Le apretaron la mano con una morsa para reducirla y robarle

Le apretaron la mano con una morsa para reducirla y robarle

Dos delincuentes torturaron a una mujer durante 40 minutos y se llevaron $ 4.000. La víctima, quien vive en el barrio Aeropuerto ya sufrió por lo menos 10 robos en su casa. “Todavía estoy temblando”, dijo.

EL PEOR ESCENARIO. Los delincuentes sorprendieron a la propietaria cuando abrió un portón del fondo para sacar la basura. la gaceta / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO EL PEOR ESCENARIO. Los delincuentes sorprendieron a la propietaria cuando abrió un portón del fondo para sacar la basura. la gaceta / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO
13 Enero 2017
“Esta es la casa que más veces robaron en el barrio, ya entraron como 10 veces. Me cansé de que me pongan un cuchillo en la panza”. La confesión de Ana María Correa, de 48 años, vuelve aún más dramática su historia. El miércoles, un nuevo asalto se sumó a la escalofriante estadística que ostenta su casa, ubicada en el barrio Aeropuerto de Banda del Río Salí. Dos jóvenes asaltantes (presuntamente bajo los efectos de alguna droga), la torturaron y la mantuvieron privada de la libertad durante 40 minutos.

La casa de Correa está ubicada justo en la esquina donde comienza el barrio. La propiedad tiene dos entradas: una principal sobre calle Rawson (paralela a la ruta provincial 302) y otra lateral, que da a una arteria sin nombre. Ambos caminos son de tierra. Frente a la ruta hay un cañaveral. La vivienda se ubica junto a un descampado y a pocos metros de una planta procesadora de limones.

En horas de la siesta, la mujer estaba sola en su casa y decidió hacer algunas tareas domésticas en el fondo. Primero limpió la pileta de lona. Después, comenzó a desmalezar el jardín. Para sacar la basura, abrió una hoja del portón que da a la citrícola. Pero, cuando intentó volver a ingresar para continuar con sus ocupaciones, fue sorprendida por dos jóvenes de unos 20 años, quienes de inmediato la inmovilizaron mientras le reclamaban dinero.

“Pensé lo peor”

“Todavía estoy temblando del miedo. Fue un momento horrible. Pensé lo peor. Les suplicaba que no me hicieran nada, que se llevaran lo que quisieran. Se notaba que estaban drogados, por eso no les decía nada. Estaban muy sacados”, recordó Correa.

Fueron 40 minutos de espanto para la dueña de casa. Mientras uno de los asaltantes le reclamaba dinero y la amenazaba de muerte, el otro la obligó a sentarse en una silla, le envolvió una mano con un trapo y la aprisionó con una morsa que estaba en una pieza del fondo, utilizada como taller por el marido de la víctima.

“La ajustaron al máximo. Yo no daba más del dolor. Me decían que si gritaba me iban a hacer ‘boleta’ y que solamente querían plata, nada más”, recordó.

Uno de los ladrones se quedó vigilándola y el otro comenzó a recorrer la propiedad. En la habitación del matrimonio, en un cajón del ropero, hallaron la suma de $ 4.000. Luego revisaron el botiquín en busca de medicamentos. Dos blisters de la droga alprazolan (se utiliza para el tratamiento de los estados de ansiedad) fue el botín que los tranquilizó. No se llevaron nada más.

“No saqués la mano todavía, ni salgás a mirar porque te vamos a matar”, fueron las últimas palabras de los delincuentes antes de escapar corriendo. A continuación, la mujer escuchó el sonido de una moto alejándose. Al fin había pasado el peligro.

“Del susto no podía abrir la morsa para sacar la mano. Cuando pude zafarme, fui a buscar a mis vecinos y llamé a mi marido y a la Policía”, recordó la mujer, quien agregó: “era todo el dinero que teníamos. Mi marido cobra una jubilación muy escasa y se las rebusca como taxista, aunque está muy enfermo”.

Alarmante estadística

“La última vez que nos habían robado fue hace cuatro meses. Entraron y se llevaron una moto que estaba en la galería del frente”, comentó la mujer.

Pero no fue el único atraco que padeció en 2016. También el año pasado su hijo sorprendió a un ladrón que ya estaba dentro de la casa. “Mi hijo persiguió al ladrón pero no pudo atraparlo. Se escapó corriendo y se perdió entre los cañaverales. Era de noche y creo que estaba esperando que nos fuéramos a dormir para atacarnos”, explicó.

La preocupante seguidilla de robos de los que fue víctima la obligaron a cerrar un negocio que tenía junto a su domicilio, en un pequeño local que también es de su propiedad. “Teníamos una despensa pero decidimos cerrarla el año pasado, porque nos asaltaban todo el tiempo”, lamentó Correa.

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