Laaaaaaarrrgaronnnnnnnnnn

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Con el cambio sorpresivo, el peronismo pegó primero en los comicios. Alperovich recuperó una sonrisa que antes no tenía. La campaña promete ser difícil a juzgar por el escenario de pobreza que encontrarán los candidatos.

¿Cuándo comenzó esta transición? ¿En 2001, cuando la sociedad pidió a los gritos “que se vayan todos”? ¿En 2003, cuando se empezó a borrar lo que había escrito el menemismo? ¿En 2015, cuando el macrismo frenó al kirchnerismo? Existe, también, la posibilidad de que no estemos viviendo una transición. Tal vez esa sea la mayor -¿la única?- certeza. Es que da la sensación de que la dirigencia política actual no logra hilvanar sus ideas, pero sí tiene claro qué imágenes va a poner en la vitrina de las ofertas electorales.

Hay actitudes y expresiones que desconciertan. O se mintió antes o se están ocultando la verdad en estos momentos. Desconcierta ver a Florencio Randazzo diciéndole no a Cristina Fernández. Llama la atención ver a Sergio Massa mirando qué hace la ex presidenta antes de poner su nombre en una lista. Es casi inexplicable que el canciller Juan Manzur “ningunee a Cristina”. Todos fueron planetas que giraron con debida obediencia alrededor de la estrella Cristina Fernández. Sorprende tanto como la lista cristinista de José Vitar, Hugo Cabral y José Cúneo Vergés. Un trío de orígenes muy diferentes en el peronismo. El primero incluso llegó a simpatizar con Elisa Carrió. Si un marciano bajara a la Tierra seguramente huiría despavorido al ver que el radical José Cano, la peronista Beatriz Ávila y el liberal Alberto Colombres Garmendia se han tomado de la mano y bailan en una misma ronda.

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No está claro adónde lleva esta transición. ¿Qué habrá al final del camino? Lo que si han develado estos movimientos es que los partidos políticos, que dicen ser la base de nuestro sistema democrático, son la expresión más clara de la nada. No hay una idea que ilumine las acciones de sus afiliados. Tal vez los partidos minoritarios (sean de derecha o de izquierda) logran mantener una luz encendida; el resto, es sólo un grupo de gente que sigue a un líder por un lapso extremadamente corto. Este proceso electoral que afrontarán los argentinos está cargado de odios, rencores y venganzas que encarnarán hombres o mujeres; no partidos. Y, como no hay partidos, las facciones se descontrolan y entienden que la pelea es cuerpo a cuerpo y sin cuartel.

Y, tal vez por eso, el oficialismo tucumano eligió un general.

Empujador oficial

El hombre se había pasado nadando para estar con el estado físico adecuado. Ya le habían hecho el buzo antiflama a medida. Había dado vueltas en varios circuitos. Estaba subido al auto cuando lo llamaron desde boxes. El número 1 es del general. A las apuradas le consiguieron un casco más grande y le cosieron un traje especial, un talle mayor. Y Osvaldo Jaldo se subió al auto como piloto número 1 y Pablo Yedlin terminó siendo el tercero para empujar desde atrás.

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Las máquinas peronistas siempre anduvieron con dos combustibles: el líder que maneja todo y reparte la plata, y los abrazos, falsos y verdaderos. Yedlin no era un piloto de esta categoría. Los sabían el canciller Manzur, el general Jaldo y el titiritero José Alperovich. Yedlin no iba a poder. De eso hablaron los tres cuando Alperovich volvió a la Casa de Gobierno el martes 13 del corriente. La fecha fue funesta para el nadador y secretario general de la Gobernación. Nadie estaba convencido. El jefe de mecánicos, Hugo Haime, tenía los números de las pruebas de tanques llenos y le daba los mejores augurios. Yedlin tenía 25,5% de diferencia entre la imagen positiva y la negativa (54 ,positiva y 28,5, negativa). Por encima de él estaban Manzur con 22,3 (59,9 positiva y 37,6 negativa) y Alperovich con 21,2 (60,2 positiva y 39,1, negativa). Esto explica por qué a Yedlin le costó tanto sonreír en la foto. A la decisión la tomaron basándose en el olfato político del trío más poderoso de la provincia. Nunca se supo si Yedlin era hombre de su amigo de la época de estudiantes o del ex gobernador. Siempre mostró que tenía un pie en cada lado y que, en todo caso, respondía a sí mismo. Ayer a las 18, se debe haber arrepentido.

Los otros tiempos que figuraban en la planilla del jefe de mecánicos eran los siguientes: Jaldo, 22,5 (52,9 de imagen positiva y 30,4, negativa); el intendente Germán Alfaro, 24,4 (52,1 y 27,7); Domingo Amaya, 14,7 (49,8 y 35,1); José Cano, 8,7 (47,2 y 38,5); Silvia Elías de Pérez, 17,2 (32,8 y 15,6); Ricardo Bussi -23,9 (29,1 y 53) y Beatriz Ávila, 2,4 (17,8 y 15,4). Como siempre aparecerán los cronometristas de las demás escuderías y los números serán diferentes. Aún con esos datos en la mano, el tridente peronista decidió cambiar sus pilotos. Apostó al peronismo vernáculo y a los que conocen el interior, a sabiendas de que la pista de la carrera iba a estar empedrada y muy barrosa.

Mucha ciudad

En la escudería de Cambiemos la candidatura del general Jaldo cayó como un balde de agua fría. Habían salido a dar las vueltas previas con una sonrisa de oreja a oreja. Yedlin ya había sido derrotado por Alfaro. A la vez, el oficialismo mostraba que el trípode del poder estaba rengo. Y, una de las principales debilidades –la falta de candidatos del interior- estaba disimulada con Yedlin. Pero pasadas las 18 todo se dio vuelta. Tres de los titulares de la lista (Cano, Ávila y Colombres Garmendia) son de la capital. Sólo el intendente de Concepción, Roberto Sánchez corre por el interior, pero va en tercer lugar de la nómina.

Una de las banderas que fortaleció a Cano, en elecciones anteriores, fue que no tuvo nunca candidaturas testimoniales y el peronismo sí. Por eso Jaldo ya mostró su pedido de licencia hasta que terminen las PASO y asegura que asumirá en la Cámara Baja del Congreso. De cumplir su palabra, cosa que no hizo en otras oportunidades, dejará mal parado a Sánchez que difícilmente esté en condiciones de pedir licencia y menos aún de renunciar a su cargo.

El peronismo, con su jugada salió robustecido. La escudería de Cambiemos llega con algunos mecánicos enojados como el grupo de radicales que integran los legisladores Ariel García, Raúl Albarracín y Fernando Valdez que saben que no tienen las herramientas necesarias para cambiar de escudería, pero que no van a trabajar. Pero además el PRO ha quedado notablemente relegado por Cano y Alfaro, por lo tanto, nadie puede asegurar que el equipo pueda contar con los sponsors que esperaba.

Con los candidatos subidos a sus autos, en los próximos días los temas de discusión van a reducirse a seguridad, corrupción, inflación y pobreza. A esos cuatro tópicos centrales se sumarán las encuestas que volverán a colarse en la vida de los argentinos.

Sin embargo, y esta es la preocupación central de todos los candidatos (oficiales y opositores) en los barrios y en los pueblos no los esperan con los brazos abiertos. Los niveles de desocupación y de pobreza se transforman en bronca. Más aún cuando los candidatos que van a visitarlos y a pedir sus votos no son hombres y mujeres que padecen carencias. La dirigencia política ha sido egoísta en los últimos 20 años y su enriquecimiento ha perjudicado notablemente su imagen.

Desde hace tiempo se escucha al ciudadano común despotricar contra los dirigentes. ¿Será que aquella crisis de 2001 todavía no se ha superado? Los argentinos hemos superado y salido de algunas muy graves, pero en los movimientos sociales 20 años no son nada. Con esa mochila los postulantes saldrán a la calle a pedir que los voten. La campaña augura dificultades y mucha prudencia.

No son épocas de vacas gordas, por lo tanto, nadie puede asegurar resultados como ocurrió en años anteriores. Ni el propio Gobierno provincial, que fue alertado por el ministerio de Hacienda de que es posible que tengan que pedir algunos favores financieros para no modificar el cronograma de pago de sueldos, algo que el canciller Manzur no se permitiría, y menos en tiempos electorales.

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