Ponerse en la piel del otro, ese es el lema

Ponerse en la piel del otro, ese es el lema

Unos 400 focolarinos se reunieron en San Pedro de Colalao el fin de semana. La Mariápolis terminó con una misa concelebrada.

POR UN MUNDO UNIDO. Los focolarinos Mauro, Lourdes, María Julia, Katia, Vanina y Lucas en San Pedro. LA GACETA / FOTO DE MAGENA VALENTIÉ POR UN MUNDO UNIDO. Los focolarinos Mauro, Lourdes, María Julia, Katia, Vanina y Lucas en San Pedro. LA GACETA / FOTO DE MAGENA VALENTIÉ
14 Octubre 2014
“Todas las religiones tienen esta regla de oro: hacerle a otro lo que te gustaría que te hagan a vos. Y, por el contrario, no hacer a otro lo que no te gustaría que te hagan. ¡Es fácil! Si lo empezás a aplicar en todo momento, como un ejercicio, y en todo lugar vas a ver que comienza funcionar. Si todos actuáramos pensando en esa regla ¡el mundo empezaría a cambiar!”, dicen con convicción Lucas Rueda, y Mauro Burgos, de Santa María, Catamarca. Los jóvenes de 19 años formaron parte de los 400 focolarinos de todo el NOA, que el último fin de semana convirtieron la villa de San Pedro de Colalao en la ciudad de María, es decir, una Mariápolis donde todo se rige por “la única ley del amor evangélico”.

El Movimiento de los Focolares de Tucumán fue el encargado de reunir a cientos de familias con niños y jóvenes, grupos de amigos e integrantes en general de esa espiritualidad. Llegaron de las diócesis de Catamarca, Orán, Concepción, Santiago del Estero, Salta y Jujuy, además de Tucumán. El encuentro tuvo como eje “El amor recíproco, camino para la paz y la fraternidad”. Y concluyó con una misa presidida por el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca.

Las participación de los jóvenes se hizo sentir en cada tramo del encuentro que duró tres días y medio. “Experimentamos el amor y el perdón de la regla de oro en actividades como juegos, talleres de arte y de ecología y en representaciones. La idea es que con pequeñas cosas vayamos construyendo esta forma de relacionarnos a través del amor y del perdón como Cristo nos enseñó”, contaron Vanina, Lourdes y María Julia, todas entre 17 y 18 años, y pertenecientes al grupo Jóvenes por un Mundo Unido.

La visión de un italiano

Entre los jóvenes focolarinos está Tommaso Bertolasi, un italiano de 28 años, que pronto será doctor en Filosofía. Mientras estudia y realiza trabajos investigación científica vive en un focolar de Buenos Aires. “Cuando me enteré de esta Mariápolis decidí venir a participar”, cuenta el joven nacido en Verona. Desde 2011 vive en distintos focolares donde comparte la fraternidad a pleno. Ya vivió en Suiza y después en Perugia, cerca de Asís.

“Lo que más me sorprende del papa Francisco es su cercanía, su argentinidad, su forma de comunicarse con el pueblo como otro sujeto, otro cuerpo. En Europa, en cambio, vivimos el concepto de pueblo de esa manera. Para nosotros es más difícil conseguir esa cercania. Un pueblo puede ser muchas personas juntas. En cambio para ustedes el pueblo tiene un rostro, es venir con un mate y ya está. Para nosotros la relación con el otro hay que construirla, no vienes así nomás y te pones a conversar. Hay que romper una estructura para eso, es algo cultural”, explica.

Katia Quinteros la escucha maravillada como una tucumana más, pero no lo es. Hace tres años que vino de Panamá. Esta focolarina vive en el focolar de Tucumán y desde allí organiza todas las actividades el movimiento fundado por Chiara Lubich y extendido por todo el mundo.

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