“Paciente con comorbilidades y en ARM”, informaban a diario los partes oficiales cuando las cifras de la pandemia de covid-19 eran alarmantes en Tucumán. Por ahora, el número de casos en la provincia ha bajado considerablemente, pero sigue habiendo personas que necesitan esa Asistencia Respiratoria Mecánica (ARM) para sobrevivir.

“Reconozcámoslo, el artefacto asusta, pero si no fuera por él se perderían más vidas por coronavirus. Un respirador mecánico mantiene oxigenado al paciente que está siendo operado; mantiene con vida a un paciente en coma o que está esperando para donar un órgano, y a muchos otros -explica Ricardo Goldberger, médico y periodista científico especializado en Tecnología-. En síntesis, es una de las herramientas más importantes con las que cuenta el médico para tratar personas cuya vida está en riesgo”.

Lo sabe bien Rubén Toledo, jefe de Cirugía Cardiovascular del Hospital de Niños. “Nuestros pacientes no sólo lo necesitan durante la cirugía, cuando están anestesiados. Un niño cardiópata puede requerirlo antes de entrar al quirófano, por ejemplo, si los músculos de su tórax no tienen la suficiente fuerza para hacer su trabajo”, destaca, y explica: “respirar implica un gasto de energía, y ese gasto puede complicar la vida del paciente. A veces se hace necesario aliviarle el gasto al corazón; entonces se seda al paciente y se lo conecta al respirador”.

¿Cómo funciona?

Imagínense una aspiradora, como la que usamos para limpiar, propone Goldberger. “Tiene adentro una especie de ventilador con paletas especiales, que, por un lado aspira, y por el otro, sopla. Un respirador mecánico funciona igual, sólo es ‘apenas un poquito’ más sofisticado -señala-. También llamado ventilador eléctrico, es una turbina o un fuelle movida por una bomba que sopla oxígeno medicinal o aire (depende de lo que determine el médico) al interior de los pulmones y luego aspira el anhídrido carbónico que estos producen y lo expulsa. Es una tarea rítmica que el equipo realiza automáticamente varias veces por minuto”.

Los equipos son controlados por una computadora que va regulando tanto la frecuencia de la respiración como la presión del aire que insufla, de acuerdo con parámetros como, por ejemplo, la saturación de oxígeno.

La conexión

En muchos casos a las persona se las conecta al respirador por medio de una mascarilla o de cánulas que se insertan en la nariz. “Y últimamente se está probando una especie de escafandra llamada helmet (casco, en inglés) que se parece a la los de los comics de ciencia ficción de la década de 1950 y se ajustan al cuello”, explica Goldberger, y hay buenas noticias: en Argentina se producen desde junio (ver “Desarrollo nacional”).

Estas técnicas se conocen como ventilación no invasiva, explica el sitio oficial de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) y agrega que, si el estado del paciente lo permite, siempre es preferible la asistencia respiratoria no invasiva.

“Lamentablemente, no siempre lo es; en ese caso el paciente requerirá la colocación de un tubo endotraqueal”, dice el informe. “Lo que se hace es introducir un tubo de plástico en la tráquea, a través de la boca. En casos realmente graves, la conexión se hace a través un orificio en el cuello que se llama traqueotomía”, dice el profesional.

No asustarse

La imagen puede ser impresionante, pero, como destaca la SATI, la ARM es uno de los tratamientos más básicos y frecuentes en toda terapia intensiva.

“Los respiradores actuales son ‘inteligentísimos’ y van adaptando su trabajo a lo que cada paciente necesita -resalta Toledo-. Y sí, hacen ruido, pero eso no es malo: están haciendo entrar y salir el aire y además tienen alarmas que le indican al equipo de atención médica si hace falta o no modificar alguna acción terapéutica. Por ejemplo, suenan cuando el paciente empieza a ser capaz de respirar por sí solo, y hasta pueden regular su asistencia mecánica en función de cómo evoluciona”.

Por otra parte, se busca el mayor bienestar de la persona. “Una persona recibe medicamentos para estar cómodo mientras tiene un tubo para respirar en la boca. Puede causar que la gente tenga demasiado sueño para abrir los ojos o permanecer despierto por más de unos cuantos minutos”, resaltan especialistas de MedlinePlus, la revista digital de la Biblioteca Nacional de Medicina de los EEUU. “Se verán alrededor de los pacientes muchos cables y sondas. Esto puede parecer atemorizante, pero sirven para mantenerlos monitoreados cuidadosamente”, añade el texto.

“Por ejemplo, al tener el tubo en la boca, una sonda nasogástrica es indispensable para que se alimenten”, explica Toledo. Otro ejemplo: conectadas al respirador las personas tienen dificultad para expectorar moco; si este se acumula, los pulmones no reciben suficiente oxígeno, y en ocasiones el moco puede conducir a neumonía. Para eliminarlo, es necesario un procedimiento llamado succión, y para esto también hace falta una delgada sonda.

Desarrollo nacional
Los helmets se producen en el país

Una empresa argentina especializada en equipamiento médico,  en colaboración con equipos de los Hospitales Fernández (de la Capital Federal) y Zonal General de Agudos, desarrolló un sistema de ventilación no invasiva para pacientes de covid-19 que puede reemplazar en muchos casos la intubación. La utilización del helmet (los cascos transparentes que se popularizaron en distintas imágenes) fue aprobada rápidamente por la autoridad sanitaria nacional, se usan en distintos centros de salud de todo el país, públicos y privados, y también se exportan a países de América Latina. Los cascos son similares a una escafandra de buzo y permiten inyectar el oxígeno con una presión superior de la normal, lo que genera un efecto benéfico en los alvéolos pulmonares, que en muchos casos colapsan por el efecto del coronavirus. Además, evitan la dispersión del virus a través del aire expirado por el paciente, ya que cuentan con un filtro viral y bacteriológico.