El rascacielos tucumano de 1939

El rascacielos tucumano de 1939

La habilitación de los siete pisos de “La Continental” constituyó un acontecimiento memorable para la ciudad

“LA CONTINENTAL”. En esta imagen de la década de 1940, el edificio señorea la esquina de Las Heras (hoy San Martín) y Laprida.  “LA CONTINENTAL”. En esta imagen de la década de 1940, el edificio señorea la esquina de Las Heras (hoy San Martín) y Laprida.
Hasta promediar la década de 1930, nuestra San Miguel de Tucumán era una ciudad chata, dejando de lado sus templos. Planta baja y un primer piso, constituían la máxima altura que se llegaba a alcanzar.

En 1928, el gran edificio del Banco de la Provincia, frente a la plaza Independencia, proporcionó el primer indicio de que pronto iban a acometerse construcciones ambiciosas. Hay que tener en cuenta que, además de sus dependencias estrictamente “bancarias”, la mole diseñada por el arquitecto Alejandro Virasoro tenía, sobre la hoy calle San Martín, un ala con 4 locales de negocios y 14 departamentos de renta. Estos fueron los primeros nucleados en un solo edificio, que conoció la ciudad.

Ocho años más tarde, en 1936, don Adelmo Rosello construyó el edificio “Rosello”, en Las Heras (hoy San Martín) 573, que contaba con planta baja y tres pisos destinados a oficinas. Su vasto frente estaba decorado con elegantes y sobrias pilastras por todo ornamento. Sigue en pie hasta hoy, aunque su revoque oscurecido y el bullicio de la calle hacen que no lo note quien no mira hacia arriba.

Ochava con historia

Un año más tarde, en 1938, en la siguiente cuadra de la actual San Martín, al 650, doblaba la apuesta la habilitación de la Galería “Juan B. Pezza”, con notas de estilo “art déco”. Tenía planta baja y seis pisos de departamentos, donde alternaban viviendas con oficinas.

Y el siguiente año aparecería la mole de “La Continental”, en la ochava noroeste de las hoy San Martín y Laprida. Contaba con planta baja y siete pisos. Sería, por varios años, un “rascacielos” que enorgullecía a Tucumán. Vale la pena detenerse en el solar y en el edificio.

La ochava tenía su historia. Allí residió, en las décadas iniciales del siglo XIX, el coronel Emidio Salvigni. Era un militar de origen italiano: había guerreado en el ejército de Napoleón, quien premió su desempeño con varias condecoraciones. Luego vino a la Argentina, sirvió en el Ejército del Norte y anudó gran amistad con el general Manuel Belgrano. Este apadrinó su casamiento con una tucumana, doña Cruz Garmendia Alurralde.

La “Londres”

A fines del XIX, el caserón ya tenía una planta alta. Entrado el XX, la planta baja albergó a la confitería “Londres”, uno de los establecimientos tradicionales de la ciudad, dotado de “biógrafo”, como se denominaba a la proyección de las primitivas películas de cine.

Recordaría LA GACETA que “la Londres” fue “un refugio de jóvenes y de hombres maduros, que iban a buscar la expansión amable del cine, cuando éste aún no había sido privilegiado con el don de la palabra y del sonido. Allí se hacían amables rendez vous sociales y se deslizaban las horas del descanso, creándose, sin sentirlo, una vida serena y alegre al lado de la otra, laboriosa y amarga”.

También funcionó allí, inicialmente, la confitería “El Buen Gusto”. En cuanto a la planta alta, se alquiló para vivienda –uno de sus inquilinos fue el gobernador Lucas Córdoba- y luego, en 1908, alojó al exclusivo club social “El Círculo”, fundado ese año.

Pero, en la siguiente década, “El Círculo” construiría su magnífica sede propia, metros más allá: al fusionarse con “El Club Social” para constituir el “Jockey Club”, el edificio quedó como propiedad de este último, hasta hoy.

La Continental

En 1938, una importante compañía de seguros, “La Continental”, sociedad anónima de capitalización, anunció que en esa ochava levantaría un edificio para albergar sus oficinas en la planta baja, con departamentos en las superiores. Sería similar a los que ya había edificado en Mendoza, en La Plata y en Córdoba.

En ese momento, la ciudad ya iba saliendo agresivamente de su chatura. A los citados edificios Rosello y Pezza, se agregaban ese año los Tribunales, la Caja Popular de Ahorros, el Correo, el Mercado del Norte

Pero era la primera vez que se erigían nada menos que una planta baja y siete pisos de departamentos. La prensa había ido siguiendo la construcción, y periódicamente publicaba fotografías que iban documentando sus avances, lo que despertaba toda clase de comentarios admirativos, como es de imaginar.

Esto convirtió a la habilitación de “La Continental” en un suceso de gran importancia, al que el periodismo de la época destinó muy generoso espacio. La inauguración tuvo lugar exactamente el martes 29 de agosto de 1939, a las seis de la tarde.

Gran ceremonia

Tanta trascendencia revestía la ceremonia, que a ella concurrieron el gobernador de la Provincia, doctor Miguel M. Campero; el presidente del Senado, doctor Arturo R. Álvarez; los ministros, doctores Manuel Andreozzi y Rufino Cossio; el comandante de la guarnición militar, teniente coronel Leonardo Molina, encabezando una serie de encumbrados personajes a los que rodeaba una imponente masa de público.

El obispo diocesano, monseñor Agustín Barrere, procedió a la bendición. Recorrió todos los pisos, seguido por los superintendentes y empleados de “La Continental”. El orador fue el subgerente de la compañía, J.M. Marchetti Tarrés. Se firmó un acta y se ofreció un lunch a la concurrencia que colmaba el local.

Al día siguiente, los empleados de la compañía rindieron homenaje, en el mausoleo de El Hogar del Empleado, a la memoria de don Ricardo J. Robinson, quien por muchos años había sido el responsable de la empresa en Tucumán.

Los siete pisos de “La Continental” tenían todas las condiciones para llamar la atención de los tucumanos.

Las comodidades

Los departamentos eran tres por piso y se alquilaban: no se vendieron hasta años después. Cada uno contaba con instalación completa “de agua filtrada, fría y caliente”. Estaba dotado de cocina eléctrica con sus instalaciones completas. Tenía heladera eléctrica, marca “Siam”, la más prestigiosa de entonces. Esto además, describía LA GACETA, de “armarios, alacenas y aparadores embutidos; incinerador automático de residuos; espejos movibles en el baño; artefactos eléctricos de líneas sobrias y estratégicamente ubicados; espaciosos lavatorios y piletas; línea de teléfono interno y línea adicional de teléfono directo a la portería; timbre de llamada para el servicio, etcétera”.

Además de estas comodidades, en los sótanos del edificio se habían instalado “grandes secaderos eléctricos para el uso de los inquilinos y, además, un depósito para equipajes, donde podían guardarse los objetos fuera de uso”. Subrayaba el diario que la administración había establecido un “interesantísimo” reglamento interno, que preveía todos los detalles para el mejor aprovechamiento del local.

En la planta baja

En la planta baja, se distribuían “una serie de locales espaciosos, con profusión de luz y aire, destinados a casas de comercio”. Una de estas dependencias se había reservado “La Continental” para sus oficinas tucumanas.

Como muchos recuerdan, el gran salón de la ochava albergó, durante largas décadas, a la tradicional joyería “Yanicelli”; y sobre calle Laprida funcionó, también muchos años, una célebre peluquería para varones, “Los Oficiales”. LA GACETA destacaba que las oficinas habían sido “amuebladas y decoradas de un modo sobrio y práctico”, y que “en esta sobriedad de detalles, se descubre fácilmente el insuperable gusto y la seriedad de los ambientes”.

Hacía notar también que “cada departamento tiene perfectamente separadas sus entradas principales y sus entradas para el servicio”.

77 años de solidez

En síntesis, afirmaba la crónica, “la estructura general de este nuevo palacio que engalana a la ciudad de Tucumán, ha permitido dotar a todo el edificio del máximo de luz y aire, comenzando por su excelente orientación y siguiendo por los amplios ventanales y balcones, exentos de ornamentaciones inútiles, y que aseguran la utilización del máximo de superficie en las aberturas”.

Diseñado por los arquitectos Raúl Togneri y Jaime Roca en el estilo “Internacional” –ortodoxo, salvo la novedad de los cerámicos colorados- el edificio tiene, actualmente, 77 años. Quien lo visite puede apreciar la solidez que rodeaba a las construcciones en aquellos tiempos. Los pisos de parquet en los departamentos y los de mosaico de los palieres están intactos, así como el revestimiento de estos y las puertas, de excelente madera.

Así, “La Continental” tiene, de pleno derecho, un sitio de relieve en la historia de las construcciones en altura de San Miguel de Tucumán.

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