Cuando la farsa se convierte en una tragedia

Cuando la farsa se convierte en una tragedia

En "Saverio, el cruel", la obra de Roberto Arlt que estrenó el Elenco Estable, la ficción se cruza con la realidad en un teatro semimontado por jóvenes burgueses. Solidez de las actuaciones

EN TRANCE. Saverio pasará de ser un humilde mantequero a un cruel coronel, que confunde la realidad y la ficción, aunque tiene tiempo de regresar a ella. EN TRANCE. Saverio pasará de ser un humilde mantequero a un cruel coronel, que confunde la realidad y la ficción, aunque tiene tiempo de regresar a ella.
La hondura dramática y política de la obra de Roberto Arlt es más o menos conocida por el gran público. "Saverio, el cruel" es uno de sus textos especialmente escritos para el teatro. Narra la decadencia de un grupo de jóvenes burgueses envueltos en el tedio cuando deciden organizar una farsa para entretenerse a costa de un pobre vendedor de manteca.

Pero la historia, que como bien se ha escrito, comienza con una farsa, se convertirá en tragedia; y el relato, que se inicia como una ficción, terminará siendo realidad, cuando los personajes centrales avancen demasiado lejos y desborden los límites. Nadie entenderá bien qué ha ocurrido en esta "cachada" y quién es, realmente, el que ha sido atacado por la locura, o se ha corrido unos centímetros de la cordura. Es que tampoco se entiende por qué se ha calificado a esta obra de Arlt como una "comedia dramática", cuando se trata de un profundo drama en el que, además, se retrata a una clase social.

El drama, pues, se inicia cuando Susana (una de las mujeres del grupo que decide organizar la farsa) finge estar loca y creerse una princesa perseguida y desterrada de su reino por un coronel tirano y sangriento. Sus amigos le confiesan al mantequero Saverio que su locura es "por exceso de lectura" (¿un guiño a "Madame Bovary", de Flaubert?), y proponen curarla con una farsa en la que participe él mismo, cuando Saverio, una y otra vez insiste en que la manteca pueda sanarla "porque es eficaz para el cerebro".

La puesta dirigida por Adrián Blanco logra picos de gran tensión y de excelencia, apoyada en las sólidas actuaciones de Andrea Barbá y de Oscar Zamora, representando a Susana y a Saverio, respectivamente. A través de ellos, y durante una hora y media, la pieza de Arlt cobra vida y convence, decididamente, en la historia que cuenta, a pesar de la complejidad de su estructura. Porque no se trata, debe quedar claro, de un relato único y simple: el director ha debido elegir entre distintos caminos para poner orden a este texto.

En el primer acto, la actriz logra en su monólogo y posterior diálogo con Juan (Daniel Cabot) un repertorio de tonos y contrastes de gran intensidad, que enriquecen notablemente su interpretación; igualmente, en el último acto, el constante pasaje de Susana cuerda a Susana loca, y viceversa, encuentran a a Barbá en una ajustada y correcta actuación.

Los pasajes entre uno y otro estado deben valorarse también, en particular en el segundo acto, en la composición que Zamora hace de su personaje; su transformación de un humilde mantequero en un cruel coronel de la farsa es también notable, así como la idea de realidad que transmite al público, que en un principio parece confundirse, pero al final está a tiempo para regresar, aunque más no sea para decir las palabras finales. El coronel llega a inventar una guillotina, con la convicción de que "no se puede gobernar sin cortar cabezas".

En el resto de las actuaciones se destacan Daniela Canseco, Daniela Villalba, Daniel Cabot, Noé Andrade y Andrés D'Andrea.

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