Por Carlos Páez de la Torre H
06 Octubre 2015
- ANTONINO TABOADA. El político y millitar santiagueño era comandante general de la frontera del Chaci en 1869. LA GACETA / ARCHIVO.
Los mitristas Taboada, “hombres fuertes” de Santiago del Estero, nunca se llevaron bien con el presidente Domingo Faustino Sarmiento. El gran amigo de éste, José Posse, le escribió, desde Tucumán, una larga carta al respecto, el 1 de enero de 1869.
“Volviendo a los Taboada, te diré en dos palabras lo que pienso”, expresaba Posse. “No habrá quietud ni gobiernos regulares en el norte, mientras esos hombres existan en Santiago: han de conspirar contra tu presidencia constantemente, no obstante protestas de amistad”, y serán “el apoyo armado de la oposición para levantarse en la primera oportunidad propicia”.
Así, decía Posse, “quitar a estos hombres no sólo es conveniente, políticamente hablando, sino un acto de justicia a las exigencias de la opinión que, exagerada frecuentemente, es racional y moderada para este caso”. Ahora bien, “¿cómo quitarlos sin salir del derecho? Muy sencillo: quitarles el mando de la frontera. La oportunidad de dar este paso sólo tu puedes saberla, tomando balance de tus medios de acción”.
Opinaba que “ponerles un buen Jefe de Frontera con alguna fuerza de línea, es acabar con su poder sin violencia y sin ruido”. Aconsejaba: “No les tengas miedo. Eso que ves es un poder de lana, que algunos gaceteros agrandan a fuerza de ser zonzos. Tienen cinco o seis mil fusiles de la Nación con los que apuntan a todo el mundo, con soldados que no saben por dónde se cargan. ¿Por qué no se piden estos fusiles? Sería una medida simultánea con el nombramiento de Jefe de Frontera”. Posse declaraba su asombro por “la importancia que han dado a esos palurdos felices”.
“Volviendo a los Taboada, te diré en dos palabras lo que pienso”, expresaba Posse. “No habrá quietud ni gobiernos regulares en el norte, mientras esos hombres existan en Santiago: han de conspirar contra tu presidencia constantemente, no obstante protestas de amistad”, y serán “el apoyo armado de la oposición para levantarse en la primera oportunidad propicia”.
Así, decía Posse, “quitar a estos hombres no sólo es conveniente, políticamente hablando, sino un acto de justicia a las exigencias de la opinión que, exagerada frecuentemente, es racional y moderada para este caso”. Ahora bien, “¿cómo quitarlos sin salir del derecho? Muy sencillo: quitarles el mando de la frontera. La oportunidad de dar este paso sólo tu puedes saberla, tomando balance de tus medios de acción”.
Opinaba que “ponerles un buen Jefe de Frontera con alguna fuerza de línea, es acabar con su poder sin violencia y sin ruido”. Aconsejaba: “No les tengas miedo. Eso que ves es un poder de lana, que algunos gaceteros agrandan a fuerza de ser zonzos. Tienen cinco o seis mil fusiles de la Nación con los que apuntan a todo el mundo, con soldados que no saben por dónde se cargan. ¿Por qué no se piden estos fusiles? Sería una medida simultánea con el nombramiento de Jefe de Frontera”. Posse declaraba su asombro por “la importancia que han dado a esos palurdos felices”.
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