotros mismos… nos veremos permanentemente forzados a realizar ajustes en nuestra autoimagen e identidad, para que éstas sigan respondiendo a lo que consideramos aceptable. En suma, tendemos a identificarnos con lo que creemos “bueno” y a apartar hacia las sombras los atributos que suponemos “malos”.

Al respecto, los terapeutas Daniel Ellenberg y Judith Bell, autores del libro “Amantes para toda la vida”, expresan: “No cabe duda de que la cultura y la época tienen una gran influencia sobre las identificaciones y las des-identificaciones que adoptamos, y por tanto, sobre los aspectos que relegamos a la sombra; pero igualmente importante es la influencia de nuestra familia. La actitud de la familia hacia la cultura del momento, el dogma religioso y sus propias normas generacionales afectan a cada uno de sus miembros a la hora de decidir qué soy yo y qué no soy”.

En este sentido, es evidente que ninguna familia, de la época que sea, puede escapar a ciertos condicionamientos. El problema está en la falta de flexibilidad: “Cuanto más rígidas sean las creencias familiares respecto a las conductas, pensamientos o emociones aceptables o inaceptables, más forzados se verán los hijos a ocultar bajo la sombra aspectos de sí mismos. Y cuanto más severas sean las consecuencias de conducirse fuera de las normas establecidas, más hondo habrán de esconderse”. Y esa es la raíz del sufrimiento de muchos, de todos aquellos que no entran en los parámetros que dicta la norma. El problema es que la sombra crece hasta dar lugar al mito de que los aspectos que contiene ya no existen.

Pero lamentablemente… ¡o por suerte!, a pesar de nuestros mejores intentos por mantener la sombra a raya, ésta ejerce una poderosa influencia sobre nuestras acciones. Y lo hace por la puerta de atrás, de la manera más inesperada y hasta inoportuna. A través de lapsus verbales o mentales, de aseveraciones temerosas u hostiles, de los chistes, los sueños y, por supuesto, de las proyecciones que hacemos sobre los demás.

Todas estas no son otra cosa que manifestaciones de la sombra. Pero son también el camino para su reconocimiento e integración.

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