La última palabra es del pueblo tucumano

La última palabra es del pueblo tucumano

30 Septiembre 2015

Lucas Arrimada - Profesor de "Derecho Constitucional" (UBA/UP)

1. Profundizar la democracia con más democracia. A un proceso eleccionario polarizado con muchas denuncias y serias irregularidades, después de la represión por parte de la policía del gobernador Alperovich ante un ejercicio legítimo del derecho de protesta, la detención ilegal de varios de los participantes de esa manifestación pacífica, la selectividad política contra militantes del Partido Obrero durante una semana sin pruebas en su contra, la violencia policial y la arbitrariedad en su restricciones de la libertad, la manipulación mediática a nivel nacional y al juego autodestructivo en el que tanto oficialismo y oposición suelen sumergirse; a todo esto, debimos sumarle una muy irresponsable decisión de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de Tucumán anulando la elección y convocando a una nueva sin dar razones ni pruebas de irregularidades generales ni fraude sistemático.La Corte Suprema Tucumana debería haber cambiado esa costumbre de dictar sentencias en el opaco “lenguaje judicial”. Debería haber llamado a una conferencia de prensa y en un lenguaje accesible para todos explicar detalladamente porqué la decisión de la Cámara en lo Contencioso Administrativo fue arbitraria. Las razones y la publicidad también dan legitimidad. Al gran pueblo tucumano, razones.Algunos llaman a respetar la “justicia independiente” (sic) cuando les conviene o llaman a los jueces “corruptos” cuando deciden en contra de sus intereses no importa si la sentencias son un mamarracho judicial. Rara vez los jueces son independientes, muchas veces los jueces tienen dependencias políticas directas o indirectas. Un poder judicial endogámico, repleto de castas familiares y fidelidades políticas no da legitimidad a sus decisiones.Resolver conflictos políticos a través de un dudoso poder judicial es potenciar el conflicto y politizar al poder judicial. A una situación conflictiva le sucedió otra. A una elección con graves irregularidades, le sucedió un fallo explosivo. La historia nos da contraejemplos de muchos políticos e intelectuales que legitimaron el autoritarismo y renunciaron a sus principios republicanos y liberales en nombre de la república y libertad. La polarización irracional de la sociedad ha llevado a que algunos muy lamentablemente festejen una sentencia arbitraria en la que se anula una elección repitiendo dolorosos errores del pasado autoritario. Abrazar decisiones sin fundamentos y a oscuros jueces no es una salida democrática a las graves falencias de una joven democracia.

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2. Los jueces no son guardianes de la democracia. Los jueces no pueden anular elecciones sin pruebas ni fundamentos. Además en el caso tucumano hay varios defectos institucionales que todos conocían de antemano. Reformarlo debería ser un objetivo institucional de todas las fuerzas. Desde el sistema electoral hasta el clientelismo político que todos los partidos practican en Argentina. Además, la vinculación entre pobreza y clientelismo suele olvidar el clientelismo que tienen todas las fuerzas con sus oligarquías y empresarios amigos que vuelen en formas de contribución de campaña. Los jueces de la servilleta que les aseguran sistemática impunidad a la mayoría de los políticos y empresarios corruptos no son guardianes de la democracia. Algunos idealizan a los jueces por la misma razón que idealizan a las personas: No los conocen. El poder judicial es muy opaco, corrompible (el caso federal siempre fue un ejemplo claro) y poco transparente detrás del hermoso ideal de “Justicia”. La Corte Suprema no es guardiana de la Constitución Nacional ni de la democracia al manejar el presupuesto de todo el poder judicial contradiciendo claramente el artículo 114 de la Constitución. Los jueces no son guardianes de nuestra libertad e igualdad de culto cuando no protegen el principio del Estado Laico. Los jueces serían guardianes de la democracia si la democracia fuese una cárcel. Y la democracia es una práctica social que costó esfuerzo de generaciones de argentinos, no es un expediente judicial. La república democrática está más cerca de los partidos políticos con fuertes tradiciones y disciplina, incluso con sus vicios, que de oscuros jueces que la sociedad no puede ni controlar y tantas veces, ni siquiera entender. Los jueces no son los guardianes centrales de la democracia. Los jueces que se ponen por encima de la voluntad popular contribuyen a empeorar la imagen de un “poder judicial” siempre en cuestión y a dificultar la tarea que algunos jueces realizan para mejorar la calidad institucional dentro de la esfera judicial.Nadie puede negar las graves irregularidades en la elección tucumana. Nadie puede negar que el fallo de la Cámara Contenciosa carecía de pruebas y fundamentos sobre el fraude sistemático. Todos tenemos que comprender que los problemas de la democracia necesitan más democracia y política, menos violencia y más generar mínimos acuerdos de cultura política; en definitiva: más democracia, menos sentencias arbitrarias. Para nuevas bases y puntos de partida de una organización democrática, con un mejor sistema político y electoral, con límites a la concentración de poder económico y político, para reducir los autoritarismos de todo tipo, se requiere profundizar la democracia y establecerla como forma de vida, como práctica social y cultural. Eso solamente se puede pensar, en Tucumán y en toda la Argentina, lejos de las judicaturas, en diálogo con toda la sociedad y siempre cerca del pueblo. 

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