Fernando Marengo.
Para saber hacia dónde va la economía de la Argentina, primero hay que hacer una revisión desde dónde viene, advierte el economista Fernando Marengo. La idea que plantea es clara: el país arrastra una larga historia de volatilidad que se ha evidenciado no sólo en la tasa de crecimiento, sino también en una inflación que no le da tregua. Y llegamos hasta esta nueva etapa, caracterizada por los eslogan de campaña de gestión que lanzó y sigue lanzando el economista libertario, hoy presidente de la Nación, Javier Milei. Más que aquel que dice que “la casta debe pagar los costos”, el economista jefe de BlackTORO Global Investment se queda con otro: “no hay plata”. “Es que ese eslogan resume la situación argentina”, reafirma Marengo, durante una entrevista telefónica concedida a LA GACETA.
-¿Dónde estamos parados?
-Creo que primero hay que ver para atrás. Argentina viene de una larga historia de mucha volatilidad de dos, tres y hasta cuatro dígitos de inflación como consecuencia del déficit fiscal permanente. Siempre hubo una compulsión a gastar más de lo que recauda el Gobierno. Y ese déficit se financia emitiendo deuda, como defaulteadores seriales, o emitiendo pesos que nadie demanda. Y terminamos en crisis inflacionaria. Con este diagnóstico, si uno analiza los últimos 40 años, la Argentina tuvo dos décadas perdidas. La década de 1980 con caídas de la actividad y, en los últimos años, que no se crea empleo privado y no se crece. Partiendo de ese estudio, es claro que el principio de la solución es atacar el déficit fiscal. Y esto tiene dos alternativas: subo los ingresos y/o bajo los gastos. No hay otra forma. Por el lado de las retenciones que dependen de las economías regionales, pueden generar ciertos problemas y eso es parte de la negociación que estamos observando. Lo segundo es el incremento del impuestos PAIS que, a su vez, te genera un aumento en los costos internos, ya que tienes que pagar 10 puntos más de ese impuesto. Con el recorte de gastos, las transferencias a las provincias forman parte del ajuste. Otro tanto sucede con la disminución de la obra pública y el ajuste en las tarifas. Pero a este escenario hay que agregarle otras variables. Se viene una cosecha agropecuaria superior a los rindes históricos y contra el año pasado, que se caracterizó por una importante sequía, se observará un fuerte crecimiento del PBI agropecuario. En promedio, esto sucederá desde el segundo semestre y tal vez implique una recuperación económica. Pero ese crecimiento será disímil, ya que otros sectores de la economía no saldrán aún de la recesión. Sin embargo, aquel incremento del Producto agropecuario será motorizado por las exportaciones. Por lo tanto, mejorarán las cuentas fiscales, debido al incremento de la recaudación de los derechos de exportación.
-Pero también hay otras variables que hay que tomar en cuenta en el ajuste que anunció el presidente Javier Milei...
-No hay que perder de vista la dinámica energética. La construcción y habilitación del Gasoducto Néstor Kirchner, la situación del oleoducto trasandino y la ampliación de Oldelval, si se reactiva, te permite importar menos GNL y fuel oil e, indudablemente, esto mejorará las cuentas externas. Y como se va a dejar de sustituir importaciones por gas de Vaca Muerta, esto contribuirá a reducir el costo promedio del fluido. Esto puede ser la otra pata del ajuste que persigue el Gobierno.
-¿Y el ajuste fiscal?
-Creo que el ajuste fiscal es fundamental. No hay otra alternativa, insisto, por aquello de subir los ingresos y bajar las erogaciones. Y estamos en el capítulo de quién pagar el costo de los ajustes. No obstante, hay un concepto que es muy claro: si no se reduce el déficit fiscal, la Argentina terminará otra vez con una crisis de deuda o con una crisis de inflación. Por esa razón, si el objetivo es bajar paulatinamente el Índice de Precios al Consumidor, eso se logra eliminando el déficit fiscal.
-En los eslogan de campaña, Milei decía que la casta debe pagar los costos. ¿Eso está pasando?
-Más allá de eso, el eslogan “no hay plata” es lo que mejor resume la situación de la Argentina. Venimos de décadas de que aquello de que “no hay plata” se trataba de compensar con lo otro de emitir más pesos y, como nadie quiere una estafa con la inflación, se aceleraba la tasa. En el último año y medio eso fue fenomenal. Y como la economía trata de buscar equilibrios, se pensó que la inflación mejoraba la recaudación, licuaba gastos y nos obligaba a todos con estar con más pesos en los bolsillos. Ahora bien, ¿al ajuste lo paga la casta? Cuando se analiza la distribución del ajuste, tenemos por ejemplo que, con las retenciones, ese ajuste lo paga el sector productivo. Lo mismo pasa con las transferencias provinciales y una tercera parte tiene que ver con la eliminación de los subsidios a la oferta como aparece con las tarifas del transporte en el Área Metropolitana de Buenos Aires y, a nivel nacional, en el gas. Con la idea de continuar subsidiando los consumos mínimos, se busca aportar más en la demanda y no en la oferta. Por eso, aquellos subsidios terminan en manos de la población que realmente no los necesita. Una eficientización, eso es lo que cabe en este proceso. Pensar un ajuste del 5% del Producto claramente es no conocer el presupuesto nacional.
-¿Cuál es el camino correcto?
-Creo que el Gobierno planteó desde un inicio dos cosas. La economía necesita un ancla fiscal, y en eso estoy de acuerdo. Lo segundo, para reforzar esa ancla fiscal se necesita un ancla nominal, que es el tipo de cambio. Ese es el camino correcto para combatir la inflación. No hay que tener déficit fiscal y tiene que estabilizarse el tipo de cambio. Hay gente que sufre por el ajuste fiscal y, combinado con el ruido político actual, te causa recesión, con un ajuste de precios relativos que impacta en los costos de un vasto sector de la sociedad. El otro aspecto que mencioné, el del tipo de cambio, creo que una economía que piensa en términos de dólares necesita estabilizarlo, porque cuando se mueve, lo hacen los otros precios. Por esa razón, se demandan otras reformas para la economía, que son las que están contempladas en el famoso mega DNU y también en la Ley Ómnibus o Bases. Es fundamental reducir la burocracia argentina y los costos de ineficiencia para mejorar la competitividad del país. Pero esto no se logra devaluando, como ha sido la historia del país. Claramente, esto no es sencillo.
-¿Qué se precisa para que la inflación vuelva a ser de un dígito?
-Creo que el Gobierno necesita mostrar resultados positivos rápidamente. En este aspecto es necesario aclarar algunas cuestiones. El Gobierno avanzó con un ajuste de precios relativos que, a diferencia de la inflación, que es la suba sostenida, debería ser por única vez si el proceso es eficiente. No se necesitará devaluar, ni incrementar el combustible, mucho menos las tarifas de los servicios. Si el programa que instrumenta el Poder Ejecutivo resulta exitoso, creo que a partir del segundo trimestre podemos observar que la tasa de inflación se moverá de nuevo en un dígito. Para eso es clave que el tipo de cambio se reduzca con fuerza, lo que a su vez desacelerará las expectativas de devaluación.








