La ludopatía no es un vicio, sino un trastorno compulsivo

La ludopatía no es un vicio, sino un trastorno compulsivo

Cuando la persona se vuelve incapaz de resistirse al juego se está ante una patología. La masificación de los lugares de apuestas es un índice alarmante de la despreocupación de la sociedad por este mal.

AL BORDE DEL ABISMO. Jugar es natural pero, cuando se pasa de jugar a jugarse literalmente todo, es nocivo. ARCHIVO LA GACETA AL BORDE DEL ABISMO. Jugar es natural pero, cuando se pasa de jugar a jugarse literalmente todo, es nocivo. ARCHIVO LA GACETA
04 Abril 2007
"Para mí es una espiral que te atrapa", dice Mariano, que -anonimato mediante- accede a contar cómo fue su historia hasta integrarse a un grupo de autoayuda para ludópatas, es decir, juga- dores compulsivos. "Tenía alguna dificultad económica y un amigo me propuso ir al bingo a ver qué pasaba. Lo que pasó fue peor, aunque gané la primera vez, volví y volví, y las dificultades económicas se convirtieron en un calvario". Hace un año que concurre a Jugadores Anónimos, donde todos los asistentes pasaron de jugar a jugarse literalmente todo.
"Durante siete años me repetí: hoy va a ser mi día de suerte", cuenta Mariano, a quien una crisis matrimonial lo trajo al grupo. "Cuando usaba la última plata que teníamos le decía: esta vez todo va a cambiar, voy a volver con tanto dinero que no lo vas a creer y las cosas volverán a la normalidad", recuerda. Pero esa ilusión se esfumaba horas más tarde en la sala de juego y Mariano volvía a casa con la misma frustración que desde hacía años dominaba su existencia.
Jugar es natural y sano para chicos y grandes. "Pero hay un momento en que se pierde lo lúdico -la posibilidad de construir- y se pasa a un grado de dependencia enorme", dice el psiquiatra y especialista en trastornos adictivos Javier Didia Attas. La ludopatía es un trastorno compulsivo de la conducta que de forma crónica y progresiva vuelve a la persona incapaz de resistir los impulsos de jugar. Muchos no la consideran un problema de salud sino un vicio, y por eso se resisten a consultar.
"La sociedad no ayuda mucho: casinos, bingos y tragamonedas se han vuelto una realidad cotidia- na para mucha gente, que organiza el juego como una forma de relación social", dice Didia Attas.
En muchas partes del país se instalaron bingos y casas de juego en los últimos 15 años. La asociación Jugadores Anónimos señala que el fenómeno de la masificación de las salas de juego es un índice alarmante de la despreocupación de la sociedad por esta patología: para una persona que sufre trastornos compulsivos, el hecho de que haya salas por todos lados y que estén abiertas casi todo el día es una tentación muy difícil de superar.
"Como por lo general no tienen ventanas, el tiempo se te va sin que te des cuenta y podés pasar muchas horas adentro", dice Graciela, que se había armado una rutina de visitas a los bingos, "al principio los fines de semana, pero después empecé a ir en la semana, a ver qué pasaba o cuando tenía necesidad de dinero".
"Yo siempre decía que al bingo iba a perder, pero si ganaba, mejor", cuenta, y es que el problema no es la fantasía en sí -ganar- sino cuando ir al casino o al bingo deja de ser una ?aventura? ocasional y esa fantasía se vuelve una obsesión cotidiana. "Hoy estos sitios están incorporados a la rutina de muchas personas", explica Didia Attas.
Aunque no existen todavía estadísticas fiables sobre el aumento del juego hay síntomas de que aumenta. "Bajó la edad de iniciación: hace 15 años los pacientes promediaban los 35 años y hoy tenemos chicos de 18 y 20", dice la doctora Susana Calero, jefa del Servicio de Adicciones del Hospital Teodoro Alvarez. Tradicionalmente, ocho de cada diez ludópatas eran varones, pero creció la cantidad de mujeres que sucumben, sobre todo, a las tragamonedas. Y el problema también crece en la tercera edad. "Al principio, a los hijos les viene bien porque los tienen ocupados pero no se imaginan que pueden estar estimulando una adicción", dice Calero.

"El día de suerte"
Tomar conciencia de esta situación no es fácil. En EE.UU., el país con más altos índices de ludopatías, su reconocimiento oficial como trastorno psiquiátrico por la Asociación Psiquiátrica Norteamericana no se produjo hasta 1980. En Argentina ya funcionan grupos de autoayuda, líneas de consulta y, en algunos hospitales, servicios especiales.

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