Sexualmente hablando: acerca del uso y del desuso

Sexualmente hablando: acerca del uso y del desuso

Sexualmente hablando: acerca del uso y del desuso

Jean Baptiste Lamarck, el célebre naturalista francés que vivió entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX, fue pionero en formular la teoría de la evolución biológica. Y también el precursor en enunciar la “ley de los efectos del uso y el desuso”, al exponer sobre la remodelación de los órganos que conforman a los seres vivos. Así, en la tercera de sus cuatro leyes sobre la evolución, afirmó que “el desarrollo de órganos y sus facultades tiene una relación constante con el uso de los órganos”. De ahí viene la famosa sentencia “la función hace al órgano”. De manera que ésta determina su forma: órgano que no se usa… se degrada. Y aunque después Lamarck caería en cierto descrédito al sostener -con un planteo contrapuesto a Charles Darwin- que esos caracteres adquiridos se heredan a los descendientes (la cual sería una de las causas propiciatorias de la evolución), su afirmación en torno al “uso y desuso” sigue siendo válida. Abundan los ejemplos: como cuando se dice que nos volvemos menos hábiles para hacer cálculos mentales si recurrimos siempre a la calculadora o el hecho de que las personas que trabajan con sus manos las tengan más grandes y fuertes.

En relación al deseo sexual, este postulado tendría que ver con el hecho de que una persona que pasa un buen tiempo sin tener sexo ni masturbarse, aunque podría pensarse que circula por la vida encendida a causa de un deseo insatisfecho, lo más probable es que esté… sin ganas. Por el contrario, aquellas que tienen sexo con cierta regularidad, es más factible que mantengan el deseo vigente. Como una batería que se carga andando.

Más vigor

Algo de esto, pero desde un punto de vista bien material -en relación a los órganos genitales- supo postular en 1883 el Dr. Pierre Garnier en “Impotencia física y moral en el hombre y en la mujer”, libro de su autoría de casi 600 páginas, editado en París e ilustrado con grabados.

Galeno había advertido que los cantores y atletas que en su tiempo observaban castidad y continencia para conservar sus fuerzas tenían las partes pudendas pequeñas y encogidas, o arrugadas como los viejos. Por el contrario, aquellos que en su juventud se habían entregado sin reservas a los goces del amor tenían los órganos genitales muy desarrollados”. Y agregaba: “Esta es, en efecto, una ley fisiológica, cuya verdad no es ya desconocida ni puesta en duda por nadie; por el contrario, fija la íntima correlación que existe entre el desarrollo de un órgano y el ejercicio de su respectiva función: cuanto más funciona un aparato o un miembro, más desarrollado está y más vigor tiene… Si un órgano no se ejercita, está expuesto a que se agoten sus fuerzas vitales”.

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