En las urnas, la emoción pesa más que la razón

En las urnas, la emoción pesa más que la razón

Hasta hace unos años, nadie ponía en duda que para convencer a los votantes había que articular un discurso de campaña convincente, con una plataforma sólida. Hoy, la gente parece estar eligiendo a sus conductores no tanto por lo que dicen sino por lo que ese candidato les transmite. La imagen física del postulante en el centro de un estudio del MIT.

"Es el George Clooney tucumano" arrojó, a modo de elogio, el precandidato a presidente por la UCR, Ricardo Alfonsín, en su alusión al postulante a gobernador por esa fuerza, José Cano, cuando pasó por esta provincia. No destacó ni militancia, ni título universitario, ni programa electoral; en cambio, puso la lupa en su visión (¡subjetivísima!) de la apariencia física del candidato local: como si el radical hubiera leído una flamante investigación de expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que indica que en los Estados Unidos la gente con menor nivel educativo elige a sus candidatos por la imagen que le devuelve "la tele", y no por sus ideas y propuestas.

Si miramos por estas tierras, la psicología del votante argentino no difiere demasiado de la del estadounidense analizado por el MIT. Como dice el especialista en comunicación electoral y docente (UNT) Fabián Silva Molina, la política está tan mediatizada que los candidatos se conocen por la misma pantalla que por la que se disfrutan actores y figuras del espectáculo. "Es lógico, entonces, que el elector no distinga una "estrella" de un "candidato", como también es lógico que le pida al político que comparta el standard estético que se ve en la pantalla", reflexiona el experto.

De acuerdo al estudio que encararon Gabriel Lenz y Chappell Lawson, cinco de cada diez puntos de ventaja que un candidato logra por su apariencia física se los debe al votante que tiene menos información política y que pasa más tiempo viendo TV.

En otras palabras, que hay algo así como un voto calificado, según nivel educativo y sociocultural. Sin embargo, en este punto hay por lo menos dos cuestiones: 1) la coyuntura electoral argentina de estos últimos años muestra que la "democracia de las emociones" que eriza los nervios de los norteamericanos no es ya la excepción, sino la regla, y que atraviesa las capas socioculturales. Que lo digan, si no, las respectivas performances electorales del cómico Miguel del Sel en Santa Fey de Mauricio Macri en Buenos Aires, con quienes el ecuatoriano Jaime Durán Barba (asesor de imagen del macrismo) no parece haber tenido demasiada tarea adicional.

Si el Midachi del Sel ya era un profesional de la escena, el Macri bailando al ritmo de Gilda, acompañado por una Juliana Awada panzona (el ideario de la familia argentina que crece) no se queda atrás. El otro punto en cuestión es aquel relativo a la aparente diferencia entre el voto racional y aquél que no lo es. Tanto para el doctor en Ciencias Políticas Juan Pablo Lichtmajer como para el consultor Gustavo Gabriel Santiago (ver "Votar es una..." y "Las preferencias del electorado...") no hay tal discordancia. Con matices, ambos abonan al pensamiento de que hasta el más bonito discurso argumentativo puede ser mentiroso; que los gestos y la imagen física (no sólo en térmimos de lindo o feo) pueden desnudar más que mil palabras la personalidad de un candidato; y que la gente siempre elige su voto, sea por lo que le promete el candidato o por lo que le sugiere el "look" del postulante.

Hágalo usted mismo
Eso sí, la imagen se construye, aunque los políticos tucumanos no parezcan haberse percatado de la relevancia que ha adquirido esa cuestión en una campaña electoral moderna. Silva Molina asegura que en Tucumán el factor estético personal no está cuidado por especialistas. Observa que es "más bien privativo del gusto de cada candidato", que casi todos mantienen su estilo "y no hacen caso a las recomendaciones, salvo cuando hay que hacer una sesión de fotos o alguna filmación". Ratificando el corazón familiero del tucumano medio, el experto revela que, en el caso de los candidatos varones, muchas veces es la familia la que tiene la última palabra. "Las candidatas mujeres tienen la cosa mucho más clara y, en general, tienen un estilo definido, aún cuando no sea recomendable", desliza Silva Molina. No dice en quién está pensando cuando acerca esa reflexión: pero se intuye que el centro de su ataque tiene nombre y apellido. "Algunos políticos son prácticamente inasesorables por propios prejuicios o directamente porque no les importa el tema", afirma el consultor. Y reconoce que en estas tierras los candidatos apelan al mismo sistema que las estrellas. "Así, al ver la imagen de Mirtha Legrand que se asoma en la avenida Mate de Luna luciendo un cutis que su nieta envidiaría, solicitan que se les retoque con photoshop. Herramienta- advierte- que es necesario utilizar con cuidado para no correr el riesgo de perder la relación con el referente".

En Tucumán, el límite de la producción parece darlo el photoshop: por lo demás, los afiches muestran, monocordes, a los candidatos varones en "elegante sport". Y a las mujeres enfundadas en el tailleur de rigor, con brushing riguroso. En los placards parecen haber quedado guardados -por ahora - las camperas gamuzadas, las boinas y el pañuelito al cuello (estilo campo) y el vestuario y el make up rutilantes, coloridos, de la tradicional rama femenina del PJ. En los carteles, las diferencias se borran: el votante no entiende de modas.