Nicolás Iriarte
Por Nicolás Iriarte 09 Abril 2012
"San Juan de Tucumán", dice la biografía de Jairo Castillo en su verdadera cuenta de Twitter. Y el acto fallido no es casualidad. Da la sensación de que nunca se dio cuenta a dónde había arribado. No porque haya llegado a un club más importante que Independiente o América de Cali, sino por la categoría. Nunca se adaptó al roce propio de la B y a su talento (intacto), lo tuvo escondido en toda su estadía.

Ahora bien, fechas antes, reveló: "nunca me habían puteado como acá". El sábado, los insultos se quintuplicaron y fue una de las razones de su adiós. La mayoría tuvo a su color de piel como denominador. Aveska, Mosquera y Blanco son algunos de los jugadores negros que militan en la B y cada vez que pisan Tucumán, los gritos superan la fustigación promedio a cualquier visitante.

La razón es obvia e invita a asegurar: si Jairo hubiera sido rubio, la hinchada lo bancaba dos fechas más.

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