Hood Robin goza de buena salud

Hood Robin goza de buena salud

BUENOS AIRES.- Más de cuatro años de ausencia de una referencia oficial de inflación mínimamente confiable están dando sus frutos a un Gobierno que no para de aplicar un ajuste no declarado. El mecanismo puede ser comprobado en el supermercado más próximo. Pero también se lo puede observar con absoluta nitidez en todas las acciones que rodean a las negociaciones paritarias y, quizás, en la asignación de recursos a los sectores socialmente vulnerables.

Sobre las paritarias, los exponentes del Gobierno coinciden en asegurar que una pauta de aumento anual del 24% es la más acertada. Son los funcionarios del mismo gobierno que no sabe cómo explicar que la recaudación impositiva crezca mes a mes más de un 30% interanual, supuestamente sin ningún impulso inflacionario que la ayude. Ese 24% de suba salarial podría resultar un buen negocio para los trabajadores si el 9,7% anual de inflación del Indec fuera algo cercano a la realidad. No es casualidad que la consigna de "todo al 24" haya prendido tan rápidamente al unísono en las filas empresarias y en las gubernamentales. En ambos sectores se encuentran los beneficiarios de la inflación, aplicada a modo de una redistribución del ingreso al revés.

En el Gobierno, la no admisión de la inflación incorporó a los salarios públicos y privados a la multiprocesadora. No es el primer año en el que los aumentos acordados quedan retrasados respecto de los niveles inflacionarios reales. Y el cinismo de quienes, desde los despachos oficiales, comparan las subas nominales en los sueldos con los índices de precios del Indec para concluir que el salario real aumentó. Quizás por esa razón haya sido el Grupo de los 6 el que salió de inmediato a plegarse al número blandido por un Gobierno que ya dejó de lado que las paritarias no tienen piso ni techo. Como tampoco es casualidad que del otro lado del mostrador no se transmita el mismo entusiasmo. Con o sin conflictos sindicales, los reclamos de los trabajadores apuntan a subas salariales más significativas, arriba del 30%.

Paradojas de la Argentina de hoy: los empresarios, que hasta hace poco alertaban sobre la posibilidad de una inflación descontrolada, vieron en el 24 el porcentaje salvador a la hora de enfrentarse al pago de salarios. Por el contrario, cuando de cobrar se trata el sindicalismo olvida por un momento su alineamiento con el Gobierno y ya no pregona que no hay nada malo en "un poquito de inflación". Al menos, hasta el cierre de las negociaciones.

Entre los trabajadores de la mayoría de los gremios no se oculta que el 24% deja un sabor a poco.

Pero la situación es peor entre los no sindicalizados, los informales y los desocupados. De los que una importante franja viven de los subsidios otorgados por un Estado que en este caso tampoco reconoce la inflación. Un reciente análisis de la Asociación Argentina de Presupuesto muestra la disparidad en la distribución de los subsidios a los sectores económicos y los sociales. En el primer trimestre los primeros aumentaron respecto del mismo período de 2010 nada menos que el 107%. En el mismo lapso, los subsidios sociales se incrementaron apenas un 4%. En otras palabras, para las empresas y la importación de combustibles la suba cuadruplicó la inflación real estimada para ese período, pero para los más necesitados fue seis veces inferior a la suba de precios.

Una visión más desagregada permite ver que todo el incremento en la Asignación Universal por Hijo ($ 157,7 millones) es menor al aumento de los subsidios a Aerolíneas Argentinas (186,3 millones). Y que el aumento de todos los subsidios sociales incluidos (245,9 millones) representan apenas el 6% de los 4.039,9 millones adicionales que recibió el sector energético.

Ante la avalancha de anuncios oficiales que parecen demostrar lo contrario, conviene aclarar por qué los subsidios sociales aumentaron tan poco en términos nominales, o bien, se redujeron en valores reales. Si hubiera una pizca de sinceridad en esos anuncios, debería decirse que los aumentos en algunas partidas sociales se realizan a costa de la disminución de otros.

Si en la asignación de los recursos se ponen de manifiesto las decisiones de un gobierno, debe haber muy pocos ejemplos como este para desnudar por un lado la regresividad en la distribución del ingreso y por el otro la utilización de la inflación como mecanismo de ajuste no declarado. Más allá de las declamaciones, Hood Robin goza de buena salud.

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