Secretos de alcoba en el discurso
Muchas veces escuchamos decir que hay políticos que son especialistas en hablar bastante y bonito sin decir nada, sin jugarse, sin comprometerse, sin dar definiciones concretas. Algunos ejemplos pueden ser Daniel Scioli, Julio Cobos o Mauricio Macri, o en el plano local el ex gobernador José Domato, famoso por ese don, el actual vicegobernador de licencia Juan Manzur o el intendente Domingo Amaya.

Otros, en cambio, son expertos en sacudir a la audiencia cada vez que abren la boca y siempre hacen mucho ruido. Parece que dicen mucho. En este grupo están, a nivel nacional, por ejemplo la presidenta Cristina Fernández, Elisa Carrió o Ernesto Sanz, y a nivel provincial Gumersindo Parajón -en otros tiempos-, Sisto Terán, cuando denunciaba a los que hoy son sus socios, o el radical José Cano.

El análisis del discurso, la semiótica del relato político, nos enseña que ninguna de estas dos afirmaciones son correctas. Todos dicen mucho más de lo que parece y también mucho menos de lo que aparentan.

Cuando el gobernador José Alperovich repite hasta el hartazgo “estamos trabajando fuerte”, además de querer diferenciarse de la imagen de “políticos vagos” que tienen muchos de sus colegas, también nos está diciendo que no va a dar precisiones técnicas de lo que está haciendo, ni a rendir cuentas, ni a dar mayores explicaciones, ya sea porque no puede o porque no quiere.

Tampoco la hace ser más dueña de la verdad a la presidenta gritar y enojarse, lo mismo que a Carrió cuando señala con su dedo índice al cielo y despotrica en el Congreso contra media humanidad.

Afirma Pablo Espinosa Vera, miembro de la International Asociation for Semiotic Studies, que un patrón que se repite en los discursos políticos, sobre todo en campañas electorales, donde se hacen más evidentes los montajes escénicos, es que muestran y destacan actitudes evasivas ante la hiperrealidad que enfrentan y sufren las grandes mayorías.

El jueves pasó por Tucumán Karina Rabolini, que está de gira por el país promocionando la candidatura presidencial del gobernador de Buenos Aires. Fiel al estilo de su marido, Rabolini pareció decir muy poco pese a haber hablado bastante. Sin embargo, si nos apartamos de la hipertextualidad (vamos a morir de textualidad, decía un poeta) descubrimos que Rabolini dio varias precisiones, y no es menor siendo la persona que más lo conoce. Cuando ella habla de su marido, a quien proyecta en la presidencia, lo que en realidad está haciendo es compararlo con Cristina Fernández. “Daniel haría cosas de manera diferente, tiene un estilo de mucho diálogo”; “tiene la capacidad de ver más allá que muchos”; “es muy responsable y prudente”; y “tiene la capacidad de sentar en una misma mesa a distintas opiniones políticas y poder trabajar en equipo, entre todos”, fueron algunas de sus definiciones. Cualquier semiólogo coincidiría en que Rabolini dijo que la presidenta no dialoga, es irresponsable e imprudente, es incapaz de trabajar en equipo y no puede ni sentarse en una mesa con gente que piensa distinto. Es la mujer que duerme con Scioli, ergo, es lo que piensa Scioli.

Faltó a la verdad Rabolini cuando afirmó no estar al tanto de las internas del peronismo local, porque no fue casual que eligiera reunirse con Alperovich y con Amaya. Además, les bajó líneas para que se unan porque pueden perder. “No lo veo a Daniel en el balotaje”, afirmó. Lo que aparenta ser un exagerado optimismo de Rabolini, en realidad es una señal de alarma. Ella conoce bien los números y sabe que sí o sí habrá balotaje en 2015. Por eso, cuando dice que “no lo ve a Daniel” en ese escenario es justamente eso, que no lo ve, diría Freud.

Habrá que ver si la candidata a primera dama sabe que el alperovichismo le regaló una unidad fingida y un teatro Mercedes Sosa colmado absolutamente ficticio. Ordenaron a docentes y demás empleados públicos asistir al acto y varios tuvieron que abandonar las aulas llenas de chicos. Es lo que en semiótica política se conoce como representación de la realidad, algo distinto de la realidad, hasta que alguien se lo cree.

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