Marchar y reclamar, el único camino
Durante octubre, cada 19 horas asesinaron a una mujer en la Argentina. Octubre fue el mes de la segunda marcha #NiUnaMenos, masiva movilización que reclama soluciones de fondo para la violencia de género. El Observatorio de Femicidios “Marisel Zambrano” lleva registrados 230 femicidios en lo que va de 2016, listado en el que figuran una beba, seis niñas, 20 adolescentes, ocho embarazadas, nueve ancianas y siete transexuales. El asesinato se ubica en la punta del iceberg -como lo describe Amnistía Internacional en la infografía-; debajo se encadena una extensa serie de formas de ejercer violencia contra las mujeres; algunas explícitas, otras sutiles.

La Casa de las Mujeres Norma Nassif realizará una marcha esta tarde (a las 18, desde la Legislatura a la plaza Independencia). En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer ellas no advierten motivos para el optimismo. “No se frenaron los abusos ni las muertes; al contrario, los femicidios aumentan, junto a las violaciones callejeras y otros crímenes”, sostienen. Por eso exigen la declaración de la emergencia en violencia sexual y doméstica.

El caso de J., la mujer que dormía en los hospitales con su hijo en brazos por miedo a las agresiones de su ex pareja, conmueve a los tucumanos. Pero esa empatía no suele ir más allá de las cadenas de whatsapp o los posteos en Facebook. La indignación digital no mueve el amperímetro. El relato de J. es coherente y creíble, aunque ahora le toca confrontarlo con un mar de argumentos que apuntarán a desacreditarlo. El abogado del presunto agresor -detenido anteayer- anticipó que buscarán en los hospitales registros que acrediten que J. estuvo durmiendo allí. ¿Desde cuándo en los hospitales se anota el nombre de quienes pernoctan en la guardia o en los pasillos?

El episodio violento es el inicio del calvario para la víctima y esa es una de las fallas centrales del sistema. El golpe, el insulto o el maltrato se replican de mil maneras apenas se adquiere el coraje necesario para denunciar el hecho.

El primer y poderoso filtro es la comisaría, donde el perfil patriarcal y machista que define a la sociedad tucumana se potencia al máximo. En lugar de contenerlas, a las víctimas se las induce a quedarse calladas. “Si lo denunciás va a ser peor”, les dicen en el mejor de los casos. Por lo general no les creen y sueltan el clásico: “¿y vos qué le hiciste para que haya reaccionado así?” De los 230 crímenes cometidos en el año, 202 (88%) ocurrieron sin una denuncia previa por parte de la víctima. Pero ¿cuántas de esas mujeres se marcharon frustradas de la comisaría sin que quedara asentada su denuncia? La Policía tucumana sigue siendo la misma del “Tuerto” Albornoz y el “Malevo” Ferreyra, en sus modos y en el pensamiento.

Marta Palazzo, directora de la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) del Poder Judicial, afirma que todo lo que se hace hoy en día no da resultados. “Los jueces y fiscales cuentan con pocas herramientas legales porque las leyes en ese sentido no son lo suficientemente duras”, le dijo a LA GACETA. Por ejemplo, se puede dictar una prohibición de acercamiento, pero no hay recursos para controlar que se haga efectiva. El de la falta de recursos es una excusa sobre la que se pivotea una y otra vez.

Hay un pedido para que se implementen fiscalías dedicadas en exclusivo a los casos de violencia de género, como hay en Salta y en Córdoba. “Sería una herramienta para resolver las casi 180 denuncias que se presentan por turno -afirmó la fiscala Adriana Giannoni-. Al no contar con una evaluación de riesgo las causas terminan siendo archivadas”.

La Casa de las Mujeres Norma Nassif subraya que el presupuesto para la mujer golpeada es ínfimo, que no se termina de implementar una ley de protección integral, que no hay refugios para alojar a las víctimas, y que el aparato represivo (jueces y policías) suele ser cómplice. En la misma sintonía se pronuncian ONG del resto del país, mientras continúan la ingrata tarea de contablizar muertes y más muertes.

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