"La poesía sirve para nombrar lo indecible"

Es el último argentino que ganó el Cervantes, el galardón literario más relevante de la lengua castellana. Es el cuarto de una nómina que comparte con Borges, Sabato y Bioy Casares. Gelman, considerado el mayor poeta argentino vivo, habla aquí sobre sus comienzos en la literatura y el periodismo, el sentido de la poesía y la esencia de un poema. "La poesía es palabra calcinada; por eso puede hablar de todo", afirma el autor de Valer la pena.

¿QUE DEBE TENER UN POEMA PARA SER UN POEMA? Ritmo y música, y mientras sea poesía, el asunto del que trate es lo de menos, dice Gelman. ¿QUE DEBE TENER UN POEMA PARA SER UN POEMA? Ritmo y música, y mientras sea poesía, el asunto del que trate es lo de menos", dice Gelman.
22 Abril 2012

Por Mónica Cazón

Para LA GACETA - Buenos Aires

- Usted subrayó su vida con una línea coherente que mantuvo a través de los años a pesar de los incuestionables inconvenientes que tuvo que sortear. ¿Considera que la lucha no fue en vano o que mejoró su convivencia con el dolor? ¿Siente el respeto que le tienen por esa línea de coherencia?

- Ninguna lucha por una causa justa es inútil, aunque termine en derrota. Es Cronos el que mejora la convivencia con el dolor. Siento las dos cosas (el respeto y la admiración), pero sigo desamparado ante la página en blanco.

- Usted regresa siempre, a pesar de que -según leí- eligió México por amor a una mujer. ¿Cómo ve al país y cómo presiente que lo ven?

- No puedo decirle cómo lo ven en todo el exterior. En Gran Bretaña seguramente no nos quieren. Uno se entera por los medios, que casi siempre obedecen a intereses o rencores. En los ámbitos culturales mexicanos se nos ve con simpatía. Los intelectuales argentinos que se exiliaron aquí bajo la dictadura hicieron no pocos aportes en sus especialidades.

- ¿Qué puede decir que no haya dicho? Hablo de ese concepto que nos queda guardado en el tiempo ¿Alguna vez silenció sus pensamientos?

- No lo sé. Digo lo que pienso, depende de las preguntas que me formulan.

- Si no recuerdo mal, en el 55, fue uno de los fundadores del grupo de poetas El pan duro y luego se adhirió a la lucha armada en la Argentina. Durante la presidencia de Guido, fue encarcelado con otros escritores por pertenecer al Partido Comunista. Luego de ser liberado, abandonó ese partido para vincularse a sectores del peronismo revolucionario; y, con otros jóvenes que también lo habían abandonado, formó el grupo Nueva Expresión y la editorial La Rosa Blindada, que difundía libros de izquierda rechazados por el comunismo ortodoxo. ¿Cómo miraría aquel joven vehemente a este hombre de hoy?

- Habría que preguntárselo a él, cosa un poco difícil. La vehemencia del deseo y de las ideas no se apagan con el tiempo.

- Su experiencia como periodista es amplia. Se desempeñó en las revistas Panorama y Crisis, y en los diarios La Opinión y Noticias, por mencionar algunos y sin contar las participaciones en el exterior. ¿Qué aportes le hizo el periodismo a su carrera de escritor? ¿Cree que es un género literario? ¿Cuál fue su primer trabajo como periodista?

- Creo que sí, que el periodismo es un género literario y, como en todos los campos, algunos lo ejercen bien y otros mal. A mí me trajo mucho, especialmente cuando fui cronista. Cubría asambleas obreras, por ejemplo, en las que participaban paraguayos, chilenos, bolivianos, uruguayos y otros latinoamericanos que emigraron a nuestro país en busca de trabajo, y siempre me maravilló la diversidad de palabras para nombrar una misma cosa, las expresiones, las músicas distintas de cada habla. Mi primera anécdota periodística no fue nada divertida. A los 18 años trabajé algunos meses en una revista de seguros y me mandaron a cubrir el incendio de una lancha. Era de dos hermanos pescadores que estaban desesperados porque el seguro se les había vencido el día anterior y no lo habían renovado. Volví a la redacción, se lo conté al director lamentándolo y éste golpeó con el puño su escritorio muy contento y dijo: "Así van a aprender de una vez. Escríbalo, escríbalo". Renuncié ahí mismo.

- Recuerdo esa pregunta, la 248 elegía de Hölderlin, Pan y Vino… ¿y para qué poetas en tiempos de penurias? ¿Para qué sirve, hoy, la poesía?

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- Para lo que siempre existió: para nombrar lo indecible y enriquecer al ser humano.

- ¿En ocasiones, los temas que tratan los poetas, se convierten en temas generacionales? Escribir sobre Malvinas, por ejemplo, o sobre el 76. Una frase de Gelman dice: "odio el término que inventaron los franceses, la poesía comprometida; yo creo en la poesía casada con la poesía".

- Así es, no creo en temas generacionales, ni en escuelas poéticas, ni en rótulos encasilladores, ni en corrientes literarias, que se suelen etiquetar desde la sociología… Es evidente que la historia entra, consciente o inconscientemente, explícita o implícitamente, en lo que se escribe en cada época, pero sólo creo en los poetas del tiempo que sean.

- ¿Qué debe tener un poema para convertirse en "el poema"?

- Debe tener ritmo y música y, mientras sea poesía, el asunto que trate es lo de menos. Acostumbro a repetir que la poesía es palabra calcinada, y por eso puede hablar de todo.

- ¿A cuál de sus libros le entregaría una distinción?

- Cada libro es producto de una obsesión particular y no tengo uno preferido. Más bien me insatisfacen y tal vez por eso sigo escribiendo, tratando de agarrar alguna vez a la Señora.

- ¡Y la Señora siempre anda de compras, maestro! (risas) ¿Cómo era ese poema que se publicó allá por sus 11 años en la revista Rojo y Negro, y el último que escribió?

- No fue mi primer poema, pero sí el primero que se publicó y, por supuesto, trataba de un amor desdichado. Empezaba más o menos así: Fue un encuentro / muy hemoso / que se hizo / entre los dos / El Destino / poderoso / envidioso / lo rompió. Y en cuanto al último -estoy escribiendo- permítame que no lo agregue. Prefiero no publicar poemas inéditos que pueden ser cambiados o desechados con el tiempo.

- Consiéntame, entonces, con un poema de su libro El emperrado corazón amora.

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- Padre y madre guardan al hijo en una casa y quieren expulsarlo de él mismo, le incestan el alma con sus pasares, dolores, vacíos que nunca llenaron. Ese misterio se parece al fuego. Cátale sombras, fugitivo de lo que no te van a dar. Lágrimas pegadas a pestañas del tiempo el sol no seca y el

cercalejos de la cristalización

duelequé, sal secreta

de un ojalá que yo de mí.

Padre que hablaste, madre que dijiste,

el amor no está roto. Piensa.

Se termina la charla, y no puedo dejar de mencionar un acto que demuestra, una vez más, quién es Juan Gelman. En un momento recordé la nota de Alejandro Gil (periodista, escritor) en donde relata la estancia del maestro y su mujer en Tucumán, aquella vez que vino invitado por El Griego porque se inauguraba el Bosque de la Memoria en el cerro San Javier; y se vino a mi cabeza, también con esta anécdota, el nombre de Juan González, al que recientemente LA GACETA Literaria le hizo una entrevista. Cuando le comenté estos pensamientos a Gelman, me respondió: "Estimada Mónica, por favor, trasmítale todo mi cariño y amistad a Juan González, y dígale que no está solo, lo acompañan las tribulaciones de la lengua y todo lo que de ella se decía".

Los grandes, no pueden ser de otra manera. © LA GACETA




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