Henry Kissinger cumple 99 años hoy y persiste en lo que ha sido la causa de su celebridad: la política exterior, y, específicamente, el enfoque realista que acuñó y configuró el orden mundial durante la Guerra Fría. En la conferencia virtual que brindó en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), el ex secretario de Estado estadounidense durante las administraciones de Richard Nixon y de Gerald Ford sacudió el avispero como en los viejos tiempos al proponer que Ucrania acepte los límites territoriales que existían al momento de la invasión rusa. Esta sugerencia genérica implicaría ceder a Rusia la península de Crimea (anexionada en 2014) y, posiblemente también, las provincias del Donbás que se autoproclamaron repúblicas y que son controladas por separatistas prorrusos. Las manifestaciones del creador de la “realpolitik” provocaron rechazo y trastocaron el clima de apoyo a la postura intransigente del presidente Volodimir Zelenski que impera en Davos.

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La intervención de Kissinger tuvo un lugar destacado en la jornada inaugural del Foro que reúne a líderes de la política, la empresa y el tercer sector. Klaus Schwab, el fundador de esta reunión emblemática para el libremercado y la globalización, ofició de presentador y de moderador. El ganador del Premio Nobel de la Paz en 1973 compareció de manera remota con traje y corbata, como si estuviera preparado para asistir luego a su fiesta de cumpleaños. Con voz pausada, algunas lagunas en la exposición y el pragmatismo que lo distingue, Kissinger expresó que toda guerra tenía su acuerdo de paz, y que lo que en definitiva estaba en juego en Europa del Este era si las partes en pugna iban a seguir siendo adversarios permanentes o si era posible que fijaran reglas de convivencia que les permitiesen reconstruir su relación bilateral.

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“Hace unos ocho años, cuando surgió la idea de la membresía de Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), escribí un artículo en el que decía que el resultado ideal sería que Ucrania pudiera constituirse como un Estado neutral, como un puente entre Rusia y Europa”, recordó Kissinger. Y añadió: “creo que esa oportunidad no existe ahora de la misma manera, pero aún podría concebirse como un objetivo final. Opino que el movimiento hacia las negociaciones de paz debe comenzar en los próximos dos meses antes de que la guerra genere convulsiones y tensiones cada vez más difíciles de superar, particularmente en la eventual relación de Rusia, Georgia y Ucrania con Europa”.

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En ese momento de su alocución, Kissinger sostuvo que la línea divisoria debería devolver el statu quo anterior a la invasión rusa. Pero, en lugar de precisar el significado y la extensión de su consejo, optó por advertir que se estaba ante un escenario frágil e insistió en que era necesario llegar cuanto antes a un entendimiento. “Ucrania tiene derecho a ser un participante importante (en las conversaciones con el Kremlin), pero uno espera que (sus representantes) igualen el heroísmo que han mostrado en la guerra con sabiduría para el equilibrio en Europa y en el mundo en general”, manifestó.

“Bullying”

El economista alemán Schwab había dicho a su audiencia en Davos que, dado que Kissinger no necesitaba ser presentado, él iba a recordar que 40 años antes, en ese mismo Foro, el legendario y polémico jefe del Departamento de Estado había dicho que el mundo estaba en un cambio permanente, dinámica que haría del presente “un período de confusión”. Tras citar esos antecedentes Schwab comentó que habían acordado con Kissinger titular el panel de este año “la historia en un punto de inflexión”.

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En la enumeración de los desafíos que enfrenta la humanidad, el disertante mencionó, además de la guerra en Ucrania, a la evolución de la rivalidad entre China y los Estados Unidos, y a la aspiración de otros países, como la India y Brasil, de convertirse en polos de influencia internacional. Kissinger anticipó que China y Europa iban a tener que revisar su vínculo con Rusia, y que Pekín y Washington debían buscar un sistema de coexistencia compatible con el orden mundial. “Si no superamos estos retos, viviremos en un mundo cada vez más conflictivo y caótico”, observó.

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La postura de Kissinger contrasta con la de Zelenski, quien en la apertura del Foro había convocado a colaborar con el desmantelamiento del poder de agresión de Rusia. “En este momento se está decidiendo si la fuerza bruta gobernará el planeta”, refirió. En su intervención en Davos, el canciller ucraniano Dmytro Kuleba opinó que el frente de batalla estaba más caliente que nunca y confirmó que las negociaciones con el Kremlin permanecían frenadas. “No vemos vocación de diálogo en Rusia y la ofensiva en la región de Donbás habla por sí misma”, agregó. “Hasta aquí Rusia cree que negociar es tirar papeles sobre la mesa y decir ‘tómalo o déjalo’. Eso no es diplomacia. Eso es ‘bullying’”, evaluó Kuleba.

En las redes sociales, una avalancha de reacciones corroboró que Kissinger tocó un nervio sensible de la conflagración. Mientras que altos funcionarios ucranianos condenaron el mensaje del ex secretario de Estado, el ajedrecista y activista opositor ruso Gary Kasparov afirmó que un dictador no podía salir fortalecido de una invasión porque eso lo llevaría inevitablemente a otra. “Hacer concesiones a tiranos como (el autócrata ruso Vladimir) Putin y Xi Jinping no es sostenible porque aquellos dependen del conflicto. Esto no es la Guerra Fría”, tuiteó Kasparov. Y deslizó que Kissinger tenía la visión sesgada por su cercanía con el Kremlin: “sus recomendaciones son funcionales a los objetivos de su amigo Putin (con el que tuvo al menos 17 reuniones) tanto ahora como cuando se escabullía entre aquel y (Donald) Trump. Dejen de decir a los ucranianos lo que deben ceder”.