Una noche de beberaje en el Regimiento

Una noche de beberaje en el Regimiento

Por Daniel Fernández - Redacción LA GACETA.

27 Junio 2008
En agosto de 1989 el frío no tenía piedad por la zona de Monte Chingolo, en la provincia de Buenos Aires, donde estaba ubicado el Regimiento. Las madrugadas eran gélidas y las temperaturas alcanzaban marcas bajo cero. José odiaba el invierno y soñaba con que algún día vivir en un clima un poco más cálido.

Al amanecer, un manto blanco cubría el pasto del predio y se formaba hielo en los canales y zanjones que cruzaban el cuartel. Los militares no les permitían usar pulóveres y camperas de civiles. Sólo la ropa que ellos les daban. Vestidos de esa forma, luego de unas horas a la intemperie, terminaban congelados y enfermos.

Una noche de guardia, el grupo de José decidió comprar bebidas alcohólicas para mezclarlas con el café y calentar el cuerpo para soportar otra noche helada. Cerca de la medianoche, dos soldados traspasaron el alambrado del fondo del Regimiento y se internaron en la villa Itatí. Al rato regresaron con varias botellas de licor Legui y de ginebra Bols.

Prendieron una fogata, hicieron café y se lo sirvieron mezclado con licor y ginebra. Algunos salieron a repartir a los soldados que estaban en los puestos. Pero, como siempre, en un beberaje están los que se entusiasman. Algunos le ponían un cuarto de café y tres cuartos de Legui. A la hora, ya se rían de cualquier cosa y se sentían más fuertes que Rambo.

Uno de los muchachos, que debían tomar el puesto dos, se llevó una botella cargada de café, licor y ginebra. A las dos horas, el soldado que lo relevó lo encontró al pie de la garita, totalmente desmayado de la borrachera. Se había caído, de cabeza, por el agujero. Tuvieron que trasladarlo de urgencia al hospital del Regimiento.

A la mañana, el grupo de José regresó al Comando Central y se enteró de que el comandante del Regimiento convocó a todos los soldados a la Plaza de Armas, frente al mástil. "Uhh, ahora nos sancionan por la borrachera de anoche", le comentó José a sus compañeros. Todos estaban asustados.

Llegó el comandante y les dijo: "¡Anoche tuvimos un grave problema con uno de los soldados de la guardia!". José se miró con sus compañeros y todos pensaron que estaban muertos. "¡Un soldado fue encontrado desmayado al pie de la garita!". Ya se imaginaban que, nuevamente, se quedarían un mes sin franco; que pasarían un mes sin comer las milanesas de la "vieja".

Pero, para sorpresa de todos ellos, los oficiales le habían mentido al comandante. "¡El desmayo de esta soldado fue a causa del intenso frío que venimos soportando noche tras noche!". Los soldados abrían los ojos sin poder creer lo que estaban escuchando. "¡Por lo tanto, los autorizo a usar ropa de lana y camperas de civil debajo de la ropa militar hasta que mejore el clima!", les comunicó el comandante.

Por supuesto, esa noche, en la guardia celebraron la buena noticia con licor Legui y ginebra Bols.

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