Amor de chicos: se raparon para acompañar a su amigo con cáncer

Amor de chicos: se raparon para acompañar a su amigo con cáncer

El gesto de sus 12 compañeros de curso emocionó hasta las lágrimas a Lucas Casor, que salió hace poco de su última ronda de quimioterapia.

EMOCIONANTE. Los compañeros de Lucas, junto al preceptor de sexto año, en una de las fotos que le mandaron a Lucas. FOTOS TOMADA DE LANACION.COM.AR EMOCIONANTE. Los compañeros de Lucas, junto al preceptor de sexto año, en una de las fotos que le mandaron a Lucas. FOTOS TOMADA DE LANACION.COM.AR
20 Junio 2014
CÓRDOBA.- Cuando a Lucas Casor sus amigos lo empezaron a sacar de los grupos de WhatsApp que compartían, se quedó perplejo. Enfermo, sin poder ir al colegio, pocos días después de haber terminado una ronda de quimioterapia, el chico de 17 años entendió lo que pasaba esa misma noche en el mismo momento en que recibió las fotos de sus 12 compañeros del sexto año del Instituto Secundario El Salvador, en Córdoba Capital. Estaban todos rapados, como él.

"Fue muy emotivo el gesto. Me largué a llorar. Nunca pensé que lo iban a hacer", contó el chico, que empezó a perder el pelo como consecuencia del tratamiento contra el cáncer, en una entrevista que le hizo el diario "La Nación".

Lucas es el segundo de tres hermanos. Su mamá, Celina, tiene un comercio, y su papá, Néstor, trabaja en una fábrica. Hace dos meses, la vida de Lucas dio un vuelco. Todo comenzó con un fuerte dolor en la entrepierna, que apareció de golpe, un viernes de abril, mientras estaba en el colegio.

Pasó el fin de semana con dolores, hasta que al martes visitó a su médica de cabecera, la pediatra Marta Simes. Cuatro días, más tarde, Lucas entraba a un quirófano para ser operado por un urólogo, que le extirpó un tumor en uno de sus testículos.

Lo más grave había pasado, pero tras analizar la biopsia, una junta médica especialistas decidió que Lucas haga quimioterapia por dos meses, para evitar ramificaciones del cáncer. Durante una semana, se sometió a un tratamiento de dos horas por día. Luego repitió dos jornadas más. No sintió nauseas aunque sí dolor de panza y un importante debilitamiento físico. Además, al bañarse comenzó a notar que se le caía el pelo.

"Me sacaba de a mechones. Pero lo tomé como algo normal, estaba preparado, así que me rapé. Ya hacía dos años me había pelado con mi hermano, así que no tuve problema", contó Lucas. "La primera semana -añadió- fue dura porque las sesiones eran muy largas y vas sintiendo distintas cosas cuando te ponen inyecciones con medicamentos. No tuve náuseas pero sí dolor de panza. ¿La verdad? Prefiero que se me caiga el pelo a tener dolor de panza".

Desde que empezó el tratamiento, Lucas dejó el colegio, pero no perdió contacto con sus amigos, con quienes hablaba por teléfono o por las redes sociales. Cada tanto, alguno le acercaba las tareas o lo incluía en grupos de estudios para presentar trabajos prácticos.

Por la quimioterapia, que baja las defensas del cuerpo, sus compañeros no pudieron visitarlo durante un tiempo, así que decidieron mostrarle su apoyo y le mandaron las fotos de todos ellos rapados. Juan Cruz e Ignacio tuvieron la idea y embarcaron al resto. El lunes, se juntaron en la casa de una de las chicas del curso, que tenía una afeitadora.

"Todos los chicos se pelaron juntos, pero yo como no pude ir me rapé con la Epileidi de mi mamá", contó entre risas Santiago Cruz Silva, también de 17 años, que comparte banco con Lucas en el aula del colegio. "Veníamos hablando con él sobre lo que pasaba. Y cómo no podemos visitarlo porque tiene las defensas bajas, de alguna manera quisimos compartir su dolor", añadió.

"No lo hicimos para quedar divinos, lo hicimos para ayudar a Lucas", cuenta por su parte Santiago Cejas, amigo suyo desde que compartían la sala de 4 en el jardín.

Anoche, después de casi un mes sin verlo, los amigos de Lucas pudieron visitarlo en su casa. Por la mañana, su papá les alcanzó barbijos para que usen al entrar, y cada uno por su cuenta se cuidó en los últimos días del frío para no llegar ni siquiera resfriados a su casa, en la zona norte de la capital cordobesa.

El gesto de cariño de los compañeros de Lucas conmovió a toda la familia. "A veces uno dice porqué nos tocó, pero saber que hay un Dios grande que en este momento difícil puede transmitir cosas preciosas como esas es increíble -reflexionó su mamá, Celina-. Porque en un tiempo donde el egoísmo y la violencia se ha instaurado, también se puede amar y ser solidario".

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