Las torres no están pero sigue su magnetismo

Las torres no están pero sigue su magnetismo

La tragedia que provocó el atentado reveló que lo más importante no eran las torres, sino las personas. Seguí en vivo los relatos de nuestra enviada especial a la zona de la tragedia. Testimonios e impresiones.

SÍMBOLO. Un grupo de fotógrafos de medios retrata el lugar donde se están construyendo los nuevas obras en el lugar donde levantaba el WTC. SÍMBOLO. Un grupo de fotógrafos de medios retrata el lugar donde se están construyendo los nuevas obras en el lugar donde levantaba el WTC.
NUEVA YORK.- Entre 1972 y 1973, las Torres Gemelas fueron los edificios más altos del mundo. Y, durante casi tres décadas, los más altos de Nueva York: dos bloques rectilíneos deliberadamente concebidos para sobresalir en un deslumbrante horizonte de rascacielos. Demasiado colosales y simbólicos para desplomarse. Demasiado macizos e imponentes para esfumarse del paisaje que regían de oficio.

La fotografía de las Torres Gemelas (desde adentro y desde afuera) hizo las veces de certificado oficial de visita a Manhattan entre el 4 de abril de 1973 -cuando fueron inauguradas- y el martes 11 de septiembre de 2001. No se había estado "realmente" en Nueva York si no se habían remontado sus 110 pisos en el ascensor cuasi supersónico; si no se había observado la ciudad desde su atestada terraza o si no se había contemplado su superioridad irrecurrible desde el estratégico puente de Brooklyn.

El World Trade Center (WTC) no fue sólo la versión superlativa de lo que se entiende por complejo de oficinas: fue una atracción turística y una realidad arquitectónica fascinantes. Sobre todas las cosas y definiciones, las "Twin Towers" fueron un acontecimiento humano insoslayable, antes y después del atentado que las destruyó.

Acero y concreto

"La tragedia, paradójicamente, reveló que lo importante no eran ellas sino las personas que las habitaban", reflexiona una analista en uno de los incontables documentales que por estos días recuerdan que ya pasaron 10 años de aquel día donde lo inenarrable finalmente sucedió.

Y vaya que sí, que pasó para los casi 3.000 civiles, policías y bomberos que perecieron aquella mañana y para el planeta estupefacto que siguió el horror por televisión. Por primera vez dos aviones de línea comercial se estrellaban contra edificios de acero y concreto, y no había efectos especiales. Un hombre saltaba al vacío desde el piso 75 y no estaba en una producción de Hollywood, sino en una implacable experiencia de apocalipsis terrenal.

El periodista argentino Nelson Castro paseaba casualmente por allí el 11 de septiembre de 2001. En cosa de segundos, su viaje se convirtió en una cobertura de guerra. Y qué se podía hacer sino contar la desesperación, la incertidumbre, el dolor, el odio, la valentía, la locura y el aturdimiento que durante esa época se apoderaron de Nueva York. Castro vio a dos palmos de distancia el manto denso de polvo y humo que se elevó por los aires y cubrió suficientemente el cielo como para ser registrado por los satélites que entonces orbitaban en la estratósfera.

Tras la caída, las Torres se evaporaron en una dispersión descontrolada de átomos. Y con aquel siniestro espectáculo de devastación empezó el siglo XXI.

Sin el 11-S, Ground Zero (o Zona Cero) no hubiese existido. El predio evoca la masacre cometida en el desaparecido WTC, pero también el despliegue militar en Oriente Medio; el deterioro del equilibrio global creado a partir de la Segunda Guerra Mundial; las restricciones a las libertades civiles e individuales, y la radicalización cultural y religiosa que en la última década convulsionaron al orden político internacional. Nuevos rascacielos crecen en los escombros de las Torres Gemelas, pero el mundo no se ha recuperado del shock de inseguridad. El vigilado ingreso a Estados Unidos confirma la vigencia de sensaciones vinculadas con los atentados: la desconfianza, la vulnerabilidad y el peligro latente.

Ayer, la voz impersonal del altoparlante del Aeropuerto Internacional George Bush (Houston, Texas) ahogaba toda tentativa de relajación: "coopere silenciosamente con las autoridades. Cualquier comentario o broma sobre el procedimiento de seguridad será usado en su contra".

Comienzo y final

Y pese al miedo o terror residual, Ground Zero heredó el magnetismo del World Trade Center. El 11-S exacerbó su simbolismo, valor, y simbiosis con Manhattan y el sistema económico y democrático que Estados Unidos representa.

Diez años de sucesos vinculados directa o indirectamente con los ataques han agigantado hasta el infinito la sombra de las torres más altas de Nueva York.

Una década comienza con la caída de las Gemelas y termina con la ejecución del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, en Afganistán; comienza con los muertos de George W. Bush y termina con los de Barack Obama; comienza con el atentado más espectacular de todos los tiempos y termina con la certeza de que aún no ha empezado la reconstrucción del edificio de la paz mundial.

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