Una familia marcada por el fútbol: la increíble historia de los Duarte en la Liga Tucumana

Una familia marcada por el fútbol: la increíble historia de los Duarte en la Liga Tucumana

La familia con raíces santafesinas se emplazó en nuestra provincia hace varios años y todos tienen cierta relevancia en el mundo del fútbol tucumano

EN FAMILIA. Los Duarte comparten un doble ADN, el de sangre y el de la pasión por el fútbol. EN FAMILIA. Los Duarte comparten un doble ADN, el de sangre y el de la pasión por el fútbol. LA GACETA / DIEGO ARAOZ

Casi 35° marca el termómetro en San Miguel de Tucumán. La plaza San Martín oficia de sede para una entrevista de la que participan un santafesino, un jujeño y un tucumano. Todos comparten un doble ADN, el de sangre y el de la pasión: el fútbol. Rubén tiene 73 años, y pese a que se retiró hace más de 30 años, sigue pegado a una cancha de fútbol. Ahora es director técnico, y su último paso fue por Amalia, en la Liga Tucumana. A su lado asoma uno de sus hijos: Sebastián, de 40 años, también ex futbolista y técnico como su papá, actualmente dirige a Tucumán Central (clásico barrial de Amalia) que recién logró el ascenso a Primera. También está el hijo más chico de Rubén. Nahuel, 22 años, defensor central de la Reserva de Atlético y que tuvo un breve paso como ayudante de campo en Tucumán Central mientras se recuperaba de una lesión. La atmósfera está cargada de nostalgia y orgullo; Thiago y Jonás (hijos de Sebastián) juegan. Con una pelota, claro.

La familia Duarte está marcada a fuego por la número “5”. “El fútbol siempre fue mi pasión, mis papás renegaban por el estudio, para mí eso era secundario; creo que tuve la suerte de trascender un poco en esto”, dice Rubén que como futbolista pasó por Unión, Atlético Paraná, Juventud Antoniana, Talleres de Perico, Oriente Petrolero, Petrolero de Cochabamba, Central Norte, Bella Vista, San Juan y Central Córdoba.

Sentados en un banco, Rubén recuerda con cariño sus días en el campo de juego, compartiendo anécdotas de su carrera. Sebastián (nació cuando jugaba en Talleres de Perico) sonríe con admiración, recordando cómo creció viendo a su padre triunfar en la cancha.

Nahuel, el benjamín, escucha con atención, inspirado por la historia familiar que le ha dado el amor por el fútbol. “Después de mi familia, el fútbol es todo, es la fuente de laburo que tengo, vivo para el fútbol. Estuve en Córdoba siete años, volví en la pandemia y después no me quise ir de nuevo porque tenía a mi mamá internada”, explica Nahuel sobre su paso por Belgrano, que fue interrumpido por la pandemia que puso en jaque al mundo y a su carrera.

La plaza se convierte en un escenario de risas y complicidad entre generaciones, mientras Rubén reflexiona sobre el legado que ha dejado y cómo sus hijos han llevado la antorcha futbolística familiar con éxito. La idea de que el amor por el fútbol ha tejido un lazo fuerte entre ellos, creando una historia de éxitos, aprendizajes y, sobre todo, de unión familiar en el mundo del deporte a pesar de algunas diferencias sentimentales.

Rubén es hincha de Unión de Santa Fe, Sebastián heredó de su tío la pasión por Colón, en tanto que Nahuel es “tatengue”. “Yo reconozco que ellos tienen más hinchas, pero ‘papá’ hay uno solo”, le dice Rubén a “Seba”, con la aprobación del hijo más chico. Esa rivalidad por los clubes de sus amores, también se repite en su profesión en estos momentos; el padre es el DT de Amalia, el hijo mayor del “rojo” de Villa Alem.

En los asados del domingo, el tema principal de conversación es el fútbol, no hay dudas. Pero no se habla solo de tácticas, sino también de los profundos problemas que tiene la disciplina en nuestra provincia. “Luchamos para que el fútbol tucumano sea ejemplar, y somos conscientes que en eso somos fundamentales nosotros, que tenemos que pregonar con el ejemplo. Están pasando cosas en el fútbol infantil, situaciones violentas, físicas y verbales. Eso debería cambiar. Esto es fútbol, un deporte que se tiene que vivir en paz. No debemos agredirnos ni siquiera hay que pensarlo. Los árbitros son muy hostigados”, se lamenta Sebastián, haciendo referencia a lo que sucedió hace un par de semanas en cancha de Central Norte, en un partido de la categoría 2007 entre Atlético y Sportivo Guzmán, que terminó a las piñas.

Para el técnico de Amalia, los principales responsables están en casa y no en la cancha. “Todos quieren que los hijos sean Messi o Dibu, ese es uno de los errores más grandes. Cuando los chicos están aprendiendo hay que acompañarlos y darles herramientas, enseñarles cómo se trabaja. Esto es todo sacrificio, después llegará el premio, no hay que quemar etapas”, responde Rubén y sabe muy bien a lo que se refiere.

ORGULLO. Rubén Duarte, el más grande de la familia, sigue pegado a una cancha de fútbol.  ORGULLO. Rubén Duarte, el más grande de la familia, sigue pegado a una cancha de fútbol. LA GACETA / DIEGO ARAOZ

Thiago y Jonás corren por la plaza, simulando un campo de fútbol. Los hijos de Sebastián tienen previsto viajar en febrero para sumarse a los entrenamientos de Boca. “Uno es arquero y el otro es volante por izquierda. Son chicos, tienen 10 y 12 años, nos costó horrores cuando Nahuel se fue a Belgrano; el desarraigo es muy duro. No descartamos armar las valijas y mudarnos con Soledad, mi esposa”, advierte “Seba”; por lo visto el legado continúa.

A sus 22 años, Nahuel ya fue notificado por Atlético que renovará su contrato por dos años más, mientras tanto el zaguero central se prepara para iniciar la pretemporada los primeros días de enero, ya sea en Primera o Reserva. “En casa no me presionan, pero soy muy autoexigente conmigo, necesito sumar minutos y afianzarme en mi puesto”, dice.

Al final de la entrevista, Rubén Duarte, con una mirada llena de satisfacción y gratitud, resume el encuentro familiar en la plaza con unas palabras emotivas. “Lo mejor que me dejó el fútbol es esto, poder ver a mis hijos disfrutar del fútbol, ver que mis nietos también tienen una pasión tremenda por la pelota, que tienen un gran futuro, es un legado que quedó y lo disfruto mucho”, comenta. El encuentro finaliza con una sesión de fotos, que evidenció que el fútbol corre por las venas de los Duarte. La foto al estilo equipo de fútbol 5 lo deja claro; hay un arquero (Jonás), un defensor (Nahuel), dos volantes (Thiago y Sebastián) y un delantero (Rubén).


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